Y seguimos pidiendo la palabra: SOY
Soy, lo soñé, de espíritu magro de manchado monarca, alcurnia insular de siglos siempre áureos, como insular proclividad a la arena milenaria. Sé, lo soñé, de las calladas relaciones intrínsecas de los opuestos universales, como de las calladas helénicas proporciones, que oleaje son de mi verde balandra hoy sitiada. Tocado he sido, lo soñé, por uno con su transfigurada espada y mis ropajes tocados no por la bestia de las hambres. Aun así, ultrájame fiera la melancolía. Con todo, al horizonte olfatean las bestias mi añoranza y es al punto que mi pensar palidece: ¡Gritan que apócrifa es, de mis invadidas cuencas el licor! ¡Vituperan y el sendero señala que seguir debiera! ¿Pueden ser acaso falsas del ponto las aguas? ¿Puede tal vez alguno con verdad, del corazón solitario, hacia más luminoso puerto las velas obligar? ¿Pueden siquiera mis catacumbas resistir los embates de esta cohorte de guerreros de jade? ¿Pueden en paz dejar las olvidadas ruinas de mi Troya? ¿Pueden largar su vida a los ajenos huesos, irse, ofrendarme su ausencia, sacar en sacrificio el corazón de su recuerdo, pintar huellas en la tierra media, esfumarse, dejarme dormir? ¿Pueden? Sí, lo soñé.
Comentarios (1)
Alejandra