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Crisol Internacional: Edición Especial # 200: “De vuelta en casa, Hattorf am Harz, Alemania”

Escrito por Andrea König Fleischer en Viernes, 08 Junio 2018. Publicado en Aventura, Crisol Internacional, Cultura, Sociedad

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¿Cómo nos sintiéramos si nuevamente pudiéramos correr o pedalear una vez más sin grandes preocupaciones y libremente por las calles de nuestro pueblito o ciudad natal; el lugar de nuestro origen e inicio de la vida, donde se encontraba nuestra cuna y nuestro primer hogar y  en donde siempre estarán protegidos los mágicos recuerdos y las  dulces travesuras de nuestra  infancia?  El retorno a aquella  “Edad de Oro” cuando TODO lo imaginable ERA POSIBLE, todo era aventura y cuando los rasguños y los moretones de las caídas eran también la oportunidad de un cálido “apapache” familiar. Esto no solamente le sucede a los que hemos vivido lejos de nuestra TIERRA natal, todos pueden comprender esta nostalgia melancólica y también aquellos dispuestos a re-descubrir su Yo interno a través de los recuerdos y remembranzas de la infancia y de la juventud más significativas. Entonces, re-encontrarse con el pasado para vivir más conscientemente el presente es un buen ejercicio para hallar un equilibrio emocional, ya que al recordar nuestras raíces,  el individuo tiene la posibilidad de crecer espiritualmente apreciando y atesorando un legado formativo y cultural de valores y principios de los que no deberíamos separarnos nunca y de los que siempre nos deberíamos sentir afortunados…

Dicen los críticos que las historias personales pueden carecer de objetividad, sin embargo son las historias personales los que han cambiado el rumbo de la historia misma y los que orgullosamente siguen i inspirando  y motivando a miles de personas alrededor del mundo. Nuestros lugares de origen juegan un rol determinante en nuestras vidas y  por ende en nuestro porvenir. No se trata de nacionalidades, se trata de las raíces formativas que calladamente moldearon desde el principio lo que ahora somos. Así rodeado por tupidos bosques siempre verdes, aún en los inviernos y con el susurro lejano de dos riachuelos el Sieber y el Oder, acompañados por el concierto  de las puntuales  campanadas de las Iglesias de St. Pankratius y de Sta. Hildegarda, existe Hattorf am Harz, mi pueblo de origen que se encuentra ubicado al Sur del Estado de Baja Sajonia en Alemania, a unos 100 kms  de la ciudad capital Hannover en las faldas de las montañas del Harz, literalmente  ubicado en el corazón de Alemania.

Sobre este lugar y según los archivos históricos del año 952 D.C. existe ya una constancia comprobada de la primera mención sobre la existencia de mi este mi pueblo, haciendo alusión específica a que el emperador Federico I.  o famoso personaje histórico llamado Barbaroja, otorgo esos latifundios a su primo Enrique, conocido también como el León, siendo definitivamente tierra de caballeros, espadachines y  uno que otro bandolero, pero sobre todo, de gente del campo muy trabajadora y también de hábiles comerciantes, cuyos descendientes  sobrevivieron los estragos de la Guerra de los 30 Años (1618-48), después la peste y las dos Guerras Mundiales, así como también la amarga  experiencia de la división política de Alemania Oriental y la Occidental y finalmente el proceso de la reunificación.

Los primeros asentamientos humanos se dieron en  la zona conocida como  el Grabendorf, ya que en las colindancias de la iglesia que por su ubicación a  180 metros  sobre nivel del mar  era el lugar más seguro para construir y fincar a salvo de la posibilidad de inundaciones y así se construyeron en su cercanía  también el molino, la casa de la parroquia y la primera  escuela. La antigua  torre de la iglesia protestante con sus 22 metros de altura pudo haber sido parte de un castillo, aunque esto y hasta la fecha nunca ha quedado bien resuelto. Este misterio, gracias a unas excavaciones y el hallazgo de un túnel y rastros  posiblemente de una  fosa protectora en sus inmediaciones nos recuerdan definitivamente de su pasado milenario y que en mi niñez era parte indispensable de escondites y sitios preferidos de juego y aventuras eternas a la que bautizamos  con el secreto nombre del “Triángulo Plateado”, donde TODO podía pasar: la aparición de fantasmas, momias, piratas, indios y vaqueros y bichos raros. Un mundo simplemente genial donde la infancia y amistad con los hijos de los vecinos se sellaba como un pacto incondicional de lealtad y confianza mutua de por vida…

En Hattorf am  Harz, los largos y por lo general  muy fríos  inviernos eran también la oportunidad de leer mucho, escuchar con atención las apasionantes  historias de los mayores, a veces acompañado por voces y canciones de la radio en las noches. Pero también era el tiempo de jugar en la nieve y mostrar valentía durante las  “batallas  campales” con bolas de nieve o andar a la máxima velocidad posible en los esquís y los trineos por las colinas cercanas,  lo que a pesar de los múltiples caídas,  golpes y moretones, era una vida de lo más divertida, sana y entretenida  en este, mi pueblito.

