A un año de Odile
La vida está llena de acontecimientos, unos tremendamente hermosos que nos hacen felices, nos hacen soñar y elevar nuestro espíritu, y otros totalmente devastadores, tanto en lo personal como en lo material.
Hace poco más de un año, en esta bella ciudad se vivió uno de los eventos más tristes que me ha tocado presenciar, recuerdo perfectamente el domingo 14 de septiembre de 2014, el cielo estaba muy nublado, y no sólo anunciaba lluvia, entraría un huracán en la madrugada del 15; para las personas que como yo sólo teníamos una noción de lo que eso significa, tomamos solo algunas prevenciones como poner cinta canela en las ventanas, compramos algunas latas de comida y un poco de agua, unas velas y sólo eso, ya que no tuve acceso a más información de cómo prevenirme para un evento así.
En la noche no podía dormir, empezó a llover y a correr viento cada vez con más fuerza, por un momento pensé que los árboles caerían sobre mi casa, que los vidrios de las ventanas se romperían y las puertas cederían ante la fuerza del viento, claro que sentí miedo, mucho miedo; recuerdo que después de que pasó el huracán, aún pudo entrar la llamada de un familiar preguntando cómo estaba, le contesté que bien, fue la última llamada que pude recibir; por la mañana me di cuenta de que estábamos incomunicados, salí por dinero al cajero pero fue impresionante la escena de las avenidas, demasiado triste el recuento de los daños, negocios dañados, espectaculares doblados, bardas caídas, tinacos a mitad de avenida, techos, láminas, de todo encontrabas en las calles; pero lo que me impresionó, fue la mirada de las personas, todo era incertidumbre no había necesidad de palabras, teníamos miedo, sentíamos tristeza, no había energía eléctrica, no había suministro de agua potable —en mi caso solo contaba con un poco de efectivo, pero en el cajero vi la desesperación de algunas personas que decían que la quincena se había depositado, pero ¿cómo cobrarla? ... recuerdo que ese día pocos establecimientos abrieron y los víveres se agotaron, tuve que combinar un poco de refresco con agua pues no sabía cuánto duraría esa situación, al segundo día que abrieron los comercios se originaron filas y filas enormes; personas desesperadas comprando víveres, el agua era insuficiente o era que tratábamos de comprar lo más que podíamos. Poco después se empezó a escuchar el rumor de que en los Cabos todo era un caos, empezamos a ver cómo llegaban a la Paz por víveres, y los relatos de cómo estaban ellos no eran nada buenos. Por otro lado, al segundo día de que pasó el huracán aquí en la Paz, también me impresionó lo que vi en la mirada de las personas, es lo que hoy quiero resaltar, vi esperanza, y ayuda entre personas, los centros comerciales dejaban que las personas cargaran sus teléfonos celulares, que si bien no había comunicación, pensábamos que en cualquier momento se restablecería la señal del teléfono y podríamos saber sobre nuestros familiares, no le había dado tanta importancia a los medios de comunicación hasta en ese momento que anhelaba escuchar la voz de mis seres queridos, y me preguntaba cómo era que las autoridades se coordinaban para el envío de ayuda, tiempo después supe que las autoridades buscan la forma de comunicarse entre ellas; deseo aprovechar este espacio para hacer un reconocimiento a los militares,(en especial a aquellos que establecieron la comunicación de forma eficiente y oportuna para que se pudiera coordinar la ayuda) marinos, personal de la Comisión Federal de Electricidad, personal de Protección civil, asociaciones civiles, y todas aquellas personas que hicieron algo en los momentos de desesperación para hacer más llevadero ese evento tan triste.
De los eventos más difíciles y dolorosos podemos conocer lo mejor de nosotros, lo que somos capaces de hacer unidos; cuando se restableció la señal de internet veía spot donde las personas buscaban la forma de compartir agua, luz, ropa incluso comida, creo que aún hay esperanza de que podamos tener una mejor forma de vida, no esperemos a que los acontecimientos tristes nos forjen, no dejemos que las lecciones se olviden no dejemos de tener esperanza aún cuando los acontecimientos de la vida no sean lo bueno que esperamos.
Aún cuando las situaciones que vivimos sean devastadoras, tristes, trágicas, tomemos un tiempo para pensar que podemos renovarnos y ser mejores cada día; recordemos que gracias a esas lecciones —de fenómenos naturales o emocionales— tenemos la oportunidad de reconocer nuestras debilidades, asimismo de convertirlas en fortalezas para recomenzar con mayor entusiasmo.
¡El sol brilla con más fuerza después de la tormenta!