Y seguimos pidiendo la palabra: TÚ NUNCA FUISTE TÚ
Tú nunca fuiste tú. Se ve en tu caminar mecanizado. La atención especial que le pones a evitar que el paso derecho no coincida con el braceo del mismo lado. La caminata que son los ojos que te ven o los ojos que callan. La forzada naturalidad a la que te orilla el sentirte perseguido por las pupilas, a mover los brazos más de lo que crees necesario.
Llevas la situación al abstracto. Un hombre camina del punto A al punto B. Un hombre llega al punto B y se da cuenta de que es otro. O antes. En el trayecto duda pero al llegar está seguro de no ser él. Un hombre nace del punto G y va hacia H, pero se queda mudo sin saber a dónde ir. O va a cualquier lugar y entonces descubre que atrás va dejándose. Se va contaminando de todo vector y su resulta. O él es la resulta de todo vector. Un hombre en A, un hombre en B, un hombre en C… Un hombre trata de decantar su ser para hallar la esencia, para no ser como A y B. Busca la raíz. ¿Papá, qué es una raíz?
No sé, pero yo no soy tu padre
Un hombre se da cuenta de que no sólo su caminar sino él mismo son los ojos que lo miran y los ojos que callan. Que es el producto de la fricción del pavimento, de las ropas, del humo, cada partícula que puebla al aire. Él y la calle. Él y una ventana. Que cada él es un stop motion, una fotografía que se va quedando en el momento, congelada ahí para siempre.
Un hombre buscaba la raíz y se perdió en otro lado. Buscaba la raíz y encontró el cuadrado que forma el marco del espejo y la imposibilidad de desmantelarlo. Encontró el cuadrado ya que llegó al punto B y le entregaron las fotos tamaño infantil que se había tomado dos días antes. Pagó el recibo y antes de partir miró los cuadritos con un rostro en blanco y negro. Dudó por un momento si era él, luego se fue caminando.