Crisol internacional: Laponia lejana, tierra de los Sámi
Vaya que los contrastes en la vida siempre pueden ser interesantes y desafiantes; quizás por eso, nos ayudan también a entender y respetar mejor nuestro entorno y nuestro “ modo vivendis”. Al escuchar en las noticias las declaraciones de los representantes de los países nórdicos sobre el crecimiento y desarrollo de esas naciones y su rol en el “ajedrez internacional”, expresadas durante el 44avo Foro de Economía recién celebrado en Davos, Suiza; me motivó a compartir algunas reflexiones sobre aquellas tierras tan lejanas y opuestas a Sudcalifornia, y en particular sobre sus minorías étnicas. Para ubicarnos, tendremos que ver en las noches claras hacía el Norte, buscando la estrella polar. Laponia es una región geográfica que se localiza en el círculo Ártico y que limita al Oeste con el mar de Noruega y por el Este con el Mar de Barents. Laponia está dividida entre cuatro naciones: Noruega, Rusia, Suecia y Finlandia. Tierras cubiertas por nieve, de la buena, espesa, acolchonadita y frecuentemente de casi un metro de altura. Lugar muy frio de verdad, pues se alcanzan hasta – 35 ° C grados bajo cero durante los meses de invierno y días con noches extremadamente largas con únicamente 4 horas de luz, y en contraste, durante Mayo-Agosto, días de 24 horas de luz que pueden provocar un estado de profundo insomnio. Esta región cuenta con una población estimada de más que 70 000 habitantes autóctonas, esparcidos en los cuatro países mencionados, donde defienden y amparan sus derechos y tradiciones. Ellos son los Sámi (“gente del pantano”), pueblo aborigen de Escandinavia y el más antiguo de toda Europa. La gran mayoría habita en el Norte de Noruega, cerca del círculo polar ártico y son los que aportaron al mundo hace más que 450 años los esquís de nieve. Sorprendentemente basan su sustento, aún después de siglos de evolución y progreso económico, social y tecnológico a su alrededor, y perteneciendo a los países más industrializados del mundo, en actividades primarias como son la caza y pesca. Resulta interesante entretejer entonces líneas paralelas con nuestros antepasados Sudcalifornianos que siglos atrás subsistían de igual forma con estas dos actividades básicas para su sustento. Los Sámi viven y han vivido durante siglos en armonía con su hábitat, son excelentes artesanos, visten y poseen un bello folklore pintoresco, usando el color azul como símbolo del cielo, amarillo por el sol, rojo por el fuego y verde por la tierra, colores expresados en su bandera, lo que revela su identidad cultural y su amor a la tierra que habitan. Ellos dividen el año de una manera casi filosófica en ocho estaciones que representan desde el invierno (Dálvvie o “estación del cuidado”) hasta el invierno temprano (Tjakttjadálvvie o “estación de las migraciones”), o bien, en tiempos de despertar, retornar, crecer, reflexionar, cosechar y motivar. Muchos de ellos en sus noches largas o momentos de profunda soledad, rodeados de la nieve y del eterno hielo, cantan en un estilo espontaneo que se llama “Joik” para expresar sus emociones y realidades. De verdad admiro a estos nórdicos tan singulares, no sólo por sobrevivir desafíos naturales extremos, por sus trabalenguas con muchas consonantes conglomeradas, sino especialmente por encontrar un equilibrio genial entre el ser y el quehacer; este escenario nos invita a repensar nuestro propio ciclo de vida y nuestras agendas a veces tan saturadas y malgastadas en asuntos superfluos y triviales…
Retomando la estrella polar y el curso de los Sámi, la labor de las Naciones Unidas hizo posible integrar al Consejo Sámi en el año 1956. Posteriormente, cuando se desmembró la Unión Soviética, ayudó a la creación del Parlamento Lapón (Sameting, 1989), fortaleciendo así el conocimiento lingüístico, cultural y legal de las minorías de Laponia, que se ha traducido en un avance significativo en el reconocimiento de los derechos de este pueblo tan extraordinario, representado en la Conferencia de los Derechos Humanos en Ginebra, Suiza. Sin embargo, es el mismo pueblo Sámi el que aún enfrenta los retos de preservar y conservar su patrimonio cultural e histórico, sus costumbres y tradiciones ancestrales, sus lenguas y hasta su propia sabiduría y filosofía de la vida. La sociedad Sámi se ha distinguido no solamente por su tipo de vestimenta colorida del resto de la población escandinava- europea, sino también porque tanto hombres como mujeres van de cacería y pueden arriar y marcar sus renos, lo que significa entre ellos su nivel e independencia económica y la posibilidad de progreso. Además, las mujeres Sámi tienen el mismo derecho a votar, opinar y participar en todas las actividades comunitarias, es decir existe una marcada igualdad de género, que para ellas es una tradición y una práctica antigua… lo que nos hace pensar y por instantes soñar con esta la tierra de los ensueños cubierta de nieve durante casi nueve meses del año.
P.S. Resulta interesante la información sobre los Sami en: http://www.unric.org/en/indigenous-people/27307-the-sami-of-northern-europe--one-people-four-countries