¿Dueños o guardianes?
En ciertas etapas de nuestras vidas, los humanos compartimos diversos grados de dependencia hacia otros humanos. Particularmente cuando somos bebés, cuando padecemos de alguna enfermedad física o mental, o cuando nos encontramos en una edad avanzada, nos convertimos en seres vulnerables y dependientes.
A pesar de que no siempre fue así, las sociedades humanas han establecido una serie de responsabilidades hacia los infantes, los ancianos o los enfermos debido a que se les reconocen sus necesidades, aunque no es a través del lenguaje claramente articulado como sus cuidadores descifran la naturaleza de dichas necesidades. Aquellos que se convierten en responsables de algún miembro de estos grupos, desarrollan un conocimiento interpretativo, esto es, logran descifrar por ejemplo, lo que un bebé quiere por medio de la empatía, la simpatía y la interacción que se da cuando el cuidador o responsable se relaciona con el bebé. Es fácil reconocer la similitud respecto a la vulnerabilidad y dependencia que tienen los perros y los gatos hacia las personas.
Sin duda, las personas que desarrollan estrechos vínculos con sus perros o sus gatos, también ponen en práctica un conocimiento interpretativo de sus necesidades, dado que igual que con los humanos, se establece un canal de comunicación construido con base a la empatía, ya que si bien es cierto, los perros y los gatos no hablan, sí poseen un lenguaje. Este enfoque ha causado que en otros países se haya transformado el uso del habla, debido a que si bien la palabra “dueño” convierte en objeto de propiedad al perro o al gato, la palabra “guardián” evoca a aquél que vela por sus intereses: quien toma total responsabilidad de él como ser sintiente, vulnerable y dependiente.
Si bien es cierto que no es suficiente con cambiar unas palabras para provocar que las personas de nuestra comunidad transformen su comportamiento, su reflexión bien vale la pena ya que cuestiona todo un sistema de pensamiento sobre cuál es el papel del perro o el gato en nuestra sociedad, así como la naturaleza de nuestra relación con ellos: de dueños o de guardianes.