El mayor destructor de la paz
Desde una de las más importantes tribunas religiosas del catolicismo mexicano, la Basílica de Guadalupe, el cardenal Norberto Rivera Carrera lanzó este domingo de Ramos una de sus más fulminantes frases. Y vaya que ha tenido dedo flamígero en su ya larga gestión pastoral. Dijo así: “A menudo he afirmado, y estoy seguro de ello, que el mayor destructor de la paz en el mundo de hoy es el aborto. Si una madre puede matar a su propio hijo, ¿qué podrá impedirnos a ti y a mí matarnos recíprocamente?” (Periódico Excélsior, 29 de marzo). Parece que los años de discusión y meditación sobre todas las implicaciones y significados (filosóficos, religiosos, médicos, familiares) de la interrupción voluntaria del embarazo han pasado de noche por el señor Norberto. Sorprende que a pesar de la multitud de argumentos en uno y otro sentido sobre tal tema, una autoridad eclesiástica considere que baste su sola afirmación para realizar tal condena sin un argumento explicativo, sino simplemente dar por cierto y absoluto su pensamiento, o para usar sus propias palabras “estar seguro de ello”. ¿Y la “seguridad” que tenga otro individuo que difiera de Norberto no cuenta? Así lógicamente nunca acabaríamos. Tratemos de ser objetivos. La paz en nuestro planeta está rota en varios lugares y por motivos relativamente claros. No se puede ser exhaustivo, pero unos ejemplos pueden bastar. En Ucrania una guerra civil está en curso aparentemente por la intervención rusa en contra de la soberanía ucraniana. En el convulsionado Medio Oriente extremistas palestinos lanzan bombas a Israel y tropas de este país incursionan violentamente en territorios palestinos en búsqueda de armas y los sitios desde donde se lanzan esos misiles. En territorios de Irak y Siria un grupo extremista musulmán autonombrado Estado Islámico ha ejecutado a miembros de tribus chiítas y ciudadanos de otros países bajo la acusación de “infieles impuros”. Actos terroristas de miembros de organizaciones también religiosas han matado decenas de personas en Europa, África y Asia. Y para poner un ejemplo local, en nuestro país se dice que en los últimos nueve años han sido más de 20 mil las personas que han perdido la vida en la “guerra” contra el narcotráfico. ¿Alguien en sus cabales puede afirmar, en medio de este panorama, que la interrupción voluntaria del embarazo es el mayor destructor de la paz en el mundo? Sí, el cardenal Rivera. Una de las creencias sobre las que se funda un sector de la iglesia, es que la vida humana empieza en el momento mismo en que un espermatozoide se une a un óvulo. ¿Esa célula nueva es un ser humano? Digamos que por lo menos sea discutible esa idea, cuestión que puede entrar en el campo de lo filosófico, de lo biológico o simplemente de una simple creencia personal. Lo que no es posible es que bajo la autoridad de una de las muchas religiones existentes se realicen condenas tan desorbitadas y tan fuera de contexto de los acontecimientos que conmueven y que realmente amenazan la paz mundial. Y esto tiene implicaciones prácticas muy concretas. En varias ciudades de nuestro país diversas organizaciones han convocado exitosamente a la ciudadanía a manifestarse contra la violencia del crimen organizado y demandando seguridad a los gobiernos. ¿Saldrá la iglesia católica a aclararle a la ciudadanía que los están engañando y que la verdadera amenaza a la paz es la interrupción del embarazo? Como sucede en muchos otros asuntos de la vida nacional, el del aborto es otro sobre el cual hay un doble discurso y doble moral. Cientos (quizás miles) de mujeres de bajos recursos siguen muriendo anualmente por interrumpir su embarazo en condiciones insalubres o por ponerse en manos de charlatanes. Con dinero el aborto se practica desde siempre en condiciones seguras. Si la mujer no tiene dinero puede ser sujeta de las prácticas más terribles para producirlo. El aborto es una práctica legal en todos los códigos penales del país bajo el considerando de que ese embarazo fue producto de una violación o de que el feto muestre malformaciones graves o de que corra peligro la vida de la mujer. Es decir, la interrupción del embarazo en sí mismo ya es una práctica legal y estaría a discusión la apertura a otros supuestos, por ejemplo la existencia de un embarazo no deseado. Eso, bajo ningún concepto puede una “amenaza para la paz”.