EL TIEMPO, ESA REALIDAD BRUMOSA
¡Oh tiempo!, enigma metafísico, sustancia etérea, inasible; realidad brumosa, la misma que, desde la feliz fusión de los animálculos de la pasión, habita en cada gen de toda criatura que habita la Tierra, y muy particularmente en el Homo sapiens, única plenamente consciente de ello.
Un yoctosegundo después de la fecundación, adquirimos el ser, e inexorablemente la mortalidad como destino. Algunos meses después viene el revés primero: la expulsión del tibio vientre. La bocanada inicial rebana el aire y aspiramos todo el que nos permiten nuestros pequeños pulmones. El llanto inaugura el inicio de nuestra aventura terrena. Medios ciegos, inútiles y con muy pobre coordinación motora, somos empujados a encarar la vida, con el único recurso del berrinche, que si bien resulta excelente estrategia, también nos surte con pellizcos, jalones de orejas, encierros, y otras maneras de corrección militarizada. Un poco de conciencia es suficiente para entender que mientras permanezcamos en este planeta, independientemente de que seamos príncipes o mendigos, el tiempo nos golpeará sistemáticamente; por dentro y por fuera, hasta el desenlace final.
En suma son cinco los rectos de derecha que a lo largo de nuestra existencia terrenal estaremos expuestos todos. Así que todos somos candidatos a besar su puño.
El primero de ellos, es la temperatura. Esta nos impacta a todos al mismo tiempo, aunque el grado con que lo hace depende de la latitud. En términos más comunes le conocemos como calor o frio. Uno u otro, más allá de los límites soportables, puede borrarnos de la Tierra en unos cuantos minutos. Aunque es posible amortiguarlo, nunca podremos controlarlo enteramente. Y qué bueno porque no experimentar el rigor de sus bochornos y heladuras, nos privaría del encanto de afrontarlos y vencerlos.
Si el calor es extremo, como en los tórridos días de agosto del norte mexicano; exprime de nosotros el líquido que nos mantiene turgentes lozanos y avispados; y con él se lleva también las sales que hacen posible el equilibrio bioquímico y fisiológico. Experimentamos fatiga, agobio, enfado y malhumor. Estamos y nos sentimos hot; La ropa se adhiere a la piel y el calzado hornea nuestros pies. Mientras intentamos desvestirnos resoplamos, pujamos y proferimos improperios. ¡Aaah el bien acuoso viene al rescate!: Jamaica, tamarindo, limón, naranja, granada china, chía, pepino, melón, sandia; ¿o que tal cerveza? ¿Whay not? En cambio el frio impacta nuestra condición de sangre caliente; nos paraliza. Recordad el extremo rigor mortis; evidencia palpable del final terreno e imagen por antonomasia dela muerte. Unos cuantos grados por debajo del cero de Celsius, son suficientes para enfriarnos en poco tiempo. La calefacción ayuda, sobre todo en países fríos, porque en lugares cálidos no hace falta porque a menudo el sol se convierte en abrigo comunitario. Bien por el sol astro, por las frazadas de lana, por las bebidas calientes: té de menta, verde, negro, limón, telimón que es diferente, canela, manzanilla, anís, o bien atole de maíz, o champurrado o un tarro de cacao con leche de cabra o un café negro de grano. Y bien por las amistades cálidas, por las sonrisas francas, abiertas, gratuitas; por los abrazos que son como bollos calientes en una tarde invernal. Porque han de saber que el alma también se hiela… ¿estáis de acuerdo? Perfecto de eso hablaremos en el quinto golpe.
El segundo recto es con el oxígeno. Se trata de un mazazo endógeno, paciente, callado y pernicioso. Nada escapa a su incansable actividad oxidante. Un trozo de hierro por ejemplo, sufre los embates de este ubicuo gas, por lo que muy pronto empieza a perder su identidad prístina. Poco a poco, y dependiendo también de otros tantos factores ambientales, empieza a transformarse en óxido de hierro, que también le llamamos herrumbre, o moho. En nuestra carne la oxidación es un fenómeno más complejo que en el metal citado, y además sus efectos no son tan evidentes en periodos cortos. Eso sí, es igual de pernicioso. Sucede que la actividad bioquímica produce de manera permanente radicales libres (oxígeno incompleto). La inestabilidad de estos radicales carcome la frágil dermis de nuestras células. En algún momento su erosiva función nos enfermará o catapultarán a la fosa, si es que antes la vida no nos atropella con las mil y una maneras restantes. Estas radicales sustancias son vasallos inseparables del tiempo, jinetes de alta entropía que cabalgan sin descanso. Noticia buena es que, aunque es imposible desterrar la oxidación del planeta, tanto en el hierro como en nuestros cuerpos (el temido envejecimiento prematuro, la enfermedad y la muerte) podemos retardar el proceso resultante. Bien por los antioxidantes que aportan las plantas, y que neutralizan los radicales libres, o mejor dicho los estabilizan. Hurra por el chile morrón, guayaba, acelgas, semillas oleaginosas, soya, kiwi, tomate, berro, apio, betabel, cilantro…y muchas otras ricas en estas moléculas; pero, también pescado, sobre todo su cabeza y ojos. Evitemos también en lo posible el estrés psico-físico, los ambientes contaminados, el humo de cigarrillos de tabaco y/o cannabis; la exposición excesiva al sol, el consumo de alimentos con bajo valor nutricional y el abuso del alcohol. Y ayudará sobremanera el buen hábito, las horas de sueño necesario, la actitud positiva ante la vida, al ejercicio constante, la risa pronta, al equilibrio cuerpo- mente- espíritu, y al permanecer a buen resguardo en el buen supremo Dios.
