EL CIRCO DE LOS OSCARES JOLIGUDENSES
Joligud se ha autoproclamado la catedral del cine mundial. Quien quiera fama y dinero que mane de la grandes pantallas tiene que ir a esa Meca a rendir culto a las luminarias que aluzan a manera de fuego eterno los estudios, laboratorios, camerinos, escenarios, montajes, y un largo etcétera de elementos cinematográficos donde se mueven, siempre pavoneándose, grandes actores, actrices, directores, fotógrafos, guionistas, peinadoras y otro largo etcétera. Nada cambia que sean mexicanos, japoneses, rusos, peruanos o belgas (no empiecen con sus cosas) los nominados o galardonados, la esencia del gran circo no cambia, sólo le ponen un poco más o menos de epazote o comino o perejil a la ensalada. La pena es que nos traguemos la piedra de molino que significa el hecho de que los halagos lleguen a las exageraciones del tamaño de que Iñárritu es el genio más grande de la historia del cine o que Lubezqui sea el depositario de la nueva era de la fotografía cinematográfica. La era del cine de historias bien contadas, con directores culturalmente sólidos (Fellini, Godard, Visconti, Allen, Leduc, Arau, Fernández, Buñuel, Bracho), en escenarios naturales, con hombres y mujeres de carne y hueso que tienen sentimientos de seres terrícolas han sido sustituidos en el mundo de Joligud por los super hombres (y super mujeres), que viven en mundos artificiales con alardes tecnológicos efectistas, de resistencias graníticas e ideales de venusinos, es decir: circo de lucecitas coloridas y cartón que simula rocas. Luego los premiados embriagados por el “éxito” se convierten en líderes sociales y desde el pedestal, con su estatuilla en las manos les vine la fiebre de la justicia e igualdad, de crítica a sus gobiernos y arengas contra los sistemas económicos capitalistas, aunque vivan en mansiones tan fastuosas como las de sus películas, en los barrios más exclusivos, lo más cercano posible al territorio joligudense. Lo más lejos posible de esos pobres, marginados, explotados, con los que se llenan la boca. Al menos Marlon Brandon en su tiempo (El Padrino) tuvo la decencia de no asistir, rechazar la estatuilla y mandar a una india a echarse el rollo indigenista. Pero ese es otro cantar.
El hervidero de actores y directores iluminados de “conciencia social” no han reparado en los “leves” desequilibrios e inequidades que también hierven en el circo de Joligud. Una de las críticas es el papel cada vez menos relevante de las mujeres en esas cintas con papeles sin interés. Otro cuestionamiento es que las actrices maduras dejan de ser llamadas a ser protagonistas centrales y el más severo es el que se refiere a las diferencias de salarios ya que las mujeres reciben en promedio 20 por ciento menos salarios que sus compañeros varones.
Siguiendo con el dominio machista en Joligud se ha observado que la mayoría de las cintas nominadas no pasan la prueba Bechdel que consiste en que haya al menos dos mujeres en la película y que éstas hablen entre sí pero de algo que no sea de hombres. “La gran apuesta” es el caso típico de una cinta que está protagonizada por un reparto totalmente masculino. La película nominada “El renacido” tampoco pasa la prueba Bechdel ya que en ella sólo aparecen dos mujeres: una pide desesperadamente un trozo de comida a uno de los protagonistas y la otra es violada.
Un caso excepcional en este sentido es “Mad Max: Furia en la carretera” la cual supera la prueba Bechdel ya que la mayor parte de sus protagonistas son mujeres guerreras aunque la historia sea fantasiosa, llena de recursos técnicos efectistas con personajes de temple irreal.
Pero si la falta de equidad de género es una constante en este circo lo referente a la equidad racial es todavía más escandaloso. Ningún actor o actriz negros se encontraba entre los nominados al Oscar, tampoco ningún director o directora negros han recogido un Oscar en la historia del la Academia. Quizás resultado obvio de que el 94 por ciento de los miembros de la Academia con derecho a voto en estos premios son blancos, el 77 por ciento hombres, algo “ligeramente” distinto a las proporciones de la composición social y de la industria. También la mayoría de los productores y guionistas de la industria cinematográfica y televisiva son blancos y hombres. Otra minoría no representada es la que constituye la comunidad lésbico gay que aún más que la negra pasa desapercibida en todos los renglones de la industria joligudense.