Crisol Internacional: “Excursión al pasado, haciendas coloniales, México”
La posibilidad de poder viajar en el tiempo siempre ha ejercido y aún ejerce una relativa
fascinación en la mayoría de nosotros y por lo mismo causa conjeturas, ideas y fantasías muy
especiales, probablemente subjetivas, y también a la vez genera ilusiones, emociones y muchas interrogantes. Imaginarse al México, lindo y querido de ataño puede invocar un sinnúmero de recuerdos retratos y relatos auténticos y por supuesto controversias sobre los distintos momentos y condiciones históricas, socio culturales y políticas… y tal vez llegaríamos a cierto cuestionamiento de si “los viejos buenos tiempos realmente han existido…”, o replantear la pregunta de “si ha habido belleza, lindura, arte y buenas costumbres en el pasado…?
La respuesta a lo último puede ser afirmativa si examinamos el caso del origen de las haciendas coloniales de México las que definitivamente representan y reflejan estilos arquitectónicos únicos e icónicos de nuestro país, con y a pesar de encerrar muchos secretos y no solamente de los románticos e idílicos, sino también de hechos oscuros, violentos y amargos. El origen y la historia de estas magnificas construcciones aún se preserva en muchas regiones del país y según las investigaciones correspondientes tiene en común que “surgieron a partir del siglo XVII con las primeras encomiendas de tierra que la Corona española otorgara a sus soldados del más alto rangos los que posteriormente se consolidaron como un pilar de la economía colonial con una prosperidad característica del México Novohispano.”
Etimológicamente hablando se trata de:”un sistema de propiedad de origen español,
concretamente andaluz;” ese modelo fue importado a América durante la época virreinal y el
Diccionario de Autoridades, en el año 1734, la define como “las heredades del campo y tierras de labor que se trabajan para que fructifiquen.” Por supuesto podemos preguntarnos sobre el cómo surgieron y se expandieron las haciendas en la época colonial? Las fuentes documentales señalan al respecto que: “La hacienda tuvo su origen en la substitución del tributo en especies, como forma de aprovisionamiento de los colonos, para una producción específica destinada a satisfacer las necesidades de los europeos, así como de la propia fuerza laboral agrícola, ganadera y minera.”
Desde luego se trataba de un sistema de explotación controlada por los llamados hacendados y que en muchos casos ocurrieron y generaron injusticias, infamias y en lo que hoy estaríamos
hablando también de “violación de los derechos humanos” que en aquellos tiempos aún NO se
defendían como en la actualidad; sin embargo, también hubo haciendas con un trato humano y digno hacia los súbditos, siervos y vasallos.
Hablando de las fundaciones de esos feudos se encontró también que por ejemplo “la economía de los pueblos de los valles de México y Toluca, que actualmente forman el Estado de México, que tuvo su base en la agricultura y se organizó principalmente en unidades productivas conocidas como “haciendas.”; esta forma de propiedad territorial fue la riqueza más prestigiada a principios del siglo XVII…” y desde luego contribuyó significativamente al desarrollo de la región aledaña.
Probablemente tengamos cierta curiosidad por la vida y costumbres en estas fincas y tenemos que imaginarnos una jerarquía bastante marcada entre hacendados o propietarios, administradores, capataces y peones, así como los empleados domésticos dedicados a la llamada “casa grande”, preparando las diversas comidas, las festividades y ceremonias durante el año, relacionadas directamente con los ciclos naturales de las cosechas y la producción.
También se puede y debe diferenciar entre las diversos tipos de haciendas según el tipo de
actividades desarrolladas encontrando las “azucareras, cerealeras, ganaderas, pulqueras,
henequeneras y también las haciendas de productos tropicales”, siendo llamadas cerealeras
ubicadas en su mayoría en las tierras altas y medias de la Meseta Central, mientras que las
ganaderas ocupaban las zonas marginales, sobre todo en el Norte del territorio. Mientras que las haciendas azucareras y de productos tropicales florecieron en las tierras bajas de clima caluroso, dedicadas a la extracción de los productos primarios de hace más de dos siglos y al respecto tenemos que tomar en cuenta el poco avance de la tecnología en esas épocas y realmente un trabajo arduo de la tierra con jornadas extenuantes de sol a sol. En el caso de las haciendas azucareras esas se ubicaban primordialmente en el hoy Estado de Morelos, en Jalapa, Veracruz y algunas zonas de Michoacán.
Las fuentes documentales señalan también que:”Las tierras apropiadas para cultivar caña de
azúcar tenían un precio elevado y al costo de la tierra había que agregar el del agua, además de que la mayoría de los hacendados tenía que construir acueductos, acequias y canales para
conducir el líquido a sus haciendas.” La fábrica, que era el ingenio o trapiche propiamente dicho, constaba de diversas salas. En el cuarto de molienda se exprimía el jugo de la caña por medio de un gran molino formado por tres rodillos giratorios, impulsados por fuerza animal o hidráulica.
Después, el jugo pasaba a través de canales hacia el cuarto de calderas, donde hervía en diversas calderas de cobre, con el fin de purificarlo y para que el azúcar se cristalizara. Luego, la masa se colocaba en conos de barro y se dejaba que las mieles escurrieran de los conos en el cuarto de purgar, para luego blanquear el azúcar. Finalmente, los conos de azúcar se secaban al sol, en asoleaderos con techos móviles, una técnica rudimentaria pero muy eficaz en sus tiempos.
En este instante tenemos que llevar nuestra imaginación a una fábrica de aquellos tiempos como una sólida construcción de ladrillos y tabiques, con una iglesia bien edificada y señalada en su cercanía, así como la “casa grande “de los dueños de la finca, además de las viviendas para los administradores y los que en aquellos tiempos eran considerados como hombres no libres o esclavos residentes. Asimismo, siempre se encontraban varios tipos de talleres de carpintería, herrería y alfarería, lo que permitía fabricar y reparar la mayoría de los implementos agrícolas, maquinaria, herramientas y demás utensilios del ingenio. Las haciendas cerealeras tenían sus propios molinos, mientras que las ganaderas comenzaron con la exportación de pieles y cebo, indispensable para la elaboración de velas y jabones hacia España. Hablar de las haciendas pulqueras, es decir de la extracción del agave para destilar una bebida alcohólica, es un gran tema con ganancias jugosas tanto en el territorio nacional como en Europa, que incluso empezó a desplazar a la actividad ganadera en algunas zonas, impulsando las llamadas pulquerías en la Ciudad de México. Como sea la historia breve de las haciendas mexicanas, remanecientes bellezas arquitectónicas de ataño, conservando algunas aún su encanto e historia para el visitante contemporáneo que busca justo eso una “Excursión al pasado.” y quizás el reencuentro con uno mismo en el HOY…conociendo a las Haciendas de Acamilpa, San Gabriel o la De Cortés en el Estado de Morelos, Xcanatúm o San Pedro Ochil en Yucatán para simplemente mencionar algunos de los tesoros coloniales de México para el mundo…
P.S.: https://haciendasdemexico.org/blog/47/cual-es-el-origen-de-las-haciendas
https://expansion.mx/inmobiliario/2020/06/24/arquitectura-de-las-haciendas-coloniales-de-
mexico
https://www.mexicodestinos.com/blog/10-haciendas-antiguas-bonitas-mexico/