El tercer golpe es el polvo, ese que pulula como mosca para posarse sobre cualquier materia. Acumulase en nuestros pestañas, en los poros de nuestra dermis, debajo de las uñas, en el interior de nuestras mismísimas narices y en cualquier resquicio. Este polvillo es una infinidad de notariales suspendidos en el aire; partículas de suelo, cenizas de erupciones volcánicas o de incendios; de restos de piel, pelusa, cabellos; o de otras mil pequeñeces inorgánicas u orgánicas reducidas a partículas muy pequeñas que, como caudillos de un imperio silencioso buscan cubrirlo todo. Un solo día sin limpiar es suficiente para constatar su depósito en todo lo que se interpone a su paso. De continuar sin limpieza, en poco tiempo todas nuestras pertenecías terminarán en el reino de la inutilidad. La buena notica radica en que, entre tanta polvareda, nos alienta al menos que mientras encontremos la manera de construir una gigantesca burbuja o una aspiradora perfecta, podemos sacudírnoslo.
El cuarto golpe se trata de una legión, ubicua e invisibles a simple vista, de feroces bestiecillas que procuran sobrevivir y proliferar a nuestras costillas, o mejor dicho a costa de energía ganada a fuerza de sudor y estrés, de procesos culinarios y moliendas sucesivas; masticación, deglución y digestión. A veces la invasión de estos animálculos termina por ser un golpe mortal, aunque más a menudo, y gracias sobre todo a los antibióticos, solo nos restan algo de salud, y con ello alegría, ánimo… y plata, pero bueno no nos aniquila. Así, detrás de un resfrió, o de una influenza, como en otras muchas enfermedades de mayor cuidado, está un virus como el temido SIDA, el SARS, la gripe aviar y la influenza porcina. Noticia mala es que aun no existe cura categórica para esto agentes infecciosos; aunque sean chiquitos y sin chiste; bueno, algunos tienen una curiosa forma de navecita espacial. Pero también nos acechan por doquier esas bestiecillas microscópicas que se llamamos bacterias. Al igual que los virus, buscan invadirnos, para lo cual cuentan con suficientes estrategias para lograrlo. Recordad que ellas aparecieron primero en el planeta; nosotros apenas, por lo que nos aventajan con algunos miles de millones de años. Algunas de ellas son: Salmonella enterica que tras un infección provoca diarreas, dolor de vientre, náuseas y vómitos; Shigelladisenterae que desde su aldea en agua y alimentos contaminados espera paciente, para invadirnos y martirizarnos al causar evacuaciones con sangre; y Helicobacter pylori, que habita de manera exclusiva en nuestro estómago, en cuyo caso se ha encontrado una relación importante entre enfermedades de este órgano y la presencia del bicho, entre los que destaca el cáncer. ¡Ah Y Mycobacteruim tuberculosis nos amenaza desde fuera con su bastón de la muerte!
Contrarrestemos con alimentos nutritivos, higiene constante, sueño reparador y ejercicio al aire libre. Por lo demás, abriguémonos en tiempo de frio y disfrutemos de la playa en el verano.
El quinto golpe es más subjetivo pero no menos erosivo; y acaso sea el más certero. Se trata de las penas que nos acechan como cualquier cazador. Estas llegan directamente al cerebro y/o al corazón. Una sola de ellas, mal procesada puede conducir a la depresión, a la locura, a la postración o la muerte; o al desgano por la vida, o a la melancolía, o al estrés, o a la soledad, o al ostracismo, o a la angustia, o a la ansiedad, o a las drogas, que son otras formas de muerte. Este es con mucho quizás el golpe más frecuente e hiriente que con gran puntería nos lanza el tiempo. Entre las penas más punzantes están las causadas por Doña muerte, algunas veces repentinas, por el divorcio, el desprecio, la violencia, el abandono, el engaño, por el fin de una relación sentimental, la falta de medios económicos y oportunidades.
Mucho ayuda la risa, el buen humor, la autoestima, la fe y la esperanza y de saber que estar vivos es la más grande victoria.
Y el amor para contrarrestar este recto de derecha, equiparable con gancho al hígado, antesala del Nocaut. El amor dije este gran desconocido y en peligro de extinción. Hasta aquí termino porque creo que quien lee esto, es sin duda, un experto en este arte.