Crisol Internacional: “Blancas nieves del Kilimanjaro…”
Si preguntáramos a los grandes montañistas del por qué fijarse metas y escalar nos encontraríamos con una amplia cantidad de respuestas y una de las más sencillas y quizás más acertadas la dio el alpinista británico George Mallory cuando le preguntaron hace ya más de un siglo por qué intentaba ascender al Monte Everest, contestó “Because it´s there…” , “Porque está ahí …”
Para muchos de nosotros escalar una montaña o simplemente hacer senderismo hasta los altos de un cerro significa honrar su belleza, pero también saciar la curiosidad que como bien sabemos caracteriza a la raza humana, siendo una característica que ha impulsado al hombre desde hace tiempos muy remotos a surcar mares, perderse en selvas y llanuras y subir a lo más alto de las montañas y también viajar y explorar el espacio. Vale retomar también la cita del escalador francés Lionel Terray que dijo una vez, “la montaña quizá no sea más que un ingrato desierto de roca y hielo, sin otro valor que el que nosotros queramos otorgarle. Pero, sobre esta materia siempre virgen, por la fuerza creadora del espíritu cada uno puede a su gusto moldear la imagen del ideal que persigue…”
Para las mentes críticas quizás lo anterior no sean suficientes argumentos ya que resulta difícil expresar la sensación que se percibe desde lo más alto de las cumbres y sobre todo poder explicar y compartir a todo ajeno el impulso interno que nos permite soportar esfuerzos, pasar penurias, dificultades e incluso de manera más o menos inconsciente a arriesgar la vida. Pero para los alpinistas lograr llegar a lo alto de la montaña es más que haber cumplido una meta o un sueño, es vivir belleza, fraternidad y emociones puras y encontrar paz espiritual…
Históricamente las exploraciones geográficas han formado parte de la evolución y del desarrollo de la humanidad lo que ha consistido en viajar y conocer y explorar nuevos territorios y lugares recónditos; generalmente “con el propósito esencial de descubrir su ubicación geográfica y estratégica”, así como sus recursos naturales, sus tesoros culturales y el acceso hacia ellos, hallando y creando también nuevas rutas comerciales, incluyendo en fechas más recientes sus potencialidades para las actividades turísticas y recreativas. En estos recorridos y exploraciones por los Siete Mares no podía faltar el descubrimiento de importantes montañas y cordilleras como la del gran Kilimanjaro en África, que se ubica en el Noroeste de Tanzania y que en realidad no es una montaña, sino una formación rocosa constituida por tres volcanes enlazados en un eje Este-Oeste de 80 kilómetros de longitud.
Cabe mencionar también que cada uno de estos volcanes se formaron a lo largo de un período de millones de años y que tienen una compleja y reveladora historia sobre diversos tipos y momentos de actividad volcánica.
