Crisol internacional: “La Paz… es de Todos”, Edición Especial # 100
Puede resultar riesgoso, igualmente polémico y por supuesto subjetivo, el querer que escribir sobre el lugar dónde uno radica y mucho mas siendo extranjero, tratando de mantener un buen criterio observador. ¿Con qué derecho puede uno emitir opiniones sobre un sitio qué “apenas” conoce y donde se encuentra como residente, o más bien, como un invitado especial; siendo a la vez, una persona que tiene que cumplir con los derechos y obligaciones como cualquier otro ciudadano nativo. Además, ¿qué se puede aportar que los lugareños no lo sepan ya? Tal vez la respuesta es ofrecer una perspectiva y experiencia distinta a la de todos los originarios y que mejor momento que la publicación de este Crisol Internacional ,que con esta aportación llega ya al # 100 en su Edición Especial , y en esta ocasión se dedica a La Paz, Baja California Sur, México.
Ahora bien, cuántas personas en la actualidad se desplazan con mucha naturalidad de un lugar a otro por trabajo, estudios o simplemente por placer, mientras que otros están forzados a tener que migrar por motivos políticos, económicos y sociales, dejando su patria atrás, en busca de una mejor vida y con un futuro aún incierto. Vivimos literalmente en la era global de nuevas y masivas oleadas de migraciones, como no se habían visto desde las Grandes Guerras y a la vez, qué AFORTUNADOS somos todos nosotros, que hemos podido elegir libremente nuestro camino y construir un nuevo porvenir al salir de un país a otro por interés, por gusto y voluntad propia y aún más dichosos todos aquellos que pudimos conocer este inigualable PUERTO DE LA ILUSIÓN que es La Paz, Baja California Sur, México. En mi caso fue por primera vez en los años ochentas, viajando, estudiando y trabajando por aquí y por allá para retornar y convertirnos después, poco a poco y muy tranquilamente en Sudcalifornios. Es decir todos aquellos que NO nacimos aquí, PERO que nos enamoramos y arraigamos en esta tierra tan mágica y misteriosa a la vez, cerca del Trópico de Cáncer, entre Mar y Desierto, bañados por las olas del Pacífico y por las del “Acuario más grande del Mundo” según el famoso Jaques Cousteau, el Golfo de California, en un paisaje enmarcado por unos atardeceres verdaderamente espectaculares y ubicado en una zona de huracanes, dónde todo, absolutamente todo pueda pasar en un solo día de nuestras vidas…
En un pasado remoto nuestra actual Ciudad de La Paz, originalmente llamada Las Cruces, fue la tierra salvaje de los indios guaycuras, rodeados por muchas leyendas e historias pero también caracterizados por un espíritu inquebrantable que ante la llegada de los misioneros europeos no se avasallaron. Indudablemente desde aquellos días de Hernán Cortés, no solo ya han pasado casi cinco largos siglos, sino también han arribado y partido muchos viajeros, ha habido avances, cambios y transformaciones del ambiente y sin duda de su pueblo. Vivimos en una bahía no sólo de las más hermosas sino también más grandes del mundo, la Bahía de La Paz, bendecida con más de 300 días garantizados de sol al año. Es esta la misma bahía que Fernando Jordán poéticamente en el Otro México describió (1951) “como lago de pescadores, cuna de alto porcentaje de los marinos de todos los mares mexicanos y nido de piratas en potencia”…
En nuestros alrededores aún se preserva una flora y fauna natural extraordinaria tanto terrestre como marina, que han fomentado la vocación turística del puerto, convirtiéndolo en un destino internacionalmente reconocido, exclusivo para algunos viajeros, alternativo y ecológico para otros. Hoy, La Paz está en todos los medios modernos de comunicación, en las redes sociales y blogs de viajes, así es posible desde cualquier lugar remoto, ya sea desde el Lejano Oriente o del Norte de Europa emprender un paseo virtual por La Paz vía “youtube”, consultar las sugerencias de “Lonely Planet” o “National Geographic” o acudir a “google maps” para explorar La Paz que es… de TODOS, si la sabemos cuidar bien.
