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EL PILLÍN

Escrito por Martha Guadalupe Gutiérrez Sánchez en Viernes, 03 Enero 2020. Publicado en Cultura, Entretenimiento, Literatura, Política

El curioso personaje del Pillín originario de la ciudad pericue de Sanjo era el encargado del correo en su pequeña tribu,  por lo que a todos conocía y era igualmente conocido por todos, en su vieja bicicleta recorría todas las mañanas de lunes a sábado las calles polvorientas del pueblo en donde su personalidad y figura ya se fundía a las casas de grandes patios llenos de matas de mango que florecían generosas todos los veranos y hacían las delicias de propios y extraños.

     Los frondosos huertos que eran atendidos por las familias, incluían además aguacates, chiles, tomates, pepinos, papayos, maíz y toda una diversidad de siembras que hacían autosuficiente en verdura y fruta a los vecinos del lugar; no en pocas ocasiones parte de estos cultivos iban a dar a manos del Pillín como un reconocimiento a su labor y a la alegría que proporcionaban la mayoría de las veces las misivas que el personaje portaba.

      Su mirada inquieta, con negros y sonrientes ojos enmarcados por un rostro anguloso lleno de pecas con finos y delgados labios, se regodeaba de las bellezas de ese oasis que formaba el gran estero donde se acumulaban las palmeras y plantas de plátano, por donde el viento fresco se colaba y tras acariciar la cara del Pillín terminaba alborotando aun mas sus rojos y enmarañados cabellos.

     El cumplido cartero después de concluida su labor –la que muy en su interior consideraba importante e imprescindible-  tomaba el camino a su casa para tomar sus sagrados alimentos, los que una vez ingeridos le producían pesadez y por supuesto una somnolencia que lo llevaba a la consabida y casi obligada siesta que se prolongaba hasta horas de la tarde, en que despertaba fresco como una lechuga y listo para su actividad favorita: ir a la cantina a donde se dirigía presuroso.

     Hecho destacable de su personalidad era su notable habilidad para contar charras y cuentos subidos de color en la cantina del pueblo en donde ya animado por los efectos del alcohol, hasta entonaba canciones de su propia composición e invención en las cuales incluía a personajes del lugar, para diversión de los borrachos que festejaban sus puntadas y lo motivaban a cometer payasada tras payasada hasta altas horas de la noche,  en que el propietario del establecimiento, ya cansado, los corría.

     Su afición a la cerveza era casi tan legendaria como su propia figura, pequeña y delgada, que noche tras noche recorría los palmares del estero rumbo a su hogar acompañado del ladrar lejano de los perros, mientras tarareaba eso si a todo pulmón, algún estribillo conocido o de su propia inspiración.

     Maru hija del Pillín y maestra de la escuela de Sanjo era una de las jóvenes mas bonitas de la tribu, ella estaba totalmente convencida que el trabajo que desempeñaba le ofrecía un nivel social diferente que era evidente satisfacía su ego y prestaba a su personalidad un cierto toque de arrogancia que reflejaba su vanidad, mas aun cuando estaba siendo pretendida por Roberto, miembro de una de las familias mejor acomodadas de la región y guapo por añadidura, intuía que si lograba un matrimonio con el muchacho se estaría casando con uno de los mejores partidos de los alrededores, por lo que su empeño era primordial.

     El trabajo de Maru no le permitía un contacto constante con su progenitor por la diferencia de horarios ya que mientras ella se levantaba temprano para su largo y concienzudo arreglo personal, el Pillín todavía dormía frecuentemente desvelado por sus incursiones nocturnas que se prolongaban hasta la madrugada y a la hora de la comida cuando la muchacha llegaba , el Pillín ya dormía su acostumbrada siesta y salía siempre antes de que l profesora regresara de sus clases vespertinas, por lo que los encuentros entre ambos eran esporádicos y breves.

     Una tarde Maru paseaba orgullosa y muy oronda del brazo de su pretendiente por la calle principal –porque era la única empedrada-  cuando repentinamente su mirada tropezó con la imagen del Pillín que en la calle de enfrente  entraba muy alegre a cantina. El novio aunque no hizo ningún comentario tampoco pudo esconder el rechazo que la acción le provocaba, lo que preocupo seriamente a la maestra  y reflexionando sobre ello ya no pudo ni disfrutar del cachumbeo, pues sentía una urgente necesidad de hablar con su papa para hacerle ver que su conducta  -la cual calificaba como licenciosa-  era escandalosa y podía dar al traste sus ambiciosos proyectos y planes al lado del riquillo, además de que percibía la afición de su padre por  las bebidas como una afrenta moral que empañaba su supuesta posición social.

    Motivada por el deseo de poner fin a la situación esa noche Maru decidió encarar de una vez por todas a su padre para exponerle la incomodidad que para ella representaba su adicción al alcohol, repaso mentalmente varios tipos de reclamos que iban desde hablar con el calmadamente y preguntarle que pensaba de la vida hasta el punto de amenazarlo con irse de la casa si él seguía tomando, armando estrategias mentales y desechándolas sin llegar a ningún argumento definitivo se recostó en el sofá en donde termino dormida.

     Mientras tanto el Pillín en la cantina jugaba a las vencidas y apostaba con Don Abraham que cargaba una caja de dar toques, a que aguantaba las descargas eléctricas más altas, parte por dinero parte por diversión de fanfarrón, ya que generalmente  terminaba perdiendo y ello mermaba el dinero de su sueldo, sabía que su mujer lo recriminaría pero por el momento no le importaba mucho pensaba con filosofía, que cuando llegase el momento ya lo capotearía.

     Cuando salió de la cantina aspiro fuertemente permitiendo que el viento fresco mezclado con los aromas herbales de los frutales, palmeras de cocos y dátiles: penetrara en sus pulmones llenándolo de renovada energía con la cual partió en dirección a su hogar allá por las huertas de Don Trino, que florecían esplendorosas  gracias al arroyo que atravesaba la zona y que sobre todo en la parte del Alamón atraía a los grupos de chiquillos que retozaban en el agua buscando en la temporada de verano aliviar sus calores.

     Era cerca de la madrugada cuando Maru despertó sobresaltada, adolorida por algunos resortes prominentes que se clavaban en su cuerpo y atestiguaban lo antiguo del mueble en que dormía ubicado en la sala donde esperaba la llegada de su padre. Como lejanos ecos repetidos por el viento que se movía entre las palmeras, los constantes ladridos de los chuchos la pusieron en alerta pues parecían anunciarle el retorno de su progenitor, se compuso el vestido ya arrugado y se dispuso sin importarle la hora a hablar con él.

     Desaliñado y con su pelo rojo alborotado, batallo un poco para abrir la puerta porque tenía dificultades para mantener el equilibrio y se iba de cantiachi, finalmente la flaca figura del Pillín se recorto en el marco de la puerta con la letra de una canción todavía en los labios, repentinamente callo sorprendido de que su hija estuviera despierta esperándolo en una actitud entre recriminatoria y nerviosa, ya que complicada se restregaba las manos buscando las palabras adecuadas para reconvenir a su papá.

     Después de dirigir a su padre un movimiento de cabeza negativo y lanzarle una mirada reprobatoria, Maru le comunica que lo vio entrar en la cantina esa tarde y lo cuestiona  ¿papa es usted capaz de imaginarse siquiera la pena y la vergüenza que me da verlo entrar a la cantina? A lo que el Pillín con una sonrisa toda picardía le responde……¡Y eso que no me has visto SALIR!

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