Cultura sudcalifornia: TALABARTERÍA EN BCS
Quizás el término talabartería te suene un poco raro, o bien su sinónimo, que es guarnicionaría. Estas palabras se refieren a una actividad propia del mundo ranchero, y según los diccionarios puede definirse como: “el arte de trabajar en diversos artículos de cuero o guarniciones para caballerías. Se considera guarnición a todos los elementos de la espada que sirven para sostenerla o para proteger a la mano o manos que la empuñan, así como a la fabricación o arreglo de sillas de montar de caballería, albardas y aparejos.” La etimología de este oficio viene del latín talabart que a su vez proviene del griego, y nos habla de un accesorio de piel donde se solían guardar cuchillos y espadas.
¿Hay talabartería en BCS? Definitivamente. Este arte se ha transmitido de generación a generación desde hace siglos, y quienes lo practican en la actualidad son herederos de un gran valor humano y económico, de un conocimiento ancestral que les permite producir piezas verdaderamente hermosas y de una calidad excelente, sin perder su cualidad artesanal.
Pese a que la palabra talabartería tiene un origen occidental, las prácticas de este tipo existían en nuestra península muchísimo antes de que los europeos colonizaran el continente americano. Cuentan los historiadores que desde antes de que arribaran los españoles a introducir todo ganado como burros, caballos y vacas, los antiguos californios ya aprovechaban y trataban el cuerpo de los animales silvestres para elaborar atuendos e instrumentos de caza y sobrevivencia como cuerdas y otros artículos. Un dibujo elaborado alrededor del año 1613 por un pirata inglés de nombre George Shelvocke, evidencia la presencia de mujeres ataviadas con prendas de venado en nuestra península. Más adelante se realizaron trabajos antropológicos que demuestran la presencia de cueros curtidos para elaborar gamuzas en las tumbas de los nativos habitantes de BCS, así como otras investigaciones que apuntan a que el grupo étnico de los pericúes le sacaban provecho a los buches de aves como el pelícano para la recolección y almacenamiento de agua.
Es natural asumir que todos los grupos sociales de la historia de la humanidad han sabido aprovechar las pieles animales para facilitarse la vida, pero algo que tienen en particular las prácticas de los nativos californios es que utilizaban procesos especiales para “curtir” la piel, lo que les permitía evitar que se echaran a perder y darles elasticidad. Para esto utilizaron unas sustancias que se conocen como taninos y que en su caso, eran de origen vegetal.
Conforme los habitantes antiguos se vieron reducidos y por el aumento de la presencia de colonizadores, cambió el tipo de productos, prendas y accesorios elaborados con piel pero la práctica no se perdió, sólo se adaptó a las nuevas culturas que ingresaron a la península.
En la actualidad, los embajadores de esta práctica ancestral son los rancheros. El ranchero sudcalifornio sabe ser independiente y autosuficiente, y la talabartería no sólo le permite elaborar sus propios productos sino comercializarlos con otras rancherías y negocios citadinos, lo que la vuelve un elemento crucial para la economía sudcalifornia que conserva un enorme valor histórico y antropológico.
Aunque cada día hay menos artesanos y es menos común tener la necesidad de estos productos por los avances de la tecnología, necesitamos proteger y conservar estas tradiciones que nos hablan de la identidad de los sudcalifornios y nuestra capacidad como pueblo para ser adaptativos e inteligentes cuando nos encontramos en entornos adversos.
Si no tienes bestias ni la necesidad de equipar un rancho, aún así hay una amplia gama de productos que puedes comprarle a un talabartero: bolsos, cinturones, cuchillos con su funda o machetes, cueras, y ¡hasta fundas para celular! Pero nunca dejes de apoyar a tu artesano de confianza, ¡no dejemos que las tradiciones mueran!