La espiral
Está científicamente comprobado que las lectoras saben más que este amanuense y que ese arrogante amigo y ellas han manifestado que la espiral llegó a la tierra millones de años antes que nosotros. Una de esas pruebas se halla en los ammonites que son, casi como usted, una subclase de moluscos cefalópodos extintos que existieron en los mares desde el Ordovícico hasta finales del Cretácico. ¿Cómo le quedó el ojo? Sus dos y dos más.
Esos caracoles espirálicos, inspiradores de la geometría de Euclides son del Devónico, en la era paleozoica o primaria, que sigue al período silúrico y precede al carbonífero y se extiende desde hace unos 395 millones de años hasta hace 345 millones de años. Órale, como diría Salvado Novo a Oscar Wilde, dos grandes precursores de los juicios orales. Es más, le digo algo indeciso bípedo, que su vecina sabía con certeza: los tiburones también aparecieron en el Devónico y usted sabe que esos escualos elasmobranquios y selacios no se andan con narrativas. Muchos taxones marinos sufrieron una fuerte reducción, desapareciendo grupos planctónicos como los graptolites y los tentaculites, como Usted ha probado.
Al saber que hay ammonites de solo algunos milímetros hasta especies gigantescas que alcanzaron más de tres metros en la especie Pachidiscus seppenradensis, me quedé como Vos: perplejo. El logo del Congreso Internacional de Antropología de la Sal, que será del 1 al 5 de noviembre de 2017 en Los Cabos, BCS, es precisamente una espiral formada con un retruécano que dice sal universalis o Sal UniverSalis o sal universal is. Esa espiral le está dando la vuelta al mundo a raíz de que el científico rumano Marius Tiberiu Alexianu le puso el diplosoma académico, por eso el año pasado, en las Salinas de Janubio en España, los más raros poetas y filósofos de esas latitudes se convocaron al ocaso junto a pirámides de sal formando una espiral y declamaron o explicaron sus posiciones iniciáticas, vaya usted a saber. “Sabrá dios, uno no sabe nunca nada,” grabó en la Peerles el gran pensador de Pinotepa Nacional (San Juan Cacahuatepec) e Ingeniero Agrónomo de Chapingo Álvaro Carrillo Alarcón, quien murió trágicamente en el 69.
Raymundo Ramos el gran escritor sabe que el autor de Sabor a mí, de Cancionero, de Seguiré mi viaje, Luz de luna, La Señal y muchas otras, estuvo secuestrado por Lucio Cabañas, el legendario guerrillero, o que ambos estudiaron en la hoy trágica Normal de Ayotzinapa, en fin, que México vive en una espiral peligrosa y no sabemos si vamos de entrada o de salida, ni si es la espiral áurea o la de Fibonacci. Dijo mi ídolo Fernando Pessoa: “La mayoría de la gente se enferma de no saber decir lo que ve o lo que piensa".
Dicen que no hay nada más difícil que definir con palabras una espiral: es preciso, dicen, hacer en el aire, con la mano sin literatura, el gesto, ascendentemente enrollado en orden, con que esa figura abstracta de los muelles o de ciertas escaleras se manifiesta a los ojos. Pero, siempre que nos acordemos de que decir es renovar, definiremos sin dificultad una espiral: es un círculo que sube sin conseguir cerrarse nunca. La mayoría de la gente, lo sé bien, no osaría definir así, porque supone que definir es decir lo que los demás quieren que se diga, que no lo que es preciso decir para definir. Lo diré mejor: una espiral es un círculo virtual que se desdobla subiendo sin realizarse nunca. Pero no, la definición es todavía abstracta. Buscaré lo concreto, y todo será visto: una espiral es una serpiente sin serpiente enroscada verticalmente en ninguna cosa.”
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