Crisol Internacional: “Machoooo Picchu- una expedición diferente”
Pensar en Perú es recordar al magnificente Imperio Inca, las increíbles exploraciones en búsqueda de “El Dorado”, los paisajes fantásticos de Machu Picchu, las misteriosas y eternas líneas de Nasca, siguiendo el vuelo del cóndor por los extremos hasta llegar a los majestuosos Andes y encontrar a las huellas solitarias o de las manadas de llamas por eternos caminos, admirando la resistencia de estos animales ancestrales e icónicos de la región. Sin embargo, en esta expedición vale la pena detenerse por un instante, respirar profundamente y reflexionar sobre el paisaje humano. Más de un historiador estudió “el trauma de la Conquista” y hasta el efecto postraumático sobre las civilizaciones antiguas de la opresión y subyugación centenaria, los movimientos de restauración, revolución y reforma; en otras palabras, cómo el predominio por “default” siempre masculino de los colonizadores dejó cicatrices profundas en aquellos pueblos antiguos, cómo los deformó y los marcó en su porvenir… Al reflexionar sobre la identidad cultural de una nación, nos llegan muchos elementos a la mente, como su historia, sus formas de gobierno y las políticas que de ella emanan, sus tradiciones, tabúes y costumbres, sus lenguas, su folklor, su gastronomía y riqueza culinaria, hasta su sentido del humor y por supuesto su perspectiva de género.
Hablando de género, Octavio Paz definió hace más que medio siglo, en el “Laberinto de la Soledad” (1959) “las determinantes histórico culturales que están detrás de ciertos rasgos del varón mexicano son: la identificación con la violencia arbitraria, la voluntad de dominio y la ambivalencia frente a la figura femenina”. Según Paz, el " macho " representa el polo masculino de la vida”. Vaya qué lección nos ha dado el ganador del Premio Nobel desde entonces, sí únicamente le hubiéramos escuchado con un poco más de atención… Al instante resulta interesante dibujar una línea paralela entre Perú y México, y señalar que, Perú al igual que México fue por siglos una sociedad de frontera, una colonia expuesta a la influencia de ideologías externas e inspiradas por la lucha de las mujeres por su emancipación. Estudios modernos revelan que entre las clases altas existe una concepción de la masculinidad como “patriarca”, generando recursos, para proveer la familia, más que la del “macho”, controlador e irresponsable; mientras que a nivel de clases medias urbanas se tiene una concepción de paternidad más responsable, enfocada en relaciones afectivas y estrechas con los hijos, valorando el compañerismo y el placer recíproco en la relación de pareja. En Lima, capital de Perú, la figura del padre juega un rol muy relevante durante la fase de socialización infantil, transmitiendo a su hijo valores éticos y conocimientos útiles para poder estrechar lazos con el mundo exterior y con la sociedad urbana actual. La concepción del “machismo”, en lugar de ser una prueba de superioridad masculina, refleja una expresión de inseguridad de los jóvenes respecto a su propia virilidad o capacidad de reconocimiento de su pareja o más bien una reacción de defensa, contra el desafío que representa la liberación femenina. ¿Será acaso una reliquia del pasado en un intento, cada vez más vano, de proteger los privilegios masculinos que se han perdido y que siguen perdiendo auténtica legitimidad? No obstante, en la comunidades rurales, particularmente aquellas muy remotas, de accesos limitados, ni tan lejos del legendario Machu Picchu, y tampoco cerca de las urbes y su vertiginoso cambio educativo, tecnológico y sobre todo social, persisten muchos de los patrones considerados como “machistas” o discriminatorias” hacia las mujeres, no respetando sus derechos individuales y según las estadísticas recientes (Octubre, 2013) de la Organización Mundial de la Salud permanece aún un notable grado (24%) de violencia sexual contra las mujeres. Este alto porcentaje tristemente conlleva también una cadena de posibles corolarios, como maltrato infantil, violencia intrafamiliar, matrimonios disfuncionales, embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual, desordenes de personalidad, propensión hacia adicciones a temprana edad y riesgos latentes de la salud física y emocional, surgidos sobre creencias arraigadas del honor de la familia, la castidad, el Machismo” y una telaraña legal endeble y enredada. Las semejanzas con muchos otros países a nivel mundial, aún a principios del Siglo XXI, son muy notables y hay un largo camino por recorrer para hombres y mujeres, actuando más decididamente en denunciar la violencia y la discriminación de género, promoviendo la equidad, apoyando a las mujeres, e incentivando leyes hacia normas culturales más pacíficas y particularmente más equilibradas para ambos sexos, pudiendo así conquistar un espacio compartido de más libertad, tolerancia e igualdad.