GALLINA VIEJA HACE BUEN CALDO
El problema de la edad es uno de los temas favoritos de las mujeres. En mi juventud, veía a las personas de 50 años como “viejitos”… parecía muy lejano el día que tuviera yo ese medio siglo sobre la espalda y sin darme cuenta de eso, ¡saz!… ya les llegué y ya hasta me pasé, en dos años cumplo sesenta. Pronto tendré una credencial que me diga con todas las letras que ya pertenezco al sector de la población que es merecedora de todas las consideraciones, que te puedes estacionar en secciones especiales, tendré descuentos en el camión, en boletos de avión, y en un montón de cosas más, ¡Yuuupiii!... Ser viejito no es tan grave. Ahora sí que depende del cristal con que se mire. Si se le busca el lado amable, podremos darnos cuenta que nos acompaña una enorme cantidad de experiencias que nos hacen más sabios. Parecería que la vida se divide en el antes y el después de los cincuenta. En la primera parte, las mujeres luchamos a brazo partido para negar lo innegable: que cumplimos años aunque te los quites y resulta que descumples como si esto fuera posible.
Las buenas maneras te dicen que la edad no se pregunta, yo digo: ¿y por qué no? Creo que debemos hasta presumirla (la edad), no es fácil llegar enteras a los cincuenta y muchos, y menos aún si llegas lúcida, bonita y sexy. Es una oportunidad para dejarte ver en todo tu potencial, de los cincuentas para arriba, se puede emanar sensualidad de la fina con todo y tus estrías, nadie espera de ti que peses 50 kilos y que no tengas celulitis o arrugas, es decir, vamos de gane, físicamente se nos perdona todo, somos graduadas en la escuela de la vida, tenemos ya una historia digna de ser contada, lo que hagas es ganancia y cada uno de tus triunfos por chiquitos que sean, son para celebrarlos, podemos sacar ventaja de nuestro colmillo, seguramente nos hacemos más selectivas y eso reduce significativamente tus mortificaciones porque ya sabes lo que quieres y vas al grano (sobre todo cuando buscas pareja) a lo mejor ya no te salen tantos galanes como antaño pero lo padre de esto es que tampoco te importa o te importa menos, hemos aprendido a vivir solas o acompañadas pero igual no necesitamos guajes para nadar, somos autosuficientes y productivas, te comienzas a preocupar por el tiempo y por lo tanto dejas de desperdiciar tus días. Una mujer de nuestra edad (soltera, casada, divorciada o viuda) es un tesoro de sabiduría.
Es verdad que no todas las mujeres logran alcanzar la plenitud emocional y en vez de sentir sus años como un cúmulo de experiencias enriquecedoras, sufren y se pierden en el absurdo de negarse a envejecer, aferrándose en mantener o reconstruir la obra maestra que has sido y meterte en el choro de las reparaciones, vía cirujano plástico. Se acepta que ya no hay mujeres feas, lo que hay son mujeres sin presupuesto para bisturí; si te duele hacerte vieja y te puedes pagar la ilusión de unas bubis nuevas pues que ¡padreee! A estrenar. Pero aunque te des una planchadita debemos prepararnos emocionalmente para asumir que nos adentramos día a día en la bruma de la tercera edad. Un nuevo momento de nuestra vida que nos indica que seguimos en el camino aunque a otro ritmo. A partir de los cincuentas nos queda todavía un buen número probable de años por delante, ¿quién puede saberlo? ciertamente ya dimos el banderazo pero igual, vamos a vivirlo con muchas ganas, como dice una anécdota casera, ya no estamos para nogales… Apenas le llegamos a las calabacitas tiernas, así es que mejor démonos prisa por vivir intensamente antes de que nos alcance el alemán y se nos olvide todo, que nos duelan las rodillas por la artritis, que no seamos capaces de echarnos una buena caminata porque nos cansamos, o que simplemente demos el viejazo de a buenas y nadie quiera batallar con nuestros achaques. En algún lado leí que el Gral. Charles De Gaulle dijo que “la vejez es un naufragio”… que amargado el tipo ¿no? yo por eso aprendí a nadar, no tengo planes de naufragar. Un profesional recomendaba: cuando suene la alarma en la mañana quédese acostado por un momento y reflexione sobre el día que empieza y prepárese para recibir las sorpresas que trae.
Si alguien basa su felicidad o infelicidad en que haya grandes acontecimientos en su vida es muy probable que no sea muy feliz, entonces ¿por qué no aprender a reconocer la felicidad en las pequeñas cosas de la vida? a lo mejor está en una buena charla de café con un amigo, en la compañía de tu mascota, en contemplar un atardecer… esa sensibilidad solo se adquiere cuando se llega a esta edad. Si lo piensa bien, es una maravilla tener aún integridad física, ganas de vivir, experiencia acumulada, madurez, serenidad y la sabiduría que te viene con todo lo que ya has recorrido… Todo junto en un estuche algo traqueteado pero todavía en funciones.
Comentarios (2)
Susana
Pero felicidades por un artículo que muestra otra perspectiva de la "vejez" !!
j.a