Y seguimos pidiendo la palabra: CAZADORES DE PALABRAS
Lanzo una carnada para que se expanda en mi argumentación; se dispersa por el aire y espero, meditabunda, calmada. Es hermoso esperar con calma cuando de pronto cae la primera víctima de mi argumentación, la acaricio, le extirpo la esencia, la devoro, la hago mía…
Las palabras nunca vienen solas, siempre arrastran la esencia del individuo que las pronuncia, son el pretexto para Ser. Las palabras manifiestan nuestros sentimientos; la naturaleza interna que nos constituye; la intencionalidad y el color de nuestra alma. Podemos alabar el talento de una persona clavándole un puñal en la espalda, predicar discursos en pro de la humanidad para sentirnos respetados, llamar la atención vociferando pestes como cuervos para la acción, lanzar un “te amo” para esclavizar al ser amado. Así son nuestras palabras; viajeras que se engarzan en el camino de la intencionalidad, pájaros que van adquiriendo tonalidades cuando se lanzan al vuelo desde la libertad más arbitraria que forja caminos indiscutiblemente autónomos.
El mismo Gorgias en su Elogio de Helena nos dice:
“La palabra es un poderoso magnate que, con un cuerpo pequeñísimo y totalmente invisible realiza acciones divinas. Puede, en efecto, hacer cesar el temor, eliminar el dolor, provocar el gozo, aumentar la compasión… Los hechizos inspirados por medio de las palabras se convierten en creadores de placer, eliminadores de la tristeza. Pues, mezclada a la opinión, la fuerza de encantamiento hechiza al alma, la persuade y la transporta con su seducción. Dos artes de seducción y de hechizamiento se han inventado: son los errores del alma y los engaños de la opinión” (Camps ed. 1988: 56).
También hay palabras que se deslizan por el viento, siempre queriendo ser atrapadas por un alma noble, llena de luz para que las pronuncie como vomito estelar. Las palabras son espirituales, son fantásticas, se cargan del imaginario colectivo que las motiva para adquirir esencia.
Rimbaud, inspirado en uno de sus desarreglos de los sentidos, en un acto de sinestesia, les da color y significado a las vocales. De igual modo, las palabras también tienen color y fueron diseñadas para expresar sus más íntimos sentimientos.
Hay palabras azules que se inspiran en la aceptación más irónica de la rebeldía que siente el cosmos al seguir siempre su misma ruta; las palabras rojas cargadas de la unión sexual del viento con las flores; las palabras amarillas bocanadas que expulsa el coraje más hermoso de los iracundos; palabras negras que surgen del pubis tibio y orgiástico de las brujas hambrientas de orgasmos; palabras blancas hechas de sábanas místicas que fueron diseñadas para acurrucar al arcoíris; palabras verdes que expresan a borbotones la savia perene con la cual fueron hechas.
¡Acudamos a la caza de palabras! Atrapémoslas para rellenar esos trémulos espacios que ocupa el miedo. Lanzados todos a la aventura, conmuevan a la sociedad vociferando cantos anárquicos y espirituales, planten cantos como flores en los vientres de los amantes que se niegan a sentir.
Sopla en el oído de los superficiales el recuerdo que te regaló el alma del mundo cuando tuviste tu primer orgasmo espiritual, golpea con palabras licenciosas en el vientre de las embarazadas para que den a luz poetas que se encarguen de iluminar el rostro oscuro del planeta, acaricia los dardos que nacen en la raíz de tus neuronas y lánzalos para que den en el sexo de las mariposas que inspiran a los genios.
¡Somos cazadores de fantasías! Nuestra voz se expande por el universo eléctrico como rayos luminosos que penetran en el corazón de las personas. Traemos mensajes que lastiman la mirada de los hipócritas; que fluyen en los besos de los enamorados; que se cobijan en el color más sincero de los vagabundos; mensajes que se expanden en la conciencia visceral de los hombres.
Seguiremos golpeando la conciencia de los humanos, crearemos canales imperceptibles para llegar al centro de la estupidez y erradicarla cual tumores malignos que se adhieren a la piel como calcomanías. Vociferaremos palabras encantadas que cambien de tonalidades la conciencia de los hombres como dardos libertarios para la acción.