EL PROFETA DEL PODER
En aquel tiempo el profeta convocó a sus fieles seguidores a la plaza pública para que lo escucharan hablar del poder. Envuelto en una túnica blanquísima, luida y rota por el uso de años así les dijo: “Hermanos, una perniciosa adicción afecta a una parte importante de nuestra comunidad es la adicción al poder. Es un impulso irrefrenable por mandar y ser obedecido, por tener en sus manos el destino de su pueblo, por enriquecer a los suyos en detrimento de las mayorías, por violar las normas mínimas de legalidad por el simple placer de no reconocer leyes ni reglamentos. En nombre de este poder se lanzan promesas incumplibles, que obnubilan a ese pueblo subyugado. Pueblo que vitorea y lanza gritos a sus presuntos líderes. Los adictos al poder no tienen escrúpulos para crear una atmósfera de encono y rivalidad entre familias y amigos. Como tampoco les importa radicalizar a grupos de seguidores para linchar a los que señalen como enemigos irreconciliables. Así ha sido desde los orígenes de los primeros pueblos, en las naciones que hoy conocemos y en las que pronto se descubrirán. Y así será hasta el confín de los tiempos”. La multitud enmudecida vio como el profeta envuelto en los jirones de su túnica dejó la tribuna solo sin más compañía que sus propios pensamientos.