El albañil que nunca lloró
Como tal vez somos ignorantes, no sabíamos que John Steinbeck, el Premio Nobel de Literatura y Pulitzer, autor de las Uvas de la Ira (The Grapes of Wrath) y Tortilla Flat, era californiano y que también escribió, nada menos, que Al Este del Paraíso o Viva Zapata. La película de Las Uvas de la Ira, ganó dos Óscares con John Ford y Jane Darnwell, aunque Henry Fonda iba en la polla, es decir, fue nominado. Lo que ustedes sí saben, culta amiga y sapiente lector, es que escribió La Perla que se hizo película y dirigió el Indio Fernández y Por el Mar de Cortez que este amanuense desconoce si se filmó, hay que preguntarle al cronista Eligio Moisés Coronado.
No le aburro (usted ya era aburrido y no aburrado como su servidor), pero Al Este del Paraíso, considerada su peor novela, la filmó nada menos que el papá de Elvis Presley, el legendario James Dean, en tanto que La Perla la protagonizó la consuegra de Slim, mi paisana María Elena Marqués con Pedro Armendáriz, fotografiada por Gabriel Figueroa. En fin, venimos a escribir que el Premio Nobel John Steinbeck en sus inicios fue albañil. Sí, alarife y a mucha honra. Más aún, fue de los albañiles que construyeron el Madison Square Garden de NY. ¡Órale!
Se trata de hacer un reconocimiento a esos millones de héroes que en el mundo han sido y que son los trabajadores de la construcción, bien llamados albañiles, pues es una palabra que proviene del árabe: al banní, el que construye o edifica y cuando ya es maestro o maistro de obras es un alarife que también viene del árabe al arif, el experto. Todos sabemos qué es un albañil, profesión u oficio honrosísimos, tanto como el de campesino, el otro gran oficio de la civilización. Un albañil es una persona con conocimientos y experiencia que se dedica a la construcción, reforma, renovación y reparación de edificaciones; según la Academia, la albañilería es el “arte de construir edificios u obras en que se empleen, según los casos, ladrillos, piedra, cal, arena, yeso, cemento u otros materiales semejantes”.
En inglés se le llama descriptivamente, no despectivamente, bricklayer o también Mason. En alemán le decimos Der Maurer y en francés le maçon y esa “colita” que lleva la c y que se llama cedilla indica que debe pronunciarse como una ese fuerte y los que hablamos el náhuatl les decimos kalketski, tlakitki o kalchiuki, no a las cedillas, sino a los sufridos albañiles, que se han fregado a lo largo de la historia para que nos envanezcamos con grandes palacios o nos cobijemos en modestos hogares. Yo a las cabañas bajé, yo a los palacios subí… dice Don Juan Tenorio en la obra de José Zorrilla que, para escarnecernos, escribió en solo 20 días.
El albañil es de los más nobles y sufridos trabajadores, siempre explotados, siempre maltratados, siempre osados y sufridos, siempre resistentes y laboriosos. Generalmente de pocas letras, pero de gran ingenio y savoir faire, les han hecho películas como Los Albañiles, con López Tarso, o con Vicente Fernández, novelas como la de Vicente Leñero.
Algún día se les pagará a los albañiles con justicia y se les tratará con dignidad. El oficio de albañil es tan trascendente que Fulcanelli lo revela en el maravilloso libro El Misterio de las Catedrales y es tan legendario que toda la Masonería del mundo, que tanto ha influido e influye aún en la historia, con las diferentes Logias, incluidas las del Vaticano, viene precisamente de ese oficio que identifican sus instrumentos de la escuadra y el compás. Vea el billete de un dólar de USA hoy donde dice Annuit Coeptis, Novum Ordum Seclorum.