Y seguimos pidiendo la palabra: Blasfemias vacías
El mundo actual discurre, punto de partida de ese fluir, en el eterno origen del presente: la peor de las aguas, ni el Leteo se le compara. Tal vez, se acerca al mundo de los lotófagos o a la fuente del olvido de aquella leyenda hitita en donde se sentencia: será tu primer y último día entre los hombres. El arte[1] ya navega como un barquito de papel en este mundo; ni siquiera el arte de lo grotesco produce sensaciones en nadie. La ironía no es sostenida por la institución: ya no existen instituciones. Lo líquido ha transferido toda cualidad a lo sólido, éste a lo gaseoso, y no se voltea el ciclo. El hombre mismo ha optado por drenar el porcentaje de agua que contenía su cuerpo.
Todo acuatiza. Aunque ya hemos encontrado un cuarto estado de la materia: el plasma. Si el líquido ha derrotado a la piedra, a lo inamovible: en nuestra época sería difícil pensar en la siguiente expresión: “tú eres Pedro, ya no te llamarás más Simón, y sobre esta roca edificaré mi iglesia” (Mateo 16). El agua ha ganado una batalla; pero también se ha impuesto en el centro de la vivencia humana a través de las pantallas líquidas, del plasma: ya se ha abierto otra puerta de la percepción de la realidad; de hecho, hemos optado por ella: la virtualidad domina nuestro espacio cada día más: los aparatos de televisión están en todas partes: el mundo capta en digital tanto imágenes como video[2].
Las instituciones no representan nada, ni personifican a nadie: sólo a la vacuidad, se han virtualizado[3]. Han perdido su principio motor: la comunidad; el ego se ha impuesto. Un signo evidente es la corrupción: el policía que recibe dinero, soborno, por una falta; el juez por dejar libre a un culpable, el sacerdote que viola a un niño, los gobernantes que mienten y roban, los padres que matan a su hijo; el hijo que mata a los padres; el Estado que… . Pero, el policía, Juan Pérez ha decidido, sólo en su nombre, como individuo pedir o tomar el dinero del soborno; Alejandro Luna emitió un voto en contra de un principio moral; Masiel Montes satisface sus más bajos instintos, y un largo etc. Cada uno de ellos, no ha pensado en la comunidad, mucho menos en los principios –buenos, malos; bajos, sublimes- de su institución, sino en sí y para sí mismos. Todos se justifican de su propio actuar, nadie, así desde su perspectiva, ha operado con alevosía. La cohesión social se desmorona con cada acto. Bien es cierto, no sabemos de su bondad o de su maldad, sólo de su diferencia: todavía estamos en una sociedad que piensa y actúa como piedra, mientras estamos en el cuarto estado de la materia.
La separación entre el individuo y la comunidad se demuestra: los hombres ya no solidarizan unos con otros: en los pocos casos, los llamamos héroes, y estos héroes son cada día más individuales. Por supuesto, el hombre es comunitario, grupal[4]; éstos pocos años de mundo acuoso no han cambiado esa esencia: si la familia está en proceso destructivo, como núcleo consanguíneo, el hombre se inventa otra familia, real o virtual. La encuentra en llamar primo o hermano a su amigo cercano; en las llamadas redes sociales, la parentela virtual ha crecido, se puede nombrar a quien uno quiera como pariente cercano (Claude Leví-Strauss, tendría que reescribir su libro: Les structures élémentaires de la parenté ). Estas expresiones son antiguas y contemporáneas: las sectas, las llamadas tribus urbanas, los boy-scouts, las pandillas, los gettos, las mafias, los clubs: micro estructuras de reunión familiar alternos a la consanguineidad. La diferencia radica en el que ahora se virtualiza, imaginada en soledad. Las ventanas se han abierto desde hace tiempo: “Tengo una soledad tan concurrida”, escribiría el meloso Benedetti; lo mismo que la sensación de Bukowsky al ver desde la ventana del tercer piso: “se sienta afuera de mi ventana /como una vieja que va al mercado;/ se sienta y me observa,”. (Bukowsky 1970)
Con el plasma, la sensación de estar ahí, en África, en Sudamérica, en Europa, se sucede: la vista engaña. Posiblemente, las neuronas espejo, aquellas que nos permiten apropiarnos de las acciones, sensaciones y emociones de los demás estén implicadas en este proceso: creemos que lo visto en nuestra pantalla de plasma conforman parte de nuestro conocimiento, y no lo separamos como información. Los otros sentidos han quedado excluidos de nuestra percepción: el oído va ligado. Pero el olfato, el gusto y el tacto, ya no forman parte de esta reunión. En nuestra comodidad del sillón compartimos casi los mismos sentimientos que el espectador de un juego: el jugar de los atletas es nuestro actuar: los videntes de televisión cuando ven un partido sienten el estar ahí. Pero esta libertad es relativa: un control de presión social. El “libre pensador” ha quedado excluido de la institución se conforman equipos de trabajo; se busca como característica primordial, en los curriculum vitae “sepa trabajar en equipo”. El proceso de las corporaciones ha ingresado en todas las libertades[5].
El plasma ha realizado una revolución que implica la ruptura de la mayoría de los cánones de la estructura social: se participa, al menos en la actualidad, sin clases: cualquiera puede escribir. Aunque ya se vislumbra los Very Important People (VIP) para los autores y para la recepción. Todo mundo es autor en el plasma, cualquiera puede escribir una novela y distribuirla a partir de su blog, o de su página web; o una película. Simula la libertad perfecta, al menos para internet, o lo era antes de las leyes PIPA y SOPA, 2008-2011. Pero ya estamos con la primera prueba del vendedor, ya somos dependientes de la tecnología del plasma, finalmente del video. ¿Habrá una mayor separación entre el individuo y la sociedad? No nos corresponde, aquí, responder; pero sí, en estas blasfemias vacías, oh lector, te invito a navegar contra toda lógica posible.
[1] Para no provocar aspavientos en los lectores reaccionarios de cualesquier religión, doctrina, ismo, artístico, definiría al arte como toda aquella producción humana (sin sexo, raza, número) en donde se busque una fruición en el receptor: lector, oyente, vidente, degustador, tocador, oledor; sea, inclusive, el mismo productor del artificio; es decir, busque otro, un receptor –aunque sea él mismo-.
[2] Tampoco en el sentido de Homo videns, ni de 1984.
[3] Nadie responde. No es precisamente el sobrenombre que Ulises utiliza; nadie se encarga de las circunstancias de su representación o de su gobierno. Se puede poner a un rey en una democracia, o a un presidente en una monarquía: no hay nadie.
[4] El beneficio de vivir en grupo para la especie es que se defenderá del depredador; sin embargo, el hombre se ha convertido en depredador de sí mismo. Los asesinos seriales, oficiales, individuales, gubernamentales, demuestran el olvido comunitario, no sólo de los psicópatas, sociópatas, sino de la comunidad que ha olvidado la reciprocidad.
[5] “Good bye, blue sky”, adiós libre pensamiento, adiós librepensador –fuiste un suspiro. Ya no habrá Prometeos.
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Aletse Almada
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