Crisol Internacional: “La vida a través del cristal… Murano, Italia”
Quizás algunas veces nos hemos preguntado sobre la fragilidad misma de la vida, especialmente durante tiempos difíciles como ahora para nuestra salud, integridad y bienestar. Son justo estos momentos que se nos brinda la oportunidad de poner en una balanza lo realmente importante para nosotros y así tomar más consciencia sobre nuestro estado, condición y las posibles soluciones y rumbos. Sorprendentemente para muchos, esta misma vulnerabilidad resguarda una fortaleza que nos impulsa a salir adelante. Bien lo afirman los psicólogos que: “nuestra fragilidad es siempre interesante de examinar porque nos motiva a reflexionar y evidentemente, nos hace sufrir de cierta manera, ya que nos obliga a evitar ciertos entornos estresantes, competitivos e inestables.” Dicho en otras palabras, reflexionar sobre nuestra fragilidad nos abre los ojos, para no decir el mundo, y nos volvemos más prudentes y cautelosos, deshaciéndonos de la idea de que somos “omnipotentes e indestructibles” y también que como seres frágiles y sensibles “disponemos, por fuerza, de la inteligencia de la supervivencia, ese sentimiento exacerbado de que somos vulnerables y hay que tener cuidado con todo, de antemano y siempre”…
Todo lo anterior visto de otra manera nos permite encontrar una singular delicadeza y belleza en esta fragilidad como si fuera una esfera personal hecha de cristal, en la que literalmente se puede ver reflejado el mundo que nos rodea y particularmente aquel, espacio creativo y de ensueño, extremadamente refinado, artesanal y airoso, que es el mundo de la cristalería delicada, como el que se encuentra frente a la eterna Venecia en la Isla de Murano en Italia, sitio internacionalmente reconocido por su finísimo cristal que se produce allí y que dio origen a su nombre “Cristal de Murano.” Al igual que Venecia, Murano es un archipiélago de islas, que fue fundada por los romanos y que en sus inicios vivió de la pesca y de la producción de sal. Fue posteriormente en el 1291, cuando el uso, costumbres y el destino de la Isla de Murano cambio completamente, debido al riesgo de los incendio de las cristalerías que existían todas en Venecia y que según fuentes documentales se incendiaban con facilidad, por lo que fueron mudadas hacia la Isla de Murano como si fuera una “fábrica flotante”, concentrándose así en ella la producción de vidrios y espejos.
Casi mágicamente tanto por la concentración de cristalerías y la calidad del vidrio que se producía (y se produce) lo que permitió que la Isla de Murano rápidamente se volviera famosa por toda Europa, y la que durante mucho tiempo fuera la mayor productora de espejos y cristales; tanto así que los maestros cristaleros gozaban de privilegios como la inmunidad política y judicial, además del singular permiso de poder casar a sus hijas con los hombres más importantes de Venecia. Sin embargo, gozar de estos prestigios no era gratis, ya que no podían dejar Murano o Venecia para mudarse a dónde quisieran y si alguno de ellos abandonaba el reino eran perseguidos existiendo para ellos la pena de muerte o bien, “cuando tenían piedad, la perdida de las manos.” Aún así muchos lograron escapar llevándose con ellos el arte y secretos aprendidos a otras regiones más allá de los Alpes como Alemania y Bohemia…
Actualmente bien, puede constatar el visitante que la pequeña Isla de Murano con apenas 6 mil habitantes, refleja un ambiente netamente artístico, enmarcado por casas de estilo renacentista, todas muy coloridas en tonos pastel, sobresaliendo el icónico faro blanco como imperecedero guardián de todos estos tesoros preciosos labrados a mano. A pesar del paso del tiempo y la modernidad, además del creciente comercio y la competencia feroz; la producción de objetos de cristal se mantiene como la más alta expresión del trabajo refinado de numerosas dinastías de maestros vidrieros italianos que han por generaciones transmitido el arte de transformar la arena con el fuego y el aire en hermosas obras de arte y figuras extraordinarias bajo en el más estricto secreto generado en su isla. Asimismo, existen fuentes históricas que señalan que “el soplado del vidrio se remonta al antiguo Egipto y que llegó a los romanos para adornar las casas nobles pero que tuvieron que pasar aún muchos siglos antes de que, gracias a la influencia árabe y asiática, se desarrollase un arte propiamente dicho”…
Lo que antes era un lujo exclusivo de posesión para los nobles de la alta aristocracia europea, en la actualidad se puede encontrar en casi todas las casas alrededor del mundo algún objeto hecho a base de cristal. Hoy la atracción más importante de la Isla de Murano siguen siendo las cristalerías dónde se llevan a cabo demostraciones de la producción y se puede aprovechar para comprar directamente en las fábricas, los recuerdos, cristales y piedras preciosas, respetando ciertos protocolos de seguridad y vigilancia. Así, los visitantes pueden asomarse los talleres de los grandes maestros del cristal de Murano, cuyas familias ayudaron en el pasado a Picasso, Fontana y Chagall a crear sus obras de cristal, y también pueden adquirir las maravillosas lámparas, vasos, joyas, jarrones, delicados y prácticamente impalpables o bien gruesos como el mármol ya sean blancos como la porcelana o coloridas y decoradas en frío, para conservar la antigua tradición. Para todos los visitantes y amantes de este arte tan único, fino y elegante, existe también el extraordinario Museo del Vidrio, que se encuentra en el centro de la isla en el Palazzo Giustinian. En su interior se podrán apreciar muestras de cristales y vidrios desde la época egipcia hasta el presente y observar la evolución de las técnicas de elaboración, gozando de un auténtico espectáculo de luces, reflejos, sombras, brillos, colores y particularmente de la armonía entre lo creado y perfeccionado artesanalmente por el hombre, como si estuviera viendo “La vida a través del cristal”, admirando a la vez de su singularidad y extraordinaria belleza su fragilidad…
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