El resbaloso 2021 electoral
A Milena Quiroga, Pancho Pelayo et al.
Dentro de los cientos de miles de obras científicas y literarias dedicadas al fenómeno que llamamos tiempo, destacan, para mi corto acervo, las del gran filósofo francés Jacques Derridá intitulada “Dar el tiempo (Donner le temps)1. Una verdadera delicia para el intelecto de cualquier mujer, hombre o blend. Otra sería la de Historia del tiempo de Stephen Hawking y no olvidaría el poema de quien fuera esposo de nuestra Leonora Carrington Renato Leduc, que todos hemos oído y que es el Tiempo, ¡ah! y En Busca del Tiempo Perdido de Marcel Proust el genial francés.
Pero ello sólo nos serviría para contextualizar la importancia que para el ciudadano tiene el pensar, todos los días, en algo de la política, de los políticos, de los gobernantes y de sus funciones, disfunciones y defunciones electorales. No
debemos esperar a la saturación intensiva, extensiva y depresiva de las semanas que marcan los institutos electorales para empezar a pensar en partidos, en programas, en ofertas, en mentiras o en verdades de precandidatos que luego se nos convierten en pesadillas municipales, edilicias, legislativas o estatales.
La libertad de pensamiento es una de las maravillas no sólo de la evolución humana que plantearon Darwin, Haeckel y Lamarck, sino del avance civilizatorio y puede y debe ser ejercida con asiduidad. Muchos saben que “órgano que no se utiliza se atrofia”. Los profesionales y los amateurs de la búsqueda del poder y del gobierno lo saben y por ello normalmente le llevan ventaja a los ciudadanos comunes, a pesar de que la mujer y el hombre de las urbes o de los ranchos ven y padecen a diario los coletazos infames de los desaciertos de sus “servidores” o “mandatarios” convertidos en insaciables, soberbios y onerosos verdugos de sus derechos, necesidades y merecimientos.
Pero quizá nadie supo reflejar las mudanzas de nuestro talante cotidiano, o secuencial, como Porfirio Barba Jacob (seudónimo de Miguel Angel Osorio Benítez), el colombiano extraordinario, muerto en México a mediados del siglo pasado, y que escribiera La Canción de la Vida Profunda. Qué poema, señoras irresistibles, qué poema cultos e insepultos amigos. Por eso decimos, que no importa como le amanezca el biorritmo o el “mood” como dicen ustedes los que se sienten muy british, el hecho es que, si no vamos pensando a tiempo y con calma a quien le vamos a entregar nuestros favores y fervores sufragales, nuestro tiempo y nuestra esperanza, vamos a cometer los mismos errores de siempre.
Claro que ellos no quieren que piense usted, pero por favor, ¡desde luego!, of course my horse. Lo que quieren es que usted
llegue aturdido, atolondrado al momento de meter la boleta en la urna, hipnotizado por ellos o por sus “obsequios” infames de ocasión. Sabemos que vive sumamente angustiada con los gastos diarios de sus niños o de su familia y de usted, entendemos la asfixia de pagar el celular, el transporte o la gasolina, la comida, las medicinas o la mensualidad habitacional. Es más, sabemos perfectamente todos que no nos alcanza ya para nada y, precisamente por eso, tenemos que ir pensando todos los días y observando con muchísimo detenimiento, qué dicen, como actúan, como se visten, como se disfrazan o se pintorrean y pitorrean nuestras y nuestros gobernantes municipales, estatales y federales.
Ellos son implacables con los ciudadanos y lo menos que podemos hacer es actuar con serena reciprocidad. Lo mínimo que podemos y debemos es pensar en nuestros niños, en lo que está pasando, en cómo se van empobreciendo con nuevas carencias y con el embarramiento en nuestros rostros de esa opulencia ya agresiva aparte de chafa y cutre. Sí, nuestra oportunidad ya viene otra vez en el 2021 para ver a quien metemos en las regidurías, en las sindicaturas, en las presidencias municipales y en las cámaras de diputados federal y local y a gobernar nuestro estado hermoso y recio de BCS.
No falta mucho. Cincuenta semanas. Sin cuenta, semanas que se van volando. Los precandidatos ya están aquí con nosotros, andan desesperados haciéndose los simpáticos, los chistositos, los ingeniosos, los poderosos, los ingeniositos o los laborantes, los innovadores o los entroncillos. Mujeres y hombres desde adentro del gobierno haciendo el papelazo o desde afuera haciendo la faena. Los partidos, tan partidos que están, que compran y venden toda clase de morralla. Y por eso tenemos que brincar de un logotipo a otro, o mejor dicho, de una decepción a otra.
La única manera de arraigar y potencializar la democracia es pensando y actuando, oír, escuchar, observar, preguntar, comentar, leer, combatir, deslindarse, aliarse, organizarse buscar a los afines, a las personas más fiables o confiables, no a las que se gastan fortunas en ropajes o vestuarios, en afeites o en geles, en carrazos para si o para sus contlapaches y valedores, en peluqueros o tintes.
Busquemos a los que no roban, a los que no engañan, a los que no falsifican, a los que no pretenden ser lo que no son y son auténticos. Mujeres y hombres de buena ley. Eso requiere un esmero diario, distinguida lectora y lector dilecto. Vea dónde viven y dónde beben, los suspirantes, aspirantes y expirantes. Una cosa sí le digo, se la recuerdo con todo respeto. No hay seres humanos perfectos, así que escoja lo que le parezca menos malo y para eso, para eso, necesita pensar. Mi gran amigo Rene Descartes que vivía en Lagunitas o en la Gastelum, no recuerdo bien, decía: Pienso, luego existo.
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