Crónicas sudcalifornias: LOS TOPES SON TERCERMUNDISTAS
Efectivamente: la colocación de topes en las calles de la ciudad, y en las carreteras, es anuncio inconfundible de subdesarrollo tercermundista y constituye una violenta agresión a la dignidad, la inteligencia, la educación, la paciencia y la economía de los conductores de automóviles y, en términos más amplios, a la población entera.
Agresión a la dignidad, porque es flagrante falta de respeto, por parte de la autoridad municipal, someternos al golpeteo feroz que producen en el carro y sus ocupantes esos estorbos en la vía pública.
A la inteligencia, al asumir sin más consideración que una analogía de espejo, que los automovilistas formamos una colectividad de retrasados mentales, y por ello incapaces de entender los requisitos de la convivencia en las arterias citadinas.
A la educación, en vista de que los administradores de nuestra vida en común expresan así su desconocimiento de los niveles formativos que ha alcanzado la sociedad (de la que ellos parecen no provenir), y que la hacen competente para cumplir normas de tránsito. Es de creerse que bastaría con fijar advertencias claras, comedidas y visibles. Pero ellos no lo creen, por supuesto.
A la paciencia, porque en el reciente trienio se han multiplicado inusitadamente tales conjuntos de semiesferas metálicas y barras horizontales, al grado de que parece también bloqueada la imaginación, de quienes toman estas determinaciones, para solucionar asuntos de vialidad.
A la economía, pues de esta práctica resulta el deterioro de partes muy sensibles y costosas del vehículo, el tripulante y sus pasajeros, como se halla bastantemente demostrado. Y ellos lo saben... O deberían saberlo.
A la población entera porque todos, en mayor o menor medida, hemos de padecer dispositivos de naturaleza tan molesta, autocrática y absurda.
Algo más: “Un estudio elaborado por el Centro de Investigaciones de la Atmósfera de la UNAM, a petición de la Secretaría de Ciencia y Tecnología del Distrito Federal, reveló que los topes en la ciudad provocan que los vehículos emitan 10 veces más emisiones contaminantes de Dióxido Carbono (CO2) al año, que si no se hubieran detenido.” (La Crónica, 17 de julio de 2014.)
Ante tal maniática propensión a colocar topes en todas partes, no puede uno dejar de pensar que, por eso, a alguien le está engrosando la cuenta de cheques. Por concesión o comisión, vaya usted a saber; la contraloría se encargará de dilucidarlo cuando termine este trienio, especialmente si el nuevo ayuntamiento proviene de otro partido.
En todo lo dicho hay evidencia inequívoca de una severa impercepción política de quienes deciden y autorizan el referido tipo de atropellos (peor de los que pretenden evitar), lo cual agrava la irritación general, que aun en su estado actual ya debería preocuparlos.
Algunos ciudadanos hemos decidido votar, en los próximos comicios para la renovación del poder municipal, por el candidato a presidente que se comprometa a eliminar de la vía pública esos perniciosos obstáculos, dentro de sus primeras acciones de gobierno.