Crisol Internacional: Tuareg… Miradas desde el Desierto
La gran mayoría de nosotros hemos emprendido voluntariamente con el espíritu explorador que caracteriza nuestra propia naturaleza humana y a veces forzados también por accidentes, cuando por mala fortuna, distracción o destino, algo nos obligó a iniciar, largas caminatas por el desierto de nuestra Baja California Sur. Así nos asombramos con sus maravillas naturales: desde la aparición repentina de una relajada cachora tomando el sol, el cascabeleo temible de una serpiente o el aullido lejano de un coyote, que se pierde en una noche magnifica de brillantes y numerosas estrellas; o bien, simplemente disfrutando del paisaje pintoresco de las choyas, pitahayas, cardones y dunas. De estos recuerdos felices o sombríos, según sea el caso, siempre queda algo memorable o especial y por eso ahora nos resultará más fácil iniciar una nueva expedición hacia un ambiente remotamente explorado de África, siguiendo las sendas y algo de las vidas de los Tuareg y acercarnos a sus huellas culturales imborrables a través del tiempo en uno de los sitios más inhóspitos del mundo. Étnicamente los Tuareg son del linaje beréber con mestizaje sudanés, resaltado característicamente por su tez y ojos muy oscuros, muy altos en estatura, siendo muchos de ellos aún tribus nómadas. Los Tuareg también fueron conocidos como los Targa, situados por los escritores árabes al Sur de Marruecos durante los siglos IX-XI y posteriormente ubicados en el centro del desierto del Sahara. Después de su lucha de independencia en contra de Francia, lograron un Tratado de Paz en 1917 que los reconoció como un pueblo libre. Hoy los Tuareg, cuya población se estima en aproximadamente 1.5 millones, se distribuyen, en las zonas comprendidas por: Niger, Mali, Libia, Argelia y Burkina Faso. Su nombre viene de raíces árabes y significa “Abandonado de Dios”. Sin embargo, ellos se autonombran “Imohag” u “hombres libres”. Cabe mencionar que su origen, no es muy preciso, pero ya habían sido mencionados por el historiador griego Herodotus durante el siglo V. A.C y sus rutas han sido protegidas por las montañas y el gran desierto del Sahara cuya extensión mide más de 9 millones de kilómetros cuadrados y las temperaturas máximas alcanzan hasta de hasta 57° a la sombra. Después de siglos de su sobrevivencia en ese duro y aislado ambiente, ellos han conservado su lengua, el “tamahac” y también su civilización, que ha asimilado elementos étnicos diversos, como el uso del velo litam, de característico color negro o azul, usados tanto por hombres como mujeres, su nomadismo, el matriarcado y una relativa libertad de costumbres, como por ejemplo sus bailes tradicionales de cortejo, llamados “Tam Tam”, cuando el hombre montado en un camello se mueve lentamente alrededor de una mujer, tocando los tambores y cantándole baladas. A su vez resulta interesante saber que la mayoría de los Tuareg practican parcialmente la religión Islámica y específicamente el culto Maliki, otorgando por ello, mayor libertad a sus mujeres para participar en decisiones familiares y tribales. Históricamente, y mucho antes que el progreso tecnológico y logístico nos alcanzara, los Tuareg fueron identificados como extraordinarios comerciantes, estableciendo cinco rutas comerciales a través del inmenso desierto del Sahara hasta las costas mediterráneas del Norte de África, sentando así bases importantes para la activación del comercio exterior, transportando en el limitado espacio de sus caravanas y por largas distancias de más de 1500 km, a través del más duro desierto, bienes muy valiosos considerados de gran lujo y por ende de grandes ganancias. Estos nómadas usan de brújula natural tanto las estrellas como el color, la textura como el sabor de la arena del desierto y por eso son considerados por otras tribus africanas como “los ojos del desierto”. En la actualidad los Tuareg han experimentado algunas transformaciones sociales y económicas y muchos de ellos viven en asentamientos definidos, dejando el nomadismo como una huella en su pasado. A pesar del paso del tiempo subsiste entre los Tuareg una jerarquía social, similar al sistema de castas de la India, diferenciando entre nobles, literatos, vasallos como son los pastores, agricultores de los oasis y los sirvientes, estructura que día con día se ha vuelto más permeable. Fuera de estas castas se encuentran herreros muy ingeniosos, socialmente marginados y temidos a la vez por sus supuestos poderes mágicos, ya que ellos forjan utensilios domésticos, joyería y armas. La mujer Tuareg, llamada Targia es mayoritariamente de fe musulmana y a diferencia de muchas de sus correligionarias de otros países, no necesitan cubrirse el rostro y mucho menos estar expuestas a ritos crueles como la mutilación de sus genitales o la exigencia de la virginidad como prerrequisito para el matrimonio, es más, ellas pueden decidir cuándo y con quiere casarse, mientras que el elegido pueda pagar el precio de la novia…
La Targia, igual que su esposo puede solicitar el divorcio si fuera necesario y puede volver a casarse. Asimismo, ella es la dueña de la tienda donde habitan y de todas las cosas que se encuentran en ella, también administra las posesiones, procura la distribución de los alimentos y se encarga de la educación de los hijos y de la trasmisión de la cultura de su comunidad. Un hombre Tuareg que golpea su esposa será desprestigiado por su sociedad, en otras palabras la sociedad Tuareg tiene su propio código de ética y valores y el respeto mutuo es una norma máxima en su comunidad. Por último, cuando de buenas costumbre se trata: un Tuareg sabe disfrutar la vida a través del té de hierbabuena que ofrece en tres tazas de diferente tiempo de reposo: la primera sabe bella como la vida misma, la segunda dulce como el amor y la tercera suave como la ternura y si un visitante las saborea por completo, siempre será protegido por este pueblo mágico, donde la hospitalidad es muy sagrada y más antigua que el Corán.
P.S.: Para mayor fascinación por el gran Desierto del Sahara y los Tuaregs, visite: nuestra-tierra.laverdad.es
La novela clásica de “Tuareg, el guerrero del desierto” de Alberto Vázquez Figueroa, que se llevó a la pantalla grande en 1984 bajo el mismo nombre.