Crónicas sudcalifornianas: EL SAN MIGUEL
A principios de septiembre de 1961, recién egresados de la Escuela Normal Urbana de La Paz, BCS, y con nuestra plaza de base como profesores de educación primaria en la maleta, un grupo de cuatro compañeros abordamos el pequeño barco San Miguel que, según nos platicaron, era especialmente rápido ya que navegaba impulsado por dos motores pues había sido nave de transportación de tropas, y estaba así garantizado nuestro pronto arribo al puerto de Topolobampo, del estado de Sinaloa al que habíamos sido asignados.
Y sí: de inmediato advertimos que el barco adquiría una velocidad mayor a la de los otros de cabotaje que mirábamos transitar por la ensenada de La Paz. Sin embargo, al poco tiempo y cuando pasábamos por el canal de San Lorenzo (en el estrecho que forman la isla Espíritu Santo y la playa El Tecolote, en tierra firme), el barco se detuvo. Inquirimos por la causa y alguno de los marineros nos dijo que uno de los motores se había descompuesto; acto seguido el capitán dio la orden de regresar.
Sin duda la reparación exigía más días de los que podíamos esperar, y se nos informó que al día siguiente haríamos el viaje en el Blanco, otro de los barquichuelos de alguna de las empresas navieras locales. Con mucha mayor lentitud pero llegamos finalmente a nuestro destino, lo que significó nuestra primera ausencia del paraíso.
Poco más de seis años después nos enteramos de que el San Miguelhabía naufragado durante un temporal que debió enfrentar de retorno de Topolobampo, después de haber sufrido la avería de uno de sus dos motores, a más de cien kilómetros de la isla de Cerralvo.
Un relato de los hechos es el de Francisco Amador García-Cólotl, de cuya parte medular, copiamos:*
“La tarde llegó con nubes y el viento arreció desde las siete. La oscura noche, cual hoyo negro, inundó la mar embravecida antes de las nueve. El San Miguel se aproximaba a la costa de la península. Acompañaban al capitán [Juan García], entre otros, Martín Cadena, amigo y leal compañero y Ángel Petit. La tripulación era conformada por catorce en total. Las olas de la boca del golfo de California crecieron enormemente esa noche y madrugada; entre las olas se formaban surcos de grandes paredes de agua iluminada por rayos y sonidos ensordecedores de los truenos. Los canales que se formaban entre ola y ola hacían mecer al San Miguel, a su tripulación y a su carga, novecientos tambos de gas avión para La Paz, cuando bajaba por las paredes de agua y la proa apuñalaba la furiosa superficie entre vientos que silbaban maldiciones y aullaban por los recovecos del barco. El San Miguel reportó la avería de uno de sus dos motores a la Capitanía de Puerto de La Paz en la madrugada. El capitán pidió a los de capitanía, entre ellos su hermano Francisco García alias el Bronco, que prepararan café por si llegaban al muelle fiscal a la siguiente mañana. Con un solo motor, intentaban llegar al canal que forman la isla Cerralvo y la bahía de La Ventana. De ahí, a la bahía de La Paz y atracar en el muelle fiscal sería un viaje más sencillo. El capitán se reportó nuevamente a capitanía mencionando que las olas subían y bajaban el barco con movimientos violentos y que la fuerza del único motor no hacía mella a la furia del mar embravecido. El último reporte del San Miguel registró su posición a sesenta millas náuticas de la isla Cerralvo; ciento cuatro kilómetros lo separaban de la seguridad de la hermosa bahía y la isla. ¿Qué fue del San Miguel? Nadie lo sabe...”
Nadie aún lo sabe.
* En http://sudcalifornios.com/item/el-barco