¿Hay alguien allí?
La palabra se hizo para decir la verdad, no para ocultarla: José Martí. El problema es que es difícil descubrir cuál es la verdad, o las verdades, ya que existen ocasiones con dos expresiones ciertas para un solo fenómeno. Coincido con quienes piensan que estamos en la época más oscura de nuestra historia de los dos últimos siglos. El deterioro de la situación nacional no nada más es económico, social o político, sino también anímico, cultural y retroalimentador.
La confianza en las instituciones está por los suelos, el desprestigio de los partidos políticos, del aparato público, de las fuerzas armadas, de las cámaras legisladoras, de los gobernadores y de los alcaldes, solo se compara con la ira y desconcierto de una sociedad que manifiesta su malestar e inconformidad de diversas maneras. Unas más violentas, otras más hipócritas, unas cibernéticas u otras estridentes, unas externadas con claridad y otras susurrantes o murmuratorias, insinuadas o sutiles. Se oyen los lamentos por doquier de mi desdichada Borinquén. Se perdió el respeto. La procacidad tomó el internet y la proclama. A los medios de comunicación se nos acusa de lo peor, pero veces hay en que se quedan cortos.
Qué horror. Muchos le echan la culpa al gobierno, otros también. Los más dicen que cuando la partera es mala le echa la culpa al niño. Los más ilustrados anuncian que culpa es de los tiempos y no de España. La verdad es que el tiempo es el cordero de Dios que borra todos los pecados del Mundo. El 2014 fue un annus horríbilis, pero el 15 pinta peor. No aprendimos nada. Aquellas que nuestros nombres aprendieron, esas, no volverán. Ni las oscuras golondrinas. Yo también hablo de la Rosa. Se rompió, para siempre jamás, la relación entre pueblo y gobierno. Si la había. Tal vez no pase nada, tal vez ocurra lo peor. O todo lo contrario. Está científicamente comprobado que siempre hay la posibilidad de que las cosas empeoren, pero también es indefectible la opción de la mejoría. Es ley inexorable del destino que el que nace lechón muere cochino. Burro pollino y jumento, el mesmo animal. Y las cosas no están bien, ni van bien. Ni pareciera que sabemos qué hacer para destrabar el nudo Carstens.
No ayudan las iglesias, no auxilian las universidades, no apoyan los intelectuales, no despiertan los trabajadores, nos azuzan los extranjeros, nos chamaquean. Han de creer que somos mensos y que no nos damos cuentas de que montan en las olas y los meandros del conflicto para acogotarnos más. No saben que nacimos antes que ellos. Cuando andaban aún matando apaches arteramente, nosotros teníamos más de mil años de que habíamos hecho las pirámides de Bonampak, Chichen Itzá o Tajín y Teotihuacán, las de Xochicalco en mi amada Morelos, o las de Mitla, Monte Albán y Tulum. Este país aguanta eso y más. Lasciate omnia speranza voi chi entrate. Es verdad que este país está convulsionado y muy enojado. Eso no es lo peor. Lo más doloroso es que está más pobre que nunca, Más estafado que nunca, más corrupto que nunca. No me espanto, pero no me callo.
Nos damos cuenta de que nadie resuelve los problemas graves que padecemos, pero callamos cuando se nos pregunta por la solución. Qué feo papel el de los gobiernitos de pacotilla, pero la sociedad apoltronada frente a la tele, el refresquito, la chela y las fritangas chatarra, francamente se merece la panza guanga que tiene. Nunca habíamos caído tan bajo, por una simple razón: la población creció y la pobreza se multiplicó a niveles ofensivos, a límites conmovedores, a intensidades asfixiantes. Mucho pueblo, mucha pobreza, mucha irritación, poco gobierno, mucha sinvergüenzada. Good bye for ever. Se perdió la oportunidad.
Otra vez. Las generaciones condenadas a cien años de soledad, no tendrán una segunda oportunidad sobre la tierra.