Como recuerda el viejo latinajo, “nada nuevo hay bajo el Sol” en el campo de los usos y costumbres de la administración pública de Baja California Sur.
Lo de siempre: acusaciones de todo lo acusable a todo lo que antecede (en estricto cumplimiento de la ley dialéctica de “negación de la negación”) y, en abono propio, el anuncio de un futuro inmediato que se edificará sobre las ruinas del régimen anterior: haremos, avanzaremos, construiremos…
Sucede cada tres o seis años, y ya debiéramos estar acostumbrados, pero sorprende que, siempre de nuevo, la gente acceda a seguir el antiguo juego que consiste en denostar a los que se fueron (más si lo son de partido político diferente), incentivados por los que llegan, que así buscan los vítores sobre logros apenas en proyecto y en base a posibilidades bastantemente inciertas.
A eso se le llama populismo, pero lo ignoran quienes, ayunos de información básica, al menos del pasado reciente, piensan y alcanzan a creer que la historia empieza cuando ellos llegan; afirman y aseguran que nadie hará (en futuro) lo que llevarán a cabo a partir del año cero, que es cuando comienza su gestión para lo cual los pusieron ahí.
Y mientras menos capacidad (política, económica, profesional) tienen, más alarde hacen de ella, en especie de medida que intenta compensar las deficiencias con un discurso insustentable, con una oralidad que nunca es llevada al terreno práctico, con vuelos de declaraciones que nunca aterrizan.
Y el público lo cree porque necesita creerlo, porque fundamenta sus sueños en la esperanza que le ofrece el demagogo: se hará, se avanzará, se construirá…, hasta el infinito.
Bien harían los nuevos equipos de gobierno en trabajar sin aspavientos, discretamente, buscando el mejoramiento de la comunidad en vez de promover el odio y la revancha; y al mismo tiempo procurar ante las instancias conducentes, la sanción justa a las malas acciones y omisiones de los que se fueron.
Porque luego dejan infundamentadas las acusaciones y acaban por hacer el ridículo.