Cuerpo sano: BAÑARSE DEMASIADO PUEDE AFECTAR NUESTRA PIEL
Todos sabemos por experiencia propia que es importante mantener una buena higiene en nuestro cuerpo, sin embargo, ¿sabemos exactamente, con qué frecuencia hay que hacerlo?, estas situaciones algunas veces pueden variar debido al alcance del agua potable, las costumbres y clima de cada país, incluso hay personas se bañan una o dos veces a la semana o bien no usan jabón, ya que hay algunos jabones donde el ph es superior al de la piel, pueden provocar irritación o modificar la flora que habita en ella, facilitando así la invasión de gérmenes patógenos.
El objetivo de la ducha es librarnos de la suciedad acumulada durante el día que, junto con las secreciones de la propia piel (en forma de sudor y descamación), producen el mal olor corporal y son la puerta de entrada a elementos patógenos que comprometen su salud. La piel es un órgano también sensible que hay que cuidar al igual que otras partes de nuestro cuerpo, porque además que es nuestra presentación, está expuesta a los cambios de clima del ambiente, la cual debemos de lavar dependiendo de nuestra edad, ya que conforme va aumentando nuestra edad nuestra piel también madura y requiere sobre todo a la tercera edad cuidados extremos y la frecuencia del baño no debe sobrepasar uno diario, salvo excepciones.
En el caso de los adolescentes, puede variar por su actividad hormonal, además por sentido común, sabemos que si en su calendario de actividades implica algún deporte, puede ser necesario tomar más de una ducha al día, siempre teniendo las pautas adecuadas para que no resulte perjudicial.
El baño diario es un aspecto muy importante para nuestra salud y tan importante que ya ni siquiera nos detenemos a preguntarnos el por qué y el cómo, pero debemos recordar y enseñar a nuestros hijos que es la forma más adecuada para luchar contra las infecciones y reacciones alérgicas e irritativas. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que todo en exceso hace daño, y si lavamos de más nuestra piel podemos dañar su manto hidrolipidico.
El manto hidrolipidico lo poseemos desde el momento en que nacemos, este es una mezcla que se genera a través de las glándulas sebáceas que producen el sebo que, junto con el sudor, forman una fina película, es decir, por los distintos poros de la piel llegan a la superficie cutánea dos sustancias: el sebo (parte grasa, lípido), producido por las glándulas sebáceas; y el sudor (parte acuosa, hidro), que segregan las glándulas sudoríparas, cuando llegan a la superficie de la piel ambas secreciones se mezclan formando la emulsión que conocemos como Film Hidrolipídico. Su aportación es doble; por un lado, ayuda a mantener el grado de hidratación cutánea; y por otro, es la causa del aspecto aterciopelado característico de nuestra piel, además protege la piel frente a problemas dermatológicos y al contagio de agentes externos, además preserva funciones fisiológicas tan importantes como la regulación de la temperatura corporal.