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LA POÉTICA DEL VACÍO

Escrito por José Antonio Sequera Meza en Jueves, 03 Diciembre 2015. Publicado en Literatura, Narración

 

La poética del vacío[1]

 

“El mundo es lo que acaece”.

Qué tipo de mundo podría ser ése.

No soy nihilista,”

De la Epístola

 

El plasma, ese cuarto estado de la materia, ordena su mundo de manera singular; de tal forma que la propuesta lógica de Wittgenstein se enlaza, irremediablemente, a la poesía; como acto creador. El inicio del Tractatus: “El mundo es todo lo que acaece”, ubica los problemas ontológicos y los epistemológicos dentro de la lógica; cuando habla del mundo prepara el camino de su lógica para el análisis de la estructura del lenguaje: en sus pasos de lo intermedio entre la realidad y el lenguaje o el mundo mismo son las proposiciones, el pensamiento, y en general, los hechos. Pero, todo se tiene que nombrar: ahí es donde trabaja el poeta.

            Por supuesto, cuando Wittgenstein toma una postura con respecto al lenguaje, sus implicaciones llevan a considerar que el que nombra nunca puede tomar una posición fuera del espacio lógico desde el cual habla o escribe o reflexiona.  Hasta ahí, la relación con la poesía no es conflictiva porque el poeta “habla” desde su propia lógica. Pero, cuando la estructura del lenguaje o del mundo intervienen, como puntos de referencia, los problemas meramente ontológicos se ubican dentro de la poética misma.

            Ahí es donde la estructura  establece correspondencia entre el lenguaje y el mundo. Las tesis ontológicas establecen que la estructura lógica del lenguaje pone los límites para lo que ocurra y acontezca en el mundo. Es decir, que finalmente lo que se nombra también acontece, porque se nombra con base en esa correlación. ¿Pero en dónde, pues,  se verifica que el hecho suceda? ¿En dónde acontece la poesía?

            La poesía se sucede en los hechos nombrados porque en realidad, desde el punto de vista lógico Wittgensteiniano,  no importa el color o las habilidades del ente, sino en los aspectos del hecho y que pueden ser nombrados por el lenguaje lógico. La metáfora incide porque todo permanece.

            Si los hechos persisten, independientemente de los valores adjetivos, es además porque  dentro de la concepción de Wittgenstein acerca del lenguaje  se encuentra la  función nominal de un signo. Wittgenstein mismo descarta la idea de que las proposiciones negativas indiquen algo por sí mismas. Así pues, la función nominal del signo refiere a que éste atribuye significado lógico a la estructura de la proposición, así cuando la nominalidad se aplica a los nombres tiene el valor de indicar y no de describir. Si podemos precisar más, entre la poesía y la narración. Por ello, la poesía al nominalizar indica y señala el signo mismo. La poesía, a la vez que nombra, adquiere un sentido en el lenguaje mismo. ¿Acaso no es trabajo de la creación misma?

            El lenguaje, pues, presupone un modelo – ojo, no propiamente un paradigma-  en el que se nota cómo éste estructura la realidad; pero también nos oculta que la realidad sólo puede ser mostrada  desde el punto de vista de ese sistema proposicional. Sin embargo, la capacidad de mostrar un mundo posible es evidente; ahí es donde ingresa la posibilidad de la poesía. La creación poética sistematiza las referencias contenidas en un mundo posible: nos muestra mundos.   

            Ahora bien, si hemos afirmado  que sólo las proposiciones  son las herramientas para hablar del mundo, cómo es posible hablar de póetica y de lenguaje –lógico- mismo, ¿el lenguaje mismo es metapoético?

            “El mundo es una mancha en el espejo. Todo cabe en la bolsa del día”, del poeta David Huerta es una de las primeras construcciones poéticas que definen no sólo la poesía, sino el mundo como una esencia construida.  Como el inicio mismo del Tractatus: “1. El mundo es lo que acaece. 1.1. El mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas.” Así Huerta[2], comienza a definir el mundo a partir de los hechos poéticos.

            El Tractatus ofrece una serie de recomendaciones sobre el cómo evitar un lenguaje carente de sentido: los pensamientos ilógicos; desde mi punto de vista, el problema de niveles cognitivos del lenguaje en la poesía se contendrían por el sistema de referencias para ese mundo posible.  Un mundo posible en donde el estado de hechos poéticos se refleja en una realidad alterna. Si en el Tractatus  se conceptúa la lógica del lenguaje, está dependerá  de la forma lógica de la realidad y de la manera que se refleja en el lenguaje. El hecho poético, intermedio entre la proposición y  la realidad: la alteridad con su propio sistema de referencias.

 

 


[1] De conjunto, Blasfemias vacías.

[2] No sé si Huerta haya leído a Wittgenstein, lo cierto es que desarrolla un Tractatus Poético. Aunque, como veremos más adelante, Huerta mismo contradice la esencia de su poesía. Pero eso es ya del ego de poetas, tan abundante en estos días del plasma. 

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