La tinta del aliento: EL QUE QUIERA ENTENDER
Es hermoso cerrar los ojos y ver el rostro de otra persona, abrirlos por la mañana y sentir el calor de su piel en la tuya. Ese instante fugaz y eterno en el que los fantasmas del pasado, del futuro y de siempre se muestran incapaces de atormentarte; ese instante mágico que inevitablemente te arranca una sonrisa y te hace estremecer hasta el alma.
Las lágrimas pueden ser dulces y no saladas si te las arranca del pecho el pensamiento de tener contigo a alguien que te aprecia, alguien que añora tus besos como tú los suyos.
Volemos sin miedo, con las alas cansadas y sucias al final del día, a ese lugar lejano y secreto donde el mundo no puede dañarnos, ese rincón en donde puedes ocultarte de tu propia sombra. El único sitio en que puedes descubrirte la piel y el alma sin miedo a ser juzgado y acusado.
En el corazón habrá siempre lugar para quienes acepten nuestras virtudes y defectos y tengan confianza para compartir los suyos. Sus caricias no son de lástima ni de burla, son de comprensión y apoyo.
El amor es cosa de dos y no hay por qué lamentarlo si lo sientes.