El Autoconocimiento como la base de la autoestima
Es un hecho que una de las acciones más sobresalientes en nuestra vida es conocernos a nosotros mismos. Saber quién es esa persona que vive en mí. Esa persona que ha estado conmigo desde el primer momento y estará hasta mi último suspiro.
Descubrir quién soy verdaderamente, es una de las tareas más profundas y complicadas a la que nos podemos enfrentar, Generalmente la idea que nos hemos formado de quienes somos está directamente relacionada con la influencia de todas las opiniones que se han tenido sobre nuestra persona.
Muchas veces pensamos y creemos que sabemos “todo” de nosotros. No me refiero con esto a que debamos descartar ni poner en discusión la información que nos ha sido adjudicada formando parte de nuestra personalidad, pero sí aquella que dificulta nuestro progreso personal.
Decir que somos sinceros, responsables, inteligentes, flojos, iracundos, etc., no nos define del todo, Sin embargo lo repetimos constantemente hasta volverlo una convicción, actuando en consecuencia. Generalmente pregunto a las personas que asisten a terapia: ¿Te conoces?, Sin dudar, con cierto entusiasmo, contundencia y de modo automático, responden que SÍ! Junto con ello una mirada que muestra lo insólito de mi cuestionamiento, a lo que prosigo, ¿me puedes decir cómo eres, detalladamente?, ¿qué concepto tienes de ti?. Es ahí en donde inicia el laberinto y la confusión, ya que prácticamente todos se sorprenden al comprobar lo poco que han profundizado en el conocimiento de sí mismos y las consecuencias por ignorarlo.
Pongamos este ejemplo: Estamos de acuerdo que una persona a la que no conocemos la consideramos un “des-conocido”, por lo tanto, sería complicado confiar plenamente en él o ella. Al mismo tiempo, poco probable solicitarle orientación para que nos guíe en la toma de decisiones trascendentales de nuestra vida. ¿Cómo lo haríamos?, si no sabemos quién es, qué quiere o hacia dónde va. Mucho menos cuáles son sus fortalezas, debilidades, sus más grandes sueños y/o tristezas. Con todo esto, pretendo decirles que, muy probablemente, estoy describiendo gran parte de nuestra historia personal. Pasamos nuestra vida pretendiendo que nos conocemos y al final nos damos cuenta que no es así. Vivimos distraídos llenando expectativas y poco o nada ponemos atención en la persona que somos, volviéndonos vulnerables sin nada que nos forme, apuntale y de cómo resultado un autoconcepto claro y bien definido.
Para que el autoconocimiento se propicie es oportuno observarnos. Observar nuestros pensamientos, nuestras creencias, nuestras reacciones y nuestras acciones, haciendo con ello una introspección honesta, profunda y detallada para darnos cuenta y tenerlo presente. Descubrir nuestras fortalezas y debilidades, asumirlas y, poco a poco, hacer cambios en un proceso comprometido que perdure como base sólida en nuestra autoestima.