BASURA, INFINITA BASURA
En el principio era la idea del consumo y el desecho. Llegado el tiempo se encarnó en la industria, se multiplicó y se justificó en el progreso. Ahora vive amparada en el desarrollo; y de la mano del crecimiento económico de los pueblos… ¿no es patético?
Como es ya costumbre, a poco de finalizar cada año, mis hermanos y yo, nos reunimos para festejar nuestra permanencia en el planeta. Esta vez nos agasajamos con barbacoa.
Al mayor le tocó traer los desechables; tenedores, cucharas, vasos de plástico, platos de unicel y servilletas. De paso, de su propio peculio, mercó una docena de espumosas no retornables. Al final, como todo terminó en el vientre o en la basura, sólo nos quedó la satisfacción de habernos visto y hablado.
La Tierra produce el sustento que mantiene vigente nuestra especie, que a su vez, produce millones de cosas que le brindan placer y felicidad momentánea. Luego, lo que queda de ellas se vuelve inútil, por lo que se etiqueta de indeseable. Y como a nadie place lidiar con desechos, mucho menos a los gobernantes en turno; que a menudo le sacan la vuelta; se hacinan por allí, sin ton ni son. Sólo cuando la consideran una verdadera amenaza la enfrentan timoratamente.
Las soluciones que proponen no van más allá de remedios temporales, simples mejoralitos, o como la pistolita al asmático, que ciertamente brinda un respiro, pero no destierra el problema. Y la basura sigue ahí, monstruosa y nauseabunda.
Esta es la realidad de nuestra pomposa sociedad posmoderna; intestino colosal, henchido de palpitante porquería.
Otra cosa fuera sí como el virtuoso rey Midas, tocando, sólo tocando, convirtiéramos lo inservible en oro. Así el problema se erradicaría de fondo. Pero como eso es poco probable que suceda, tendremos que seguir lidiando con nuestros desperdicios.
Nuestra basura es comparable a un embarazo no deseado (por nadie). El acto precedente se disfruta al máximo, pero se evita la responsabilidad del resultado.
La basura nace en el desamparo. Desecho al fin, se guarda en una bolsa de polietileno que luego se deposita en un contenedor comunitario (o en una esquina cualquiera), que finalmente aterriza en uno de los miles de tiraderos a cielo abierto, o, en el mejor de los casos, en un relleno sanitario que, como vergonzosas pústulas afean el rostro de nuestra Tierra.
Las repercusiones se vienen en cascada y se magnifican: ofensa visual, imagen vergonzosa para un país que presume de una rica cultura; fetidez, contaminación del entorno; de aire, suelos y acuíferos; enfermedad, epidemias y demás tiznaderas.
Si desde su origen, los desechos estuvieran debidamente clasificados en sus respectivos depósitos, se evitarían muchos problemas, empezando por disminuir la densidad de moscas con sus larvas y gérmenes. Así su potencial de enfermarnos sería mucho menor. Luego vendría su manejo, en donde el reciclaje final tendría un lugar nodal, incluso pudiera ser una industria exitosa y generadora de los millones de empleos que el país demanda, y que a los políticos les caería de perlas. Pero esto no es gratuito… hay que pensar, planear, organizar, invertir... ¡y sobre todo trabajar… y ser constantes! Por supuesto que no se trata de una enchilada con su queso rallado; pero podemos empezar por nuestras casas, colonias y municipios, para luego ir abarcando cada vez más territorio. Porque es evidente que resulta mucho más difícil, desgastante, y hasta frustrante darle la vuelta a un problema de tan grandes dimensiones y que continuará creciendo día a día, hasta convertirse en una pesadilla que nos ahogará en la mugre.
Antes del descubrimiento de la agricultura y las mieles de la sedentarización que dieron pie a la creación de las primeras ciudades (la civilización pues) la idea de basura no tenía la significación que hoy se tiene de ella.
