Crónicas sudcalifornianas: DÍA DEL PEATÓN
El 17 de agosto de cada año es celebrado el día del Peatón en el ámbito universal; se hace desde 1897 para conmemorar la fecha en que en el mundo fue atropellada la primera persona; ello ocurrió en Inglaterra.
Algunos lugares tienen fechas diferentes para ello: en Argentina, por ejemplo, es el 19 de marzo; en Bolivia, el 3 de abril; en Andalucía el 26 de mayo, y así...
Pero en general es buena oportunidad para recordar que la especie del peatón vive en este planeta hace ya varios cientos de miles de años, y la del automóvil llegó a nuestro mundo hace apenas unos cuantos. Es más: tenemos fundadas esperanzas de que la especie humana permanecerá después de que la del carro se haya extinguido. Tenemos, pues, derechos de antigüedad y de probable sobrevivencia, a pesar de todo.
Añádense a esto los hechos irrebatibles de que el peatón no contamina y de que cada caminante favorece la fluidez del tránsito vehicular. Y sin embargo le son intervenidas las estrechas áreas por donde camina, como si fueran insuficientes los puestos ambulantes, los zaguanes abiertos y los montones de arena y grava que cierran el paso por toda la ciudad, como si la acera fuese tierra de nadie que cualquiera pudiese ocupar.
A mediados del siglo XX, en La Paz había letreros en muchas partes de la vía pública en que la autoridad local (era delegado de gobierno un personaje que oí mencionar sólo como el “Güero” Soto) advertía que “La preferencia es del peatón”, y desde entonces les viene a los paceños -quizá por afortunado atavismo- un peculiar respeto por los transeúntes que sorprende gratamente a los visitantes de la capital sudcaliforniana.
Fecha propicia es ésta, entonces, para reiterar que el peatón está lejos de constituir un ser inferior o inútil al cual se puede invadir impunemente los espacios.
De ningún modo la acera es construida para colocar la máquina de cada quien, por potente que sea o bonita que parezca. El coche es un artefacto útil pero también un cuerpo extraño en la naturaleza; sus bondades innegables se reducen cuando se le convierte en un estorbo. El lugar de la unidad automotriz está en la cochera, sobre el arroyo de la calle o en otros sitios legalmente autorizados para ello, excepto en las aceras.
Resulta fuera de toda razón que se viole de modo tan abusivo la prerrogativa del transeúnte de caminar con absoluta libertad, sin la molestia de tener que rodear los obstáculos colocados indebidamente sobre la acera.
Es hora ya, por tanto, de que se restituya al peatón su privilegio de transitar por las aceras, carente del fastidio de topar en su camino con impedimentos instalados aparatosamente en ellas.