Mi depresión, un viaje.
Hoy te escribo a ti, una persona que apenas me conoce pero que me podría salvar, a ti que podrías ser una persona especial, alguien cercano o un familiar, a ti que te dices ser la persona que nunca me fallará en ésta vida, escribo para pedir tu absoluta comprensión, para que me comprendas en uno de mis peores estados y así, cada vez que mis lágrimas salgan, antes de decir alguna palabra, tomes mi mano y esperes en silencio a que regrese a ésta realidad, porqué dentro de mí estoy librando una batalla que solo Dios sabe cuándo terminará.
No imagines en lo que deberías decir o lo que podría estar pensando, porque en esos momentos ni yo mismo lo sé y no es que me importe entenderlo, solo lucho para salir de ahí, pero peleo en soledad, en silencio; esperando a la próxima trinchera, al dolor de un recuerdo o una decisión incierta, aguardando en la humedad de mis lamentos el contraataque de ese enemigo que jamás logro vencer.
No te alarmes si de un de repente acudo a ti y tomo tu mano o con desgana me dejo caer. Algunos días soleados parecen en mi mente un día contrario, nubes y agua surgen, llueve. Días que prometen hacerte decaer.
A veces se siente como si fueras un barco a la deriva esperando en algún lugar encontrar tierra firme, y navegas en la tormenta, buscando el horizonte pero sin poderlo ver y en tu mente estás perdiendo la batalla, tu cuerpo comienza a ceder.
Despiertas y estás más cansado, el cuerpo te pesa, pierdes lentamente el apetito y sabes que algo está mal, comienzas a ver tu entorno como algo grave y difícil de entender, y así de la nada surge un dulce canto de sirena invitándote a dejar de remar, ceder ante la corriente y dejarte llevar.
Miras a los fantasmas de las calles sonreír y tener una vida “normal” mientras te preguntas ¿Qué está mal conmigo? Luchas por mantener un momento de inspiración, por sonreír sin motivo. Escuchas las melodías que en el pasado te hicieron vibrar pero en ocasiones ese mágico efecto no te alcanza, tu mente se vuelve gris y negro, solo gris o negro.
En ese instante comienzas a caminar hacia un profundo mar, esperando hundirte en el océano llamado paz, el agua fría te cubre lentamente y parece que te quisiera tragar. Sueltas los amarres y miras el final, entonces de la nada nace una nueva luz: un amigo, una palabra, una canción. Otra vez la trinchera está asegurada, el agua salada deja de correr. Tus ojos están cansados y sientes la sed de la batalla, tu garganta ha sufrido el desgaste de un sordo grito contra la almohada, mañana será otro día, mañana volveré a perder, mañana me dejaré caer.
-Amaya-