Qué desmadre de país venimos haciendo
Valeriano Vergara compró un ejemplar del periódico de la máxima casa de estudios. La primera noticia se refería a 43 desparecidos y seis asesinados comprobados. Leyó ávido la nota y se enteró del tremendo suceso. Caminó a su casa entre leídas y releídas de aquello que no concebía. Contó a cuarenta y nueve personas mientras caminaba rumbo a su hogar. Luego volvió a empezar contando sólo a personas jóvenes, a quienes parecieran estudiantes de preparatoria o de universidad. Caviló sobre el desmadre que se ha convertido el país y recordó a John Locke y a Thomas Hobbes, los contractualistas, buscando cierto sentido al embrollo actual. Lo pensó varios minutos y llegó a su casa con una idea en mente. Fue hasta su computadora y escribió en su muro de red social, único resquicio antiburocrático para manifestar lo que se piensa, ya que por la cantidad de escritores, columnistas, informadores, periodistas y pensadores profesionales, la filosofía ha venido quedando en otra fosa como las ilusiones de muchos paisanos que abrazan el nihilismo y no creen que la solución esté en el hombre. Escribió Valeriano “Es increíble que hayamos formado sociedades para protegernos de una muerte violenta en la naturaleza, como lo proponen los filósofos John Locke y Thomas Hobbes. Hemos cedido parte de nuestras posesiones materiales al maldito monstruo, el Leviatán de Hobbes, para que nos cuide de aquella violencia de vivir en naturaleza donde el más fuerte sobrevive. El maldito Estado, que se enriquece con la cesión, voluntaria para Hobbes e involuntaria para Locke, que hacemos con nuestras contribuciones y de las cuales debería procurar seguridad para evitar la muerte violenta, ha optado por trabajar con el crimen organizado y la muerte violenta es ahora más probable que cuando no había sociedad. El estado, al que se le paga para que haga y ejecute las leyes se ha podrido en tal magnitud, que al que no conjugue con sus intereses, lo deja a merced del poder del más fuerte en armas y medios para ejecutar atrocidades como la de asesinar a seis personas y desaparecer a 43 jovencitos, de escasos recursos, indígenas varios, con sueños de ser profesores rurales, con ganas de ayudar a los niños desfavorecidos y de gritar y rebelarse contra el tipo de sociedad que hemos formado. Malditos los que perpetraron tales hechos. Malditos aquellos que la acumulación de dinero por cualquier medio los ha hecho creer que todo en la naturaleza está para servirles y obtener poder a costa de todo y de todos. Maldito monstruo Estado podrido. Maldito.