Sin embargo, este tour nunca será igual, al que todos los afortunados que vivimos aquí podemos hacer por nuestra cuenta y que deberíamos volver a valorar antes de que sea demasiado tarde y nos gane la apatía, la flojera, la indiferencia o si acaso el miedo ante los recientes acontecimientos de inseguridad y violencia que han estado golpeado lamentablemente a nuestra ciudad capital y sus alrededores. ¿Porqué no volver a dar un paseo por sus callejoncitos, algunos aún empedrados, otros de tierra, recordando aquel pasado nostálgico de las primeras carretas y automóviles trepando hacia el balneario del Corumuel, visitar las pocas Misceláneas y tiendas de Novedades que aún se resisten ante la incesante invasión de las tiendas de autoservicio, recordar a los artesanos y sus musas, los mercaderes, los veleros y los pescadores en el muelle, los vecinos tomando el fresco en su porche?…Para así reencontrarse con los senderos modernos, algunos marcados con los inconfundibles “baches” que se forman después de las copiosas lluvias del verano, contemplando cómo las antiguas construcciones buscan una armonía en un estilo moderno y mezclado incluso por instantes de forma bizarra, de dulce caos y ruido citadino o bien, saboreando una deliciosa nieve en el Malecón, nuestra siempre bella vía costera o probar unos sabrosos elotes durante el recorrido o porque no aventurarse hasta los “Cocos” que saben a frescura y brisa del Corumuel? Y si esto fuera poco, siempre quedan los riquísimos tacos de pescado y mariscos, el pescado preparado de mil y unas maneras, las almejas chocolatas y como habitantes del Noroeste Mexicano, los tacos de carne asada, los burritos de machaca, las tortas y los “hates” paceños que ya se están popularizando también entre los visitantes extranjeros. En La Paz contamos con expresiones culinarias tan variadas como su población, que hoy es multicultural, expresando sabores y aromas que puedan seducir al paladar más consentido.
Quizás seamos de los privilegiados que hemos podido entrar a visitar alguna de las antiguas casonas o un pequeño departamento acogedor para convivir con las familias paceñas, escuchando las traviesas risas de los niños corriendo en shorts y chanclas y las maravillosas historias de los mayores, sosegadamente acurrucados en un cómodo sillón, irradiando una alegría íntima del hogar. Es ahí donde aprendimos que el “¡Mé puchi!” es más que una simple expresión de asombro o de desagrado, es un distintivo cultural de la región que marca su espíritu y a la vez su originalidad que va más allá de sus fronteras, porque el visitante siempre recordará a La Paz o más bien La Pa´ por su típico dialecto regional y sus modismos, que invariablemente por la costumbre siempre le ganarán a cualquier sincero esfuerzo por perfeccionar a la gramática de la lengua española.
Entonces, la calidez de la hospitalidad paceña queda como un valioso “souvenir” del viaje, al igual como la serenata matutina de sus gallos, perros y los primeros arrancones o martillazos en los talleres mecánicos dispersos casi por toda la ciudad, recordándonos que aún estamos en PROVINCIA, donde hasta el inconfundible ruidito de la carrera de sus “Peseros” será algún día memorable para aquel que tiene que partir y también para el que se queda; consciente de todo este escenario bullicioso y típico que se debería atesorar de alguna forma, para poder heredarlo a las futuras generaciones, estas remembranzas de un presente no tan perfecto, pero sí muy autentico, sean o no “Paceños” o “Sudcalifornios” porque “La Paz… es de TODOS”.
Sólo nos queda por re-descubrir la esencia misma de La Paz y llevar el verdadero significado del origen de su nombre en el corazón y en la mente para actuar con respeto y más esmero dando un mejor ejemplo desde nuestros hogares “paceños”, en vez de criticar mórbidamente a los gobiernos que van y vienen. No hay que dejar que OTROS hagan la “chamba” por nosotros y nos arrebaten lo que se podría considerar como sagrado, “La Paz”, antes que sea demasiado tarde y nos invadan “modernos piratas” y entonces sí, tendremos razón de queja y lamento, ya que perdimos este, que es todavía un paraíso terrenal… nuestra LA PAZ.