Crisol Internacional: Sin fronteras, en búsqueda de un sueño…
Alguien dijo una vez que “los niños son la esperanza de la humanidad”, entonces nos queda la gran interrogante de a qué esperanza nos referimos y enfrentamos realmente en la actualidad y más aún, en un mundo que tecnológica y económicamente avanza pero únicamente para una minoría que representa apenas la quinta parte de la población mundial y que continúa empobreciéndose en muchos sentidos para la gran mayoría. Justo son los niños los que se han convertido en el blanco de la historia y de la política contemporánea, siendo cada vez más vulnerables ante los crecientes índices de violencia que tristemente se inicia muchas veces en el hogar, continua en las calles y no termina en el desierto o en el campo. Son los niños migrantes de Centro América, que buscan más allá de un sueño americano a sus familiares que hace tiempo desaparecieron de sus vidas persiguiendo una mejor oportunidad. En medio de toda la fiebre mundialista de Brasil debe caber también una momentánea reflexión sobre las noticias recientes, que de hecho ya no son tan nuevas, porque detrás de los niños migrantes se esconde una añeja problemática que se ha ido pronunciado y agudizando desde la segunda parte del siglo XX y que no solamente es compartida y conocida en México y Centroamérica sino en muchas otras partes del mundo, como por ejemplo en las zonas azotadas por hambrunas, desastres naturales y guerras civiles en Medio Oriente, grupos rebeldes en África, y también, en algunas partes de Europa del Este. Hace menos que una semana el Sistema de las Naciones Unidas en El Salvador expresó su seria preocupación por la situación de los niños y jóvenes migrantes salvadoreños que durante su larga travesía hacia los Estados Unidos por Guatemala y México y días y noches de viaje, corriendo peligros tan severos como la trata de personas, robos, secuestros y asesinatos por los carteles del crimen organizado que los encuentran. Sin embargo, estos niños migrantes prefieren exponerse a tales riesgos porque huyen de la persecución y el reclutamiento de pandillas y de todo tipo de grupos delictivos de la violencia en sus comunidades, huyen de de la desigualdad y de la pobreza. Tanto en el caso de los niños salvadoreños como de otras nacionalidades centroamericanas no existen cifras muy exactas, pero se estiman aproximadamente que entre 500 y 600 niños de El Salvador tratan diariamente cruzar la frontera hacia Estados Unidos. Es como imaginarnos el éxodo total de una escuela pública estatal del Centro de La Paz. Quizás esta analogía nos facilite la comprensión sobre las necesidades de estos infantes y la capacidad que deban tener los albergues temporales que desde hace mucho tiempo se han visto rebasados en la atención y el cuidado temporal de los menores y además fueron construidos para adultos. No es ninguna coincidencia que hace apenas un par de días salió la petición del Presidente de los Estados Unidos de solicitar 2 mil millones de dólares para el apoyo y la atención de los niños migrantes de Centroamérica para mitigar el problema y encontrar soluciones a las necesidades inmediatas de la población infantil migrante. Las declaraciones del Presidente Obama durante la semana pasada a la prensa internacional han sido lo suficientemente explicitas para ilustrar los casos de los niños que se vuelven víctimas de coyotes, polleros y otros bichos abusivos que trafican con ellos en todas las formas y dimensiones imaginables y tal vez inimaginables, creando un verdadero escenario de crisis humanitaria más allá del Río Bravo. El “raite” a bordo de la famosa “Bestía”, que puede transportar entre 1000 y 1500 inmigrantes y atraviesa a México desde el Sur de Chiapas y Tabasco hasta el Norte, hacia Nuevo León, Tamaulipas y Baja California y se ha convertido tristemente en el último o el más peligroso paseo para miles de ilegales Mexicanos y Centroamericanos que han sido asaltados, robados, maltratados, explotados y asesinados cada año. Basta revisar algunos datos oficiales para comprobar los hechos, según el Instituto Nacional de Migración Mexicano (INM) cada año son repatriados aproximadamente 250,000 Centroamericanos y suman 13000 entre los muertos y mutilados y en sólo cinco meses, casi 10 mil migrantes Centroamericanos que iban a EU fueron secuestrados. Ahora bien, quién se haya acercado aunque sea a pocos metros a este fenómeno durante un inocente paseo por Tabasco, sentirá más que la piel erizada, un escalofrío helado y fúnebre, un nudo en la garganta… sino el verdadero miedo y el mal personificado. Ahí lo único que nos puede llegar a la mente es una voz en nuestro interior que exclama: “¡Aléjate, o corre…!” Sin embargo muchos inmigrantes ilegales optan por cruzar a nuestro país, justo a bordo de estos ferrocarriles de carga que se han vuelto una trampa mortal para ellos. Desde Octubre del año pasado a la fecha más de 54 mil niños, predominantemente de El Salvador, han sido detenidos y rescatados en la frontera con Estados Unidos y otros casi 40 mil adultos, en su mayoría mujeres con niños pequeños cuyo recorrido por México se ha vuelto un verdadero viacrucis tormentoso lleno de adversidades que no nos debería dejar en la indiferencia. Según los propios testimonios de los migrantes ilegales, publicados recientemente en el New York Times “el tráfico de familias y niños resulta ser un negocio muy redituable para los “polleros” que promete ingresos hasta de $ 7 500 dólares por llevar a un menor o una madre con hijos” y si convertimos estas cifras en salarios mínimos, es una cantidad que probablemente cubrirá el sustento de una familia mexicana de bajos recursos quizás por un año. Los flujos migratorios de los niños se han tornado durante las últimas décadas literalmente en unos remolinos sociales, que inician con la búsqueda de un familiar y de un sueño, a veces motivados por la huida de una situación precaria o amenazante, tomando el interminable camino por tierras y situaciones desconocidas para que en la mayoría de los casos, después de un tedioso proceso burocrático y de haber sufrido mil penalidades en la mejor de las suertes, ser repatriados a su tierra de origen. Ahora bien, si hace más que medio siglo se formuló y proclamó una Declaración Universal de los Derechos del Niño (1959), garantizando a cada infante del mundo al que se le reconoce como “ ser humano capaz de desarrollarse física, mental, social, moral y espiritualmente con libertad y dignidad”, observamos entonces con mucha tristeza como los niños migrantes no gozan en lo mínimo de ninguno de estos nobles propósitos, sino por el contrario, quedan privados y marginados de todo aquello que un ser humano debería atesorar, valorar y sobre todo respetar, y más triste aún privados del hogar y amor de una familia. Entonces nos quedan muchas interrogantes acerca de la estabilidad política y económica de un país, las oportunidades que en él existen, sus políticas educativas y sociales y sobre todo, acerca de nosotros y la educación y el ejemplo que brindamos a nuestros hijos, que bien consideramos como nuestro legado y el futuro de la nación y del mundo. Crear un mundo sin fronteras no sería la respuesta al problema, pero bien podemos cumplir un sueño y darle a los niños cobijo, protección, comida y especialmente cariño para que pueda tener un mundo y un mañana mejor.
P.S. Para las últimas declaraciones del Presidente de EU http://rt.com/usa/168896-children-migrant-border-obama/, derechos humanos del niño http://www.unicef.org/mexico/spanish/proteccion_6931.htm, estremecedores testimonios de los inmigrantes sobre “La Bestia” http://zonaj.net/noticia/2217/2/la-bestia-el-tren-de-la-muerte/