Familias Sudcalifornias: CÓMO ESTABLECER LÍMITES A TU FAMILIA
En teoría la familia es ese grupo de personas que existe para cuidarnos y ayudarnos mutuamente, pero las relaciones familiares no son siempre como nos gustaría. ¿Has tenido la sensación de que tus padres o tus hermanos no respetan tu intimidad? ¿Te has visto en la obligación de asistir a alguna reunión o evento familiar por compromiso? ¿Has tenido que complacer alguna vez en contra de tu voluntad?
Muchas veces sobrepasamos unos límites (de manera inconsciente o no) que deben establecerse en todo tipo de relaciones. Esto da a lugar a situaciones desagradables que llegan incluso a afectarnos emocionalmente, porque a nadie le gusta tener una mala relación o un conflicto con su padre o su hermano.
Por eso aquí te damos algunos consejos para poner límites de una manera sana.
La mayoría de las veces poner límites nos supone un gran problema. Esto sucede básicamente por tres razones:
La primera es una educación temprana en la que nos inculcan que debemos complacer a todo el mundo, ser amables y no desagradar a nadie. Esto nos lleva muchas veces a anteponer el bienestar de los demás por encima del nuestro; sobre todo por miedo al rechazo.
La segunda razón pasa por el hecho de vivir en una sociedad que nos hace sentir en la obligación de no desentonar. No molestar a nadie, no opinar más de la cuenta, no alzarnos sin nos tratan mal en el trabajo, permitir malas actitudes de nuestra pareja, tolerar malos modales por parte de clientes en el trabajo, etc.
La última es el exceso de tolerancia que existe en muchas relaciones familiares. Este exceso permite “abusos” e intrusiones en la vida personal y el espacio propio. Una madre, al igual que un hijo, no tiene la obligación de tolerar todo tipo de acciones. Aquí surge muchas veces el miedo al “qué dirán” y el sentimiento de culpa que nos limita.
Lo que debemos de saber es que la educación recibida y la sociedad en la que hemos crecido no tienen por qué ser las mejores, ni las dueñas de la verdad absoluta. Desde nuestra madurez debemos de tener criterio suficiente y hacer uso de herramientas que nos permitan vivir tal y cómo y somos y ser felices; aprender a decir “NO”.
Vale, ha llegado la hora de poner límites, pero ¿cómo lo hago? ¿Cómo supero el miedo? ¿Y si se enfadan conmigo? ¿No estaré siendo egoísta?
Para poder establecer límites primero debes de saber dónde se hallan y eso pasa por conocerte a ti mismos. El autoconocimiento te lleva a saber cuáles son tus propias reglas. Busca el momento adecuado No basta con que conozcas tus límites. Cada persona es diferente, piensa diferente y actúa diferente. Los límites no tienen por qué ser los mismos para ti y para tu padres; es más, seguramente no lo sean en la mayoría de las ocasiones. Si tienes que poner límites trata de hacerlo en el momento adecuado; busca un lugar neutro, donde puedas comunicarte bien y no influyan otras preocupaciones, intenta favorecer siempre un clima agradable y mostrarte con buenas intenciones. Es importante que tenga en cuenta tu estado emocional y el de la otra persona. Debes de asegurarte de que serás capaza de controlar tus palabras y demostrar buenos propósitos. Si estás en un momento de crispación mejor esperar. Lo mismo sucede con los demás: busca un momento en el que esté tranquila y receptiva. Trata de que su reacción no se os vaya de las manos; aunque esto no depende directamente de nosotros es importante ser empáticos y comprensivos con los demás. Sé valiente Aléjate de cualquier sentimiento de culpa. Muchas personas creen que poner ciertos límites forma parte de una actitud egoísta pero se trata de mostrarte tal y como eres y definir tu espacio íntimo y personal. Es más se trata de una muestra de amor: amor hacia ti y hacia los demás, hacia la relación. De otro modo no sería justo, nadie tiene que mostrarse diferente a cómo es realmente. No necesitas el visto bueno de nadie, tú eres quién valora tu propia vida y tu forma de entender el mundo. Los demás, si te quieren, deben de aceptarlo y respetar tus decisiones. No juzgues Ponemos límites por nosotros mismos, por nuestra forma de ser y entender las cosas. Poner límites significa hablar de nosotros, de cómo nos sentimos. No se trata de juzgar a los demás ni de atacarles. Incluso debemos de reconocer sus sentimientos, pero explicando que no estamos de acuerdo con ellos. Tenemos que explicar qué nos hace sentirnos incómodos, tratar de que la otra persona evalúe por si misma su comportamiento hacia nosotros y lo rectifique. Ser asertivos es la clave, alejarnos de la pasividad y de la agresividad: hacer valer y defender nuestros derechos, sin violar o alterar los derechos de los demás.