Crisol Internacional: “En el extremo de la pobreza, Burundi”
Hay tiempos y espacios donde reflejamos y ahondamos en quejas sobre la vida cotidiana o sobre algún episodio en particular desaventurado o bien sobre alguna carencia, situación incómoda y también abundan innecesariamente espacios periodísticos que recaen en temas absurdos, totalmente inconsecuentes, ya que la mayoría de estas “quejas” tienen tarde o temprano una solución posible y ésta depende del involucramiento no… de nosotros mismos. Así, nos debemos preguntar si para vivir más feliz no sería mejor QUEJARNOS MENOS Y ACTUAR MÁS POSITIVAMENTE. No se trata de tomar las cosas a la ligera, pero tampoco de exagerar o sobredimensionarlas. Abundan también dichos populares sobre la fortuna, buena suerte y felicidad y definitivamente cada uno de nosotros forja irremediablemente su propia vida.
Al respecto existe una fábula popular que narra que un hombre se encontraba en un auto de lujo último modelo, luego pasaba un auto no tan de último modelo y el hombre del interior soñaba con el hombre del auto último modelo y lo que su círculo de amistades dirían de él por tener ese carro, luego el hombre que iba en su modesto auto era observado por un hombre en bicicleta, este hombre se preguntaba porque no puedo tener un auto como el del auto módico, me ayudaría a llegar más pronto, de pronto una persona que iba a pie vio al de la bicicleta y dijo a si mismo: “Lo que yo daría por tener una bicicleta así podría llegar más rápido al trabajo”, en eso paso un hombre sin piernas en silla de ruedas pensando: “Que daría poder tener piernas para poder caminar… y quizás algún día recorrer el mundo” y por si fuera poco, otro hombre atado a su cama en algún lugar del mundo dijo: “Qué daría yo por poder ver la luz del sol y poder tener una vida normal?”…
Este relato nos puede motivar a hacer una profunda reflexión sobre nuestro bienestar, comodidad y el creciente materialismo en el mundo actual donde: “querer tener más y más” ha sido durante las últimas décadas el lamentable reclamo de muchos en las nuevas generaciones, sin considerar qué pasa con aquella parte de la población mundial que día tras día lucha por su mera sobrevivencia y que se tienen que conformar apenas con un lo más mínimo y al respecto resalto que estamos hablando de una realidad que abarca aproximadamente a más de 700 millones de personas que se hallan sumida en la miseria, lo que representa según el informe Global Monitoring Report el 9,6% de la población mundial, documento elaborado conjuntamente por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Este drama humano obviado cotidianamente por muchos de nosotros que no desean saber que está ocurriendo en su máxima expresión en la región de los grandes lagos de África Oriental, en Burundi, país que limita al Norte con Ruanda, al Sur y al Este con Tanzania y con la República Democrática del Congo al Oeste, careciendo de acceso al mar.
Esta nación africana fue durante cinco siglos la legendaria tierra de varios pueblos, los Twa, Tutsi y Hutu y después fue gobernada durante más de doscientos años como un solo reino por el pueblo Tutsi, hasta que llegaron las fuerzas coloniales de Bélgica y Alemania en búsqueda de metales preciosos y recursos naturales valiosos. Hoy, según los informes correspondientes del Banco Mundial, Burundi cuenta con una población estimada de aproximadamente 10,5 millones de habitantes y es uno de los países más pobres del mundo: la tasa de pobreza asciende al 66,9% de la población. Tras un decenio de guerras civiles y particularmente la muy sangrienta y larga época de 1993-2005, que no ha permitido que el país avance y que sigue sin recuperarse, careciendo de infraestructuras sanitarias y médicas apropiadas y de centros educativos adecuados, lo que limita drásticamente su desarrollo.
Al presentar algunas cifras precisas sobre la cruda realidad de vida cotidiana en Burundi, nos podemos formar una idea más clara sobre lo que puede significar vivir en POBREZA EXTREMA, llena de carencias y sufrimiento, pero también de deseos, anhelos y sueños como en el resto del mundo. El promedio de la esperanza de vida asciende actualmente a tan solo 50.4 años, siendo curiosamente Burundi la tierra de las personas más altas del mundo, ya que la altura promedio de las mujeres es de 1.75 metros y de los hombres 1.93 m. Tristemente la Malaria, el VIH y las enfermedades gastrointestinales son algunas de las enfermedades más frecuentes y que no han podido ser controladas porque la cobertura médica y el abasto de medicamentos es real y alarmantemente escaso: habiendo actualmente un solo médico para atender a más de 30 mil habitantes, dato que ilustra con claridad las dramáticas deficiencias existentes. En cuanto al desarrollo educativo, la alfabetización adulta masculina apenas cubre el 50% de los habitantes y la femenina es apenas cercana a un 25%. Según los datos recientes de la UNESCO, el 70 % de los niños recibe educación y aunque la escolarización es obligatoria hasta los 12 años lamentablemente los niños no tienen mucho tiempo para estudiar ya que uno de cada cinco menores es obligado a trabajar para ayudar con las necesidades familiares. De hecho, los que más sufren estas precarias condiciones son los niños. El índice del respeto de los derechos del niño en el país, creado por la Asociación Humanium, es de sólo 4.67 puntos en una escala de 10, lo que corresponde según la clasificación al nivel “negro” que significa que la situación es muy grave. Al respecto el Programa Mundial de Alimentos reporta que casi el 60% de los niños menores a 5 años sufren desnutrición y el 80% de su población vive por debajo de la línea de la pobreza, es decir con un equivalente de menos de 2 dólares al día y por lo mismo Burundidepende económicamente de la ayuda humanitaria externa proveniente de la comunidad internacional, de algunos gobiernos y organizaciones civiles y religiosas con miles de voluntarios alrededor del mundo.
La historia de Burundi es trágica y no es única y no deja de ser un llamado a nuestra consciencia y sensibilidad, especialmente la próxima vez cuando quisiéramos quejarnos de algo verdaderamente trivial o insignificante, ya que la mayoría de nosotros tenemos SALUD, AGUA, ALIMENTO, UN TECHO SOBRE NUESTRA CABEZA, UN TRABAJO O UNA ESCUELA A DONDE IR……es decir algo que agradecer y definitivamente con un poco más de voluntad y menos indiferencia podríamos apoyar para que menos personas vivan “En el extremo de la pobreza” no solamente en Burundi, sino en otras partes del mundo …
P.S.: https://www.oxfam.org/es/paises/burundi
http://www.fides.org/es/news/63304-AFRICA BURUNDI
https://datos.bancomundial.org/pais/burundi
https://www.unicef.org/spanish/sowc09/docs/SOWC09-Panel-4.5-ESP.pdf
www.lavanguardia.com/vangdata/.../cuanta-gente-mundo-situacion-extrema-pobreza.ht.