Crisol Internacional: “Tahití, el placer de un pintor- Paul Gauguin”
Los viajes, reales o imaginarios nos puedan llevar a muchos sitios, destinos, rutas y senderos de los cuales algunos pueden ser misteriosos o poco conocidos, otros formativos o bien notoriamente turísticos. Hoy recordaremos un lugar exótico y al mismo tiempo también una vida excéntrica, remota y casi olvidada que se desarrolló en gran parte en medio del Pacífico Sur, en la maravillosa isla de Tahití, justo la más grande la Polinesia Francesa que se encuentra a más de 20 horas de vuelo desde México. Tahití sigue siendo además de un destino de ensueño, un territorio de Francia en ultramar que históricamente comparte muchos acontecimientos con las demás islas de esa vasta región oceánica del Pacífico. Fue descubierta por los españoles, anhelada por los ingleses y finalmente conquistada por los franceses, nombrada en un principio “Nouvelle- Cythère”(“Nueva Citera”), por su gran similitud con aquella isla griega consagrada a Afrodita, por su belleza singular, idilio de amor y placer. Este territorio isleño comprende más de 1000 km² y cuenta con aproximadamente 170 mil habitantes, además goza de un estatus político semiautónomo de Francia, conservando una Asamblea y un Presidente propios, así como leyes correspondientes y un presupuesto independiente. Sus principales lenguas son el francés y el tahitiano; sus habitantes se dedican en su gran mayoría al turismo, así como también a la pesca, la agricultura y el comercio en pequeña escala para garantizar la subsistencia. El cultivo de perlas negras ha sido una actividad lucrativa al exportarlas hacia Japón y los Estados Unidos. Los tahitianos son considerados como ciudadanos franceses, gozando por completo de todos los derechos civiles y políticos de aquella nación europea.
Tahití, por más remota en la geografía mundial, ha atraído viajeros de todas partes del mundo y uno en especial arribó, la descubrió y se quedó seducido por ella para siempre volver: el gran pintor Post Impresionista Paul Gauguin, hijo de un periodista francés y de una madre peruana, que a muy temprana edad al recorrer por barco grandes distancias durante la segunda mitad del siglo XIX se hizo “hombre de mar”. Paul Gauguin trabajó de joven como corredor de bolsa y vivió la fuerte crisis económica de Francia al desplomarse la Bolsa de París en la que había invertido parte de su fortuna, así decidió dedicar su vida entera al arte, hecho que lo alejó de una sociedad contemporánea muy convencionalista. En cuestiones sentimentales, Gauguin pasó por rupturas familiares y los prejuicios sociales de su época, hasta que finalmente su vida tomó un giro sorprendente al conocer al ya famoso pintor holandés Vincent Van Gogh y posteriormente viajar a la Isla caribeña de Martinica. Van Gogh iluminó a Gauguin a través de su estilo impresionista vigoroso y rebosante de pasión y a su vez, la visita a la isla de Martinica lo inspiró con sus paisajes coloridos y su población indígena, lo que sin duda determinó el deseo del pintor de reflejar lo natural y lo original, pero sobre todo lo emotivo del instante.
Mientras Europa Central empezaba a vivir numerosos conflictos políticos y tensiones sociales, Gauguin emprendió largos viajes y estancias en Tahití y las Islas Marqueses (1891- 1903), donde encontró paisajes exuberantes, pureza en los habitantes nativos y con ello desarrolló un estilo más refinado en las tonalidades de sus acuarelas. El artista empezó a vivir entonces entre fantasías muy coloridas y realidades violentas, defendiendo hasta el último suspiro de su vida los derechos de las comunidades indígenas ante la explotación y el abuso de las autoridades locales. Gauguin siempre regresaba de otros viajes a Tahití, por su gente gentil y hospitalaria, encontrando no solamente la inspiración para un nuevo arte Post Impresionista, que lo sitúa como un legítimo maestro de la abstracción, hoy mundialmente reconocido, aclamado y admirado en muchos museos. Sin duda, por la armonía, la amistad sincera y una nueva patria, que lo acogió Gauguin logró proyectar y compartirnos a través de sus pinturas muchos sueños de un paraíso exótico y a la vez erótico del Sud Pacífico; captando además los detalles de la anatomía femenina de una forma atrevida, desafiando los tabús y la doble moral de algunas clases sociales de aquella época. Sin embargo, fueron esas mismas obras, también plasmadas en la filatelia y mucho después en litografías, las que le alcanzaron una enorme popularidad entre los amantes del arte y de sus obras que a la fecha han reunido a valores millonarios en las subastas internacionales. Qué mejor ejemplo que el último y famoso cuadro de Paul Gauguin “Contes barbares”, que refleja una conjugación de tonos cafés y violetas, que en conjunto nos revelan la ilusión de haber concluido una vida entre la pureza y la poesía. Gauguin admiraba la honestidad y honestidad del hombre y consideraba que estas virtudes únicamente se encontraban reflejadas en aquellos pueblos remotos aislados de la “civilización”.
El sueño del paraíso tahitiano de Gauguin no fue simplemente pasión, matices eróticos y gozo de un artista vanguardista de su época, sino también penuria, sufrimiento y muchos sacrificios; como suele a pasar no únicamente con los artistas y los bohemios, sino casi con todos los viajeros al pisar tierras lejanas…
En nuestros días, el viajero de Tahití encontrará a una corta distancia de 25 minutos de su ciudad capital Papeete, el Museo dedicado a Paul Gauguin, que representa una retrospectiva extraordinaria de este singular pintor y a la vez un homenaje a la vida y obra de unos de los artistas franceses más famosos y revolucionarios en su expresión y quien además es capaz de seguir compartiéndonos “su placer”…
P.S.: http://www.biografiasyvidas.com/biografia/g/gauguin.htm
http://www.kunst-zeiten.de/Paul_Gauguin-Leben
Más sobre la geografía, economía y las islas del Pacífico Sur:
http://es.getamap.net/mapas/french_polynesia/french_polynesia_(general)/1/