Y seguimos pidiendo la palabra: OJOS DE PERRO
Era de noche cuando llegó el amigo de mi abuelo, un tal Abundio Lima. A mi no me caía bien, tenía una mirada pervertida como de perro; siempre se me quedaba viendo. Todas las noches acudía puntual a tomar café.
— Buenas noches, como dice que le va Lolita, ya se está poniendo rete bonita— dijo.
— Bien, gracias. — Le respondí yo.
— ¿Qué se le antoja Abundio, unas galletitas o unas empanaditas de cal?
—Deme una buena ración de estiércol Eloísa.
—¡Cómo dice usted!
—Estiércol, Eloísa, de ese que las vacas desechan de su cuerpo, es bueno para las reumas.
A pocos minutos del diálogo absurdo de mi abuela y Abundio sobre la cena, se fue la luz y el cielo se puso negro, como si Dios le hubiera puesto pintura, para que no pudiéramos ver el desaparecer del crepúsculo arrebolado. Yo pensaba en ti, Cristian, de cuando te agarraste a trancazos con el ojos de perro. De pronto sentí unas manos detrás de mí, acariciando mi espalda.
— ¿Eres tú Cristian? ¿Has aprovechado la oscuridad para estar cerca de mí? Puedo sentir la fuerza de tus manos acercándose a mi cuerpo, pero por favor, contéstame.
— Sí, sí, mmm.
— Yo también te quiero sabes, siempre desde aquella vez que… Abundio ¿Qué hace usted aquí? suélteme deje de mirarme con esos ojos de perro.
—Lolita, déjese querer mija, ya verás que yo te voy a hacer feliz, tengo mi tiendita y yo te podría dar todo lo que te mereces.
— Suélteme, suélteme, Satanás, ojos de perro, déjeme maldito, déjeme no lo quiero cerca, usted siempre me ha parecido un hombre sin ley, mala leche que es lo que busca en esta casa.
— A usté, mi Lolita, y si no me quiere en su vida pues, ¿cómo ve que me descuento a su abuela Eloísa, eh? Como la ve desde ahí nomás mi Lolita, si usté no es mía no es pá nadie me ¿oye? pá nadie.
De pronto volvió la luz y me di cuenta que don Abundio no tenía ojos de perro, estaba sentado en la silla junto a mis abuelos, comiendo galletas y no estiércol, riendo y no mirándome con ojos de perversión, su mirada era distinta, ya no era mirada de perro rabioso, si no la de un pobre viejo cansado que venía a tomar el café.
Comentarios (2)
José
Tatyanne
¡Felicidades!
Mucho éxito.