Incluso cuando aun no aparecíamos en la comedia terrenal, la situación con respecto de los desechos era muy distinta a la de hoy. Consideremos por ejemplo a un mono que arroja entré la hojarasca la cáscara del banano que acaba de engullirse. La cáscara ¿es o no basura? Por supuesto que no, no existe el problema como tal. En unas cuantas semanas las bacterias y hongos habrán desintegrado la cáscara y liberado las sustancias que pasarán a ocupar otros espacios y otras formas en la trama biológica. Lo mismo pasará con sus excrementos o con su cuerpo finalmente muerto. La naturaleza posee sus propios medios y mecanismos para manejar desechos. Gracias a lo cual se mantiene la vida orgánica.
Pero hoy día no le resulta tan fácil. O ¿cómo le hace la naturaleza para desintegrar mil toneladas de basura que se han depositado en un tiradero? Basura compuesta en un 80% por restos de alimentos en descomposición, pañales sucios, papel embebido de suciedad, bolsas de polietileno, restos de vidrio, cartón, pintura; y, en un 20% por desechos de pescaderías, rastros y demás carnicerías; todo ello en una mezcla para el vómito? Difícil en verdad porque la capacidad degradante de la naturaleza se ve superada, alterada. Y a esto considere que otro día se verterán en el mismo lugar una cantidad semejante de desechos… basura nuestra de cada día.
Todavía aún más grave es que todas las cosas que tenemos en nuestras casas, es basura en potencia. Y si consideramos a los más de siete mil millones de habitantes de la Tierra, esto se convierte en un problema de lo más complejo.
Pero bueno un día el hombre apareció como especie racional y con él el orgullo y la prepotencia. Su inteligencia, con todo y sus 1600 cm3 de capacidad craneal, no tiene parangón entre las creaturas. Pero por ahora no ha podido resolver el problema que de continuar así, terminará por asfixiarnos.
Nuestro país produce alrededor de 50,000 toneladas de basura por año, y con frecuencia en muchas regiones no se sabe qué hacer con ella. Más aun, en muchas de sus grandes ciudades la recolección no se realiza, ni en los tiempos ni con la frecuencia necesaria.
La basura se amontona en los hogares, luego se hacina en las banquetas, donde se yergue en vergonzosas montañas de suciedad y podredumbre. La solución es inmediata: cambiarlas de lugar, alejarlas de ojo, apartarlas de la nariz, salvar niños y ancianos de la disentería; y al turista de volver el estómago... y a su país; y a los sistemas de salud, de una asquerosa epidemia.
Pero mover la basura de un lugar a otro, llámese basurero o relleno sanitario no resuelve el problema en sí. Una cosa es mantener la ciudad libre de basura y otra que cantemos victoria. Llevar la porquería a otro lado, es llevar el problema a otra parte, debemos desactivar la bomba, de una vez para siempre.
El problema de nuestra basura, es consecuencia de nuestra modernidad, de nuestro estilo de vida, es el precio de una sociedad de lo light y de lo fast, donde los sentidos han fincado su imperio. Es el precio de nuestra inconsciencia nacional, de nuestra incapacidad para encontrar soluciones definitivas.
El estilo de vida de los habitantes de los países desarrollados; que los habitantes de los países en vías de desarrollo emulamos felizmente; se caracteriza por altos niveles de consumo, motor de la mega industria y beneplácito de los capitalistas. Esto vuelve a la Tierra, tiradero colosal de inmundicias, erigiéndose un jinete apocalíptico.
Acciones como la reducción, reutilización y el reciclamiento de los desechos, es por ahora la mejor propuesta. Pero el país no cuenta con la infraestructura para convertirla en sistema nacional. ¿Y la industrialización de la basura? ¡Bien, gracias!, por ahora es más importante saber quién será el próximo Tlatoani.
Comentarios (4)
Chucha
Si pasaran por mi casa a llevarse la basura separada si la separaría (papel/carton, vidrio, plásticos y aluminio/metal, sin que me dieran nada a cambio, lo importante es hacer la diferencia.
Alicia
J.M. AGUNDEZ E.
si todos nos comprometemos a hacer cada vez más, el problema poco a poco ira cediendo.
Felicidades y saludos.
J.M. AGUNDEZ E.
saludos.