Filosurfeando: Las aletas
No son pocas las veces que esperando una ola en alguna playa solitaria, a veces también en las concurridas, se vean aletas en el mar. Como en la vida diaria en que la mayoría de los miedos son ficciones, así lo son la mayoría de las aletas que despiertan miedos en el agua. Me refiero al miedo paralizador, no a preocupación fundamentada. En el mar se ven aletas de vez en cuando; algunos las observan cautelosos, otros se suben a su tabla, otros se salen del agua lo más rápido posible. Las más de las veces, resulta que la aleta es de alguna mantarraya juguetona que opta por sacar del mar las puntas de sus alas. Otras veces, alguna tortuga se ha salido a la superficie a respirar y su aparición repentina la confunde con una aleta en medio de las miles de ondulaciones del enorme océano. Los delfines, visitantes de las playas durante las mañanas o tardes han espantado a más de uno. Algún pez enorme que siguiendo a un cardumen se acerca a las olas podría confundirse con la aleta amenazante. Son pocas las aletas que de verdad son amenaza en el mar, aun siendo de escualos. Es más el prejuicio que el fundamento el que desata el temor. Ahora se ha puesto de moda desconfiar hasta del vecino. Se ha instaurado una psicosis que tilda en lo ridículo; se ven aletas por doquier y se duda de todas, sean de delfines, de tortugas, de mantarrayas, palos flotando en el mar, o de tiburones inofensivos.