Inspiracionista, expiracionista, aspiracionista, transpiracionista y conspiracionista
Por Ramón Ojeda Mestre
Astor Piazzola hizo un maravilloso tango con Jorge Luis Borges (a quien tuve todavía la oportunidad de conocer allá en su biblioteca de cristal en Buenos Aires). Esa milonga inmortal que hicieron ellos se llama “Tango a Don Nicanor Paredes” y en la versión original que yo vi, terminaba diciendo ¿Qué hará usted Don Nicanor en un cielo sin caballos ni envite, retruco y flor?”
Todo esto viene a cuento porque acepto el “envite” del presidente de la República en su calificación aspiracionista para fijar posturas y atajar paradas. Mi colega de la Universidad de Navarra, la Dra. Patricia San Miguel publicó en el 2018 una clara descripción del fenómeno con el título “Influencers: ¿una profesión aspiracional para millennials? que coincide con el fenómeno que atormenta a AMLO. Sin embargo, la pirámide demográfica que fácilmente se puede consultar en el INEGI nos muestra ya no una geometría puntiaguda sino una gráfica panzona que en su parte más ensanchada acoge a los jóvenes. Se que Amlo tiene razón en lo general, pero los principales afectados no nos damos cuenta.
El asunto, empero, no es de edades, sino de dinero y educación escolar y, sobre todo, de talento, temperamento y talante. La idiosincrasia del mexicano es eso, una συγκρασία que significa en griego temperamento, característica definitoria. Olvidémonos de la ortodoxia gramatical para no apenar a nuestros leyentes, creyentes o callantes cayentes. Y así, usted o yo somos inspiracionistas, cuando algo nos inspira, y afirmo aquí y ahora, a la mitad del foro, que la mayoría de los mexicanos, somos inspiracionistas, le guste, le asuste o le ajuste a quien sea. Pero los de mi generación, la verdad, los pocos o muchos que quedamos, somos ya, en realidad y muy nuestro derecho y biología, expiracionistas, dado que estamos mas cerca del más allá que del más acá. Ergo, no podemos, ni queremos, ni sabemos, ser aspiracionistas, ni aspira a sionistas. Así que le quedan menos candidatos ya. Si a los expiracionistas cronológicos o por edad, le agregamos los que están más cerca de expirar porque se dedican al narcotráfico o porque le pegan al carbohidrato, las carnitas y los cien mil y un dulces que nos tientan día con día y que nos han convertido en bofas botargas más que en atletas olímpicos, la cosa se pone gruexa.
Los expiracionistas se incrementan, más y más aún, si se les suman los que le pegan al alcohol sin medida ni clemencia, o a la pseudo cerveza que ahora nos zampan sin compasión ni defensa de la atónita Profeco. Y qué me dice usted de los miles y miles de muchachos que se embuchacan todo tipo de pastillas artesanales o industriales en busca de la felicidad efímera y adiccionante o de los viagrantes más cercanos al infarto que al gol o de las y los que se creen Checo Pérez cada vez que se trepan a sus contaminantes transportadores desafinados.
A continuación, los mencionados inspiracionistas merecen todo nuestro apoyo cuando crean música, pinturas, grafittis, textiles, esculturas, danzas, diseños, platillos, edificios, collages, artesanías, pócimas, vibraciones, aparatos, poemas, textículos prosaicos, prosas inmortales, ensayos sin tubo, coreografías, teatros y actuaciones, cine, performances, y un montón de cosas más como dijera Atahualpa Yupanqui otro inspiracionista hermanado con José Hernández o con Martín Fierro. Exijo pues, sin todo respeto, que se saque del cajón de los imputados a los inspiracionistas, sin los cuales no existiría la patria impecable y diamantina, ¿o sí?
Hay algunos peores que los inspiracionistas y son los conspiracionistas, porque nos agarran de bobos a los aspiracionistas y a los expiracionistas y nos meten en su cáfila viscosa, perversa y sórdida. Los inspiracionistas desafiamos a quienes creyeron que era más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja a que un opulento entrara al reino de los cielos. Nosotros los inspiracionistas fuimos expulsados del templo a latigazos por un Jesús enfurecido, cosa rara en él, porque supuestamente era de los mansos, pero los conspiracionistas son de los que matan a un Ghandi, a un Kennedy, a un Madero o a un Pino Suárez, a un Martin Luther King, y a muchos otros seres valiosos, así como Salomé la casquivana hija de Herodías y Herodes Agripa se despacharon a Juan el Bautista. Gachos pues, pero conspiracionistas fueron también, Hidalgo, Allende, Aldama, Abasolo, Leona Vicario o Josefa Ortiz de Domínguez y ya no digo mis hermanos los Flores Magón o los Serdán y compañía.
El asunto que me corroe la mollera es definir si Carlos Slim mi amigo y compañero de la UNAM es un inspiracionista bueno o no. Estudió para terminar su carrera, ahorró, ayudó a sus padres, y cada día deseó y logró más, cuando menos en aspectos materiales y crematísticos, pero no es bueno al final porque agudiza las asimetrías y dificulta el avance positivo de los del montón que somos nosotros los pseudoinspiracionistas. Y es que esos que llamo del montón y que otros denominan las grandes mayorías nacionales, son realmente los buenos, los meros petateros, porque son los transpiracionistas, los que sudan la gota gorda para mantener a su familia, para pagar la renta o los zapatos.
Los transpiracionistas que sufren como sirvientes tantas y tantas vejaciones, los peones en el campo partiéndose la cintura lo mismo para la siembra que para el desbroce o la cosecha, los maravillosos albañiles mexicanos que empezaron a levantar pirámides mil años ha y aún siguen construyendo megaurbes o palacios diversos. Todos esos meseros o recamareras, choferes o panaderos, cocineros y lavanderas de ajeno o de propio, mis respetos hermanos y hermanas mías de la friega sin horario como de madre soltera o golpeteada. Esos son los transpiracionistas que han hecho grandes a las naciones, incluso como soldados o pescadores, como profesores rurales o como carpinteros, plomeros herreros o canteros y similares. Esos son el orgullo de México, los transpiracionistas que sudan la dignidad para llevar el pan honrado y siempre escaso a sus modestos hogares.
No he leído muchos libros en mi vida, igual que usted deseable mujerona e igual que usted indeseable miembro de la pandilla municipal saqueadora, pero hay algunos textos a los que les he hincado el diente más de una vez, entre ellos la Divina Comedia y que me perdone Alghieri pero no encuentro en dónde clasificaría en su Inferno a los aspiracionistas, a los conspiracionistas o a los disfrazado de buenos, Está escrito en El Retorno de los Brujos: la vida del hombre sólo se justifica, para comprender, mientras más comprendo más amo, porque todo lo comprendido es bueno.
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