Con el paso del tiempo la aldeacreció no solamente en habitantes, sino también en actividades, algunas lucrativas, producto del “milagro económico” que vivía el país entero y  a pesar de que la vieja fábrica de hilos cerró sus puertas,  la fábrica de muebles se expandió y  prospero, al igual que algunas de las granjas. Además, empezó el turismo desde Holanda y Dinamarca durante la época veraniega, convirtiéndose Hattorf entoncescon más de 4 mil habitantes y una extensión de aproximadamente 30 km² en uno de los destinos turísticos preferidos, más grandes del Estado de Baja Sajonia, ideal para unas vacaciones muy relajadas y lejos del  bullicio de las grandes urbes. Aquel rostro idílico del pueblo  con  sus rincones,  callejones, casas de fachadas restauradas con vigas de madera y techos de tejas rojas afortunadamente se ha mantenido bastante intacto y sin perder su amigable trato, así también las sonrisas de la mayoría de sus habitantes y el  prácticamente obligatorio y franco saludo matutino:”Morgen” o “Buenas” se oye por doquier, pasado de generación en generación manteniendo la unión de su comunidad. Otra marca o  signo peculiar para el asombro de muchos son la llegada de las cigüeñas, símbolo de la fertilidad y del buen augurio que estacionalmente admiramos durante nuestra infancia y que después de muchos años volvieron para hacer sus nidos sobre las viejas chimeneas de la lechería, recordándonos que en un ambiente armonioso es posible la paz y la felicidad.  Asimismo, no es mera coincidencia que el pintor y  poeta Wilhelm Busch, pionero sui generis de los comics  satíricos alemanes y creador de los traviesos “Pilluelos” o en alemán  Max und  Moritz” se sintiera siempre inspirado al visitar a su tío, el cura en ese entonces del pueblo y en donde seguramente durante alguna noche bohemia en la taberna local aprendió que “La buena conversación no consiste en decir cosas ingeniosas sino saber escuchar tonterías”…

Hoy Hattorf am Harz ofrece al visitante muchas opciones de esparcimiento, deporte y simplemente el de su encanto  natural del paisaje que lo enmarca. También está  la siempre muy concurrida  y refrescante alberca pública o  la posibilidad de realizar un emocionante partido de boliches o bien, animar las jugadas del equipo de futbol local,  el FC Eintracht  Hattof,  o simplemente visitar los establos con los caballos de raza pura, listos para un paseo por los prados a lo largo de los riachuelos y  el  lago que es de más reciente creación. También se pueden emprender excursiones en bicicleta  o bien senderismo por la campiña con un buen picnic y sabrosos bocadillos a base de panes, salchichas, embutidos y quesos, o  vuelos en aviones tipo lightplane o gliders para desde arriba asombrarnos también de sus bellezas al cambiar de perspectiva y sobrevolar las montañas,  colinas y  bosques. Así,  al caminar por sus estrechas calles uno puede descubrir el pequeño parque público, centro obligado de encuentro de jóvenes y cruzar los puentes del Oder y Sieber, parando en la vieja estación de trenes o visitar los cafés,  la nevería,  las tabernas, las carnicerías y la primera fábrica de embutidos de toda la región con las salchichas rostizadas más deliciosas del mundo entero, la papelería, la peluquería, la ferretería, la zapatería, que reflejan sobretodo el espíritu de lucha y sobrevivencia de muchos negocios familiares tradicionales, donde todo aparece aún en su sitio como lo fue antes pero con un ligero toque ya más moderno, pero aun conservando el estilo, trato y  el aroma del ayer, donde la gran mayoría de la gente se conoce, con gusto se saluda y cuando hace falta solidariamente se ayuda, un pueblo que garantiza que si lo visitas jamás lo olvidarás porque que te dice desde tu llegada:  “Estás de vuelta… en casa, en Hattorf am Harz”…


P.S.: http://www.hattorfamharz.de/

https://home.meinestadt.de/hattorf-am-harz

https://www.outdooractive.com/de/radrouten/hattorf-am-harz/radfahren-in-hattorf-am-harz/2521269/

https://www.harzlife.de/harzrand/wilhelm-busch-hattorf.html  

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