Los tres volcanes hoy inactivos llevan los nombres de Shira, en el Oeste que tiene una altitud de 3,962 m; otro es el Mawenzi, en el Este, con 5,149 m y el tercero es el Kibo, entre ambos, siendo desde el punto de vista geológico el más reciente y cuyo pico, el Uhuru, se eleva hasta los más 5,8918 m, constituyéndose como la cumbre más alta de todo el continente y la cuarta más alta del mundo, que se puede apreciar desde largas distancias como desde su vecino país Kenia. Hablar del Kilimanjaro es invocar aventura pura, nostalgia y una belleza natural emblemática, del paisaje africano eternizado y reflejado por el ya clásico escritor norteamericano Ernest Hemingway reflejado en su obra “Las nieves del Kilimanjaro” y llevado a la pantalla grande en 1952, protagonizados por dos ídolos de Hollywood de los años cincuenta: Ava Gardner y Gregory Peck. Al revisar la historia del descubrimiento de esta gran formación montañosa se encuentra una primera mención en Occidente hecha por el misionero alemán Johannes Rebmann, quien junto con su compañero Ludwig Krapf, descubrieron las nevadas cumbres del macizo en el año de 1848.Sin embargo, según los archivos documentales sobre el hallazgo su descripción, en la que hablaba de un pico alto, cubierto de nieve y... curiosamente tan cerca del Ecuador, fue acogida con escepticismo, incluso ridiculizada, hasta que los científicos y naturalistas de la época se empezaron a interesar más por la historia de la gran montaña africana…
El Kilimanjaro, conocida también como la montaña blanca o brillante y también llamado en masai, “Ngáje Ngái” o “la Casa de Dios”, aún encierra muchos mitos y leyendas y una de las más narradas de la tradición oral es atribuida a los Masai, valientes guerreros del Este africano que aún cuentan que “Hay un antiguo trono guardado en el Kibo y que Menelik, hijo del rey Salomón y de la reina de Saba, salió un día de su palacio para conquistar nuevas tierras más allá de las fronteras de su reino. El soberano logró victoria tras victoria, reuniendo grandes tesoros; pero, con el tiempo, se cansó de sus empresas y decidió volver a su tierra. Y entonces ocurrió que, al abandonar la región de la actual Tanzania, el camino que seguía se vio interrumpido de pronto por la inmensa mole del Kilimanjaro. Convencido de que el macizo era el lugar más alto de la Tierra y que por esa razón Ngai, su dios, había de vivir en su cumbre, Menelik decidió emprender la ascensión del monte en busca del apoyo de la divinidad, pues se encontraba enfermo y tenía el presentimiento de que su fin estaba próximo. Por lo tanto convocó a sus fieles guerreros para que le acompañaran hasta las proximidades del cráter, hasta el lugar de las nieves perpetuas. Pero desde este punto continuó solo, llevando consigo sus más preciados tesoros. Cuando alcanzó la cima, Menelik cayó en brazos de Ngai. El dios lo acogió amorosamente y lo llevó a un trono que había preparado especialmente para el animoso y decidió continuar su viaje solo con sus tesoros y cuando se sentó recobró súbitamente su salud y su vigor...”
Cuentan los escaladores en la actualidad que Menelik reina todavía allí, mostrando su benevolencia hacia cualquiera que suba al Kilimanjaro en honor suyo, pero su tesoro continúa siendo inviolable, enterrado profundamente en el hielo y bajo el ojo eternamente vigilante de Ngai. Desde entonces y hasta nuestros días, todos los escaladores que se aventuran en el interior del cráter afirman haber visto un solitario y extraño pináculo de hielo que se eleva, enigmático, en medio de restos de lava. Nadie sabe exactamente lo que es...pero según los reportes “todo el mundo quiere creer que este mudo y gélido monumento no es otra cosa que aquel fabuloso trono ofrecido a Menelik y que sigue en pie, eternizado, con la vida que le diera una leyenda...”
Como sean estas grandes historias sobre “Las blancas nieves del Kilimanjaro”, sus majestuosas rocas forman una barrera y un frente natural para los vientos monzónicos, cargados de humedad, los que barren el Este de África desde mediados de Marzo hasta Agosto y la densidad de los centros habitados está limitado por la cantidad de lluvia que cae en la región y a las zonas de vegetación del macizo que permite en sus faldas algunas actividades agrícolas, como el cultivo de variedades de vegetales, que van desde el trigo, cebollas, ñames, algodón y mandioca y en las zonas más bajas, los plátanos y también café en las regiones altas. Finalmente, muy válido lo que Hemingway expresaba en su novela sobre el Kilimanjaro: “El talento consiste en cómo vive uno la vida…”
P.S.:https://www.lamontanaesmireino.es/bienvenidos-a-la-montana-es-mi-reino/por-que-escalar-montanas/
https://www.nomadatrek.com/informacion-kilimanjaro/
https://historiaybiografias.com/kilimanyaro1/, https://historiaybiografias.com/kilimanyaro/