Metal muerto, capítulo I: Deposítame en un montículo
I
Runes to my memory
Amon Amarth
Una tarde, en la hermosa avenida costera, marco de bellos atardeceres de intensos colores y esculturas con motivos marinos, un auto rojo circulaba detrás de un motociclista. En el entronque con una de las calles que cruzan el centro de la ciudad, a baja velocidad, el auto se emparejó con la motocicleta y el copiloto del carro accionó un arma siete veces, apuntando a la humanidad del motociclista; dos de los impactos hallaron destino en la espalda de aquel hombre, quien perdió el equilibrio unos metros adelante y cayó hacia su lado derecho. Los presentes corrieron a refugiarse hacia todas direcciones, la moto derrapó hasta golpear un auto estacionado, los del carro rojo aceleraron por el malecón y se perdieron en la distancia. Momentos después, un policía auxiliar salió de una palapa de la playa a inspeccionar al herido mientras varios de los que poco a poco se acercaban llamaban por celular a las autoridades. El balaceado, recostado sobre su hombro derecho, sangraba un poco por el pecho y cuando el policía auxiliar lo tendió sobre su espalda, la sangre manó de las entradas de los orificios y formó una pequeña mancha sobre el caliente pavimento. La víctima balbuceaba algo en inglés. El guardia no sabía qué decía aquél que perdía la vida con cada inhalación. Así permaneció varios minutos, hasta que un extranjero que manejaba una bicicleta se acercó al caído. El extranjero se acercó para escuchar al agonizante quien murió segundos después.
Una patrulla de la policía municipal llegó al lugar y rodeó el cuerpo. Luego pararon la moto y la estacionaron en la banqueta. Dos de los cuatro policías registraron las bolsas del pantalón y chaleco del occiso. Después fueron a la patrulla y esperaron órdenes.
Dos horas después, los del servicio médico forense, al llegar a la escena, manifestaban la ineptitud de los policías, quienes al acercarse al cuerpo, habían pisado sangre y dejado sus huellas alrededor de la víctima. No se encontraron ni la cartera ni teléfono celular en las prendas de ropa o bolsas de la moto. En una de las alforjas de la moto se encontró una pistola 9 mm. Uno de los ahí presentes le dijo a un policía ministerial que los agentes que llegaron primero habían esculcado las ropas del muerto. El extranjero declaró que el hombre, cuando agonizaba, balbuceaba una frase en inglés; decía “Lay me in a mound”.