Recomendación fílmica: ANA Y BRUNO
Seré sincero con ustedes, cuando yo leí hace un año que esta película había ganado un premio muy prestigiado de películas animadas, no me hizo querer investigar más sobre ella, ¿por qué? Porque aunque no lo demerito como tal, sí he de aceptar que las películas animadas no llaman mucho mi atención, muy contadas son las que he visto, tanto de niño como ahora de adulto tanto para niños como para adultos. Pero resulta que hace algunas semanas, me topé con un muy buen artículo donde hablaban tanto del director que la realizó, como de la larga odisea que tuvo la producción a tal grado de tener que esperar tantos años para ser exhibida, y esto añadido al análisis que hizo Fernanda Solórzano para el canal de Youtube de Letra Libres (con quien ya compartí mis impresiones, y quien además agradezco por siempre contestar mis mensajes, eso no cualquiera, y menos en su prestigiosa posición de crítica), tuve que ir a verla. Fui en su semana de estreno sin pensarlo dos veces. Trataré de comentarla sin hacer revelación importante alguna, de una película que estoy seguro dejará huella en México, tanto en su técnica como en el delicado trato de la trama.
La película empieza con un viaje en el que Ana, su madre y su padre van a una casa en la playa donde su mamá y ella se quedarán, y a donde su padre después irá por ellas, o al menos eso es lo que les dice. Ana no logra despedirse de él, por lo que ella cree que su padre está molesto con ella por alguna razón, Ana pronto se hace amiga de un perrito al que llama choco. En la casa hay otras personas las cuales se muestran muy raras, anormales, pero no es hasta que Ana y su madre tienen un encuentro con un señor que les presenta a su amigo, un payasito al que creen un ventrílocuo, el cual dice controlar al señor, cuando el señor pierde el control un par de hombres vestidos de blanco junto con el que parece un doctor, de aspecto sombrío, lo hace llevar al "tercer piso" y todos los demás, incluido el payasito, se estremecen, cuando se ve lo que le hacen al hombre, el payaso desaparece, y la madre hace prometer a Ana que jamás subirá a ese tercer piso, pero esa misma noche Ana pensando que seguía a Choco hasta ese tercer piso, se encuentra con Bruno, una especie de duendecillo que hace bromas a una de las personas del lugar, para esto Bruno le revela a Ana que ese lugar no es otra cosa que un manicomio, y que todos los que están ahí están locos, incluidas su madre y ella, (más delante en la película Bruno le revela a Ana que en realidad los niños y los animales si pueden verlos sin que estén locos), la presenta con las visiones de los demás internos, que no son más que la viva ilusión de sus trastornos (hay una mano entre ellos, que ya sabrán si arruinarles el chiste porque está ahí) hasta que llega la terrible aparición que atormenta a su madre, es entonces que Ana al ser mandada por su madre va en busca de su padre para que salve de ese lugar hasta San Marcos, el lugar en donde vive, así es que Ana, con ayuda de todos sus amigos y un chico huérfano llamado Daniel, que la ayuda a llegar al pueblo, emprende la travesía con todo y sus dificultades, haciendo hasta lo imposible por salvar a su madre, aunque ello la haga tomar la difícil decisión de dejarlo todo atrás para que su madre esté bien.
La tremenda catarsis que crea Carrera con este cuento, en el que hace que temas tan profundos se muestren con una maestría formidable y digna de aplaudirle, nos dice que algunas veces hay que dejar cosas atrás y soltar un lazo que pareciera ni la muerte puede romper, por el bien de lo que más amamos. Habla del abandono, de la redención, de las segundas oportunidades, de rescatar, de empatizarnos con el otro, habla sobre todo del amor por los nuestros por muy mal que la hayamos pasado.
El diseño de los personajes tiene que ver mucho con la trama, pues mientras a Ana, su madre y su papá los vemos se podría decir normales, o bien hecho, o bonitos, incluso a las personas de la ciudad y de San Marcos, a las personas en el manicomio, tanto a los internos como a los pacientes, los vemos deformados, y esto se debe quizá al hecho de que el director quiso que los viéramos como los pacientes se ve a sí mismos, o cómo ellos ven a los demás, o los estragos que hacen este tipo de lugares a las personas, incluso sus alucinaciones, aunque irreales y caricaturescas, y que no son reales si lo vemos desde el punto de vista del mundo real, no son tan distorsionados. Los actores que prestaron su voz para los personajes, que van desde Damián Alcazar, Marina de Tavira, Héctor Bonilla, Silverio Palacios, Regina Orozco y otros más, le dan un gran valor a la película, y sin duda es mucho más que sólo eso.
La película es valiosísima, divertida, conmovedora, profunda pero a la vez tan liviana, los niños se divierten cuando la película es graciosa, pero los hace observar detenidamente cuando la película demanda su atención, eso muy pocos directores pueden lograrlo, porque en películas animadas para adultos, quizá no a todos los niños se les comunique el mensaje de la película o las intenciones que tenía el director con ella. Carrera sí lo logra de manera increíble. Hay una parte de la película en la que se revela quien es Ana en realidad, en la que se podía sentir cómo los niños también quedan conmocionados con la revelación, eso es algo que yo encontré encantador, esperanzador y muy valioso. Tratar dos temas tan difíciles como lo son la locura y la muerte, y además logra hacerlo en un lenguaje perceptible para los niños, y que no se vuelve oscuro, sino incluso lo maneja con un realismo mágico abrumador, es algo digno de respetarse.
Cosa contraria a lo que pude leer en algunos comentarios de Youtube, me parece que en un mundo en el que el molde de la animación es Pixar, ver animación diferente, en la que el director tiene tanto que ver con el proceso, es algo arriesgado y muy valioso.
Desde ya creo que es mi película mexicana favorita en lo que va del año. Sin duda alguna películas como esta, o la también muy reciente La Vida de Calabacín, es la clase de películas que de tener hijos, yo vería con ellos.