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King Kobra 2: CHERRY BOMB

Escrito por Francisco Amador García-Cólotl en Sábado, 30 Enero 2016. Publicado en Cuento, Historias de Vida., Literatura

En una esquina del barrio se encuentra un laurel centenario que provee cobijo en las calurosas horas del mediodía y la tarde. Alguien improvisó una banca con el tronco de otro árbol menos afortunado y la colocó debajo del espeso ramaje. Por las tardes, los jóvenes del barrio se reúnen a matar el tiempo. La noche del sábado, se coopera para comprar cerveza de litro. La esquina del laurel se encuentra repleta de muchachos dispuestos a beber hasta que los rayos del sol aparezcan detrás del cerro de los Sanjuanes. Uno de ellos acaba de desembarcarse del arduo trabajo de marinero en un atunero. Su labor consiste en hacerse varios meses a la mar en busca de flotillas del preciado pez. Trabajan de día o de noche, la hora de atrapar los bancos no importa. Si el helicóptero encuentra una “mancha”, laboran el tiempo posible para llenar las frías bodegas de la embarcación y, así, regresar más rápido a tierra firme. Estos marineros obtienen muy buena remuneración económica y, al regresar a sus hogares, gustan de invitar a los amigos a una parranda en cualquier esquina o bar. Durante la travesía en altamar, lanzan cuartos de dinamita para atolondrar o cercar a los peces y así capturarlos con mayor facilidad. La mayoría de las veces, se roban alguna caja de estas bombas, conocidas como "Cherry bombs" para divertirse con los amigos que gustan de cimbrar el barrio en Navidad o Año Nuevo.

Efrén es sordomudo de nacimiento. Su discapacidad no le ha impedido beber al parejo de cualquier "bato" de la "palomilla" del barrio. Gesticulando menta la madre si no le pasan la botella y se ríe. No respeta mucho ni es respetado demasiado tampoco. Los lastimeros sonidos que profesa al tratar argumentar algo, dan pie a la burla directa de sus amigos; es aguerrido y no se intimida cuando lee los labios de alguien diciéndole que calle sus gemidos de perro, sólo menta la madre frunciendo el ceño y se ríe.

Uno de los ahí reunidos cava un pequeño hoyo en la tierra en medio de la calle y coloca un cherry bomb de escasa mecha. Tarda unos segundos en encender y todos corren a la seguridad de la distancia. El estruendo es audible en varias cuadras a la redonda y la explosión crea un pequeño cráter de varios centímetros de diámetro. Por supuesto, todos ríen complacidos, hasta Efrén que ni siquiera escuchó el sonido pero que debe imaginarlo. Segundo s después de la explosión, el espacio del tronco es ocupado rápidamente y Efrén no regresa a tiempo para ganar espacio, en vez de, acerca una piedra y permanece sentado de frente a los ocupantes del tronco. Es el marinero, quien ocultando sus labios con la palma de su mano derecha, de pronto dice: pinche mudo jijo de la chingada, a mí se me hace que se hace pendejo. Se me hace que éste wey sí escucha. Se levanta y los demás se mueven para ocupar todo el tronco. Finge que se dirige al mingitorio improvisado en una pared, enciende un cherry bomb y lo coloca a varios metros a la espalda de Efrén. Los demás, disimulando, escuchan atentos el conteo, calculando el momento de salir despavorido. El marinero, conocedor de los explosivos, es el que cuenta en voz alta y previene a los demás para que se levanten y corran antes de que el artefacto estalle. Todos esperan impacientes la orden de huir y, cuando se da la señal, lo hacen repentinamente, dejando solo a Efrén. El cuarto de dinamita estalla violentamente lanzando pequeñas piedras, tierra y polvo en todas direcciones. Algunas rocas chocan contra la espalda de Efrén, que ésta vez, no intuyó la broma. Éste, se levanta colérico mentando madres con el brazo y los labios mientras todos ríen. Se oye decir a alguien: pinche Efrén, sí está sordo el hijo de la chingada, comprobando la condición del amigo y todos vuelven a reír. 

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