ANIMAL LOVERS O NO ANIMAL LOVERS
¿Necesitamos que nuestros diputados sean "animal lovers" o "amantes de los animales" para crear una estructura de respeto y compasión hacia otras especies?
La respuesta es un simple no. El tema de los derechos de los animales tiene que ver con el progreso moral en las prácticas diarias humanas, no con una preferencia arbitraria de usos y costumbres de nuestros gobernantes. Las personas reflexivas a lo largo de la historia han señalado diferentes tiranías, dando como resultado protecciones contra las mismas y no son pocos los que notan una desigualdad en la relación de los seres humanos y otros animales. Sin duda, hoy en día los seres humanos fincamos nuestra relación con otros animales en los términos de opresión y dominación sobre ellos usándolos de la manera en la que más nos conviene a nosotros.
No, nuestros legisladores no tienen que ser "animal lovers". Esperamos más de ellos. De hecho, si nos remontamos al pasado, quienes legislaron en favor de la idea de igualdad entre los seres humanos sin importar el color de piel, no fueron "amantes de los negros", y quienes profesaron repudio contra la discriminación por sexo, tampoco fueron "amantes de las mujeres". Para crear leyes de convivencia social es necesaria la reflexión, la investigación profunda y la discusión racional, en vez de su propio gusto como único regulador de su juicio.
De la experiencia de otros tipos de opresiones podemos decir que las diferencias naturales, como el color de piel, género o especie, no se convierten en diferencias culturales más que después de la decisión de explotar lo diverso para jerarquizar, ordenar y estructurar una visión del mundo en la que un grupo dominante se reserva el mejor papel.
Simplemente es una cuestión de evolución moral la que nos lleva a protección de los más vulnerables, de la búsqueda de igualdad en derechos, y la puesta en práctica de la compasión, el respeto y la paz social.
