Los Capos de Los Cabos
Casi el paraíso, se llama una novela singular que escribió mi paisano y amigo Luis Spota y en la que aborda el retrato de una clase social que esconde su mediocridad detrás del lujo y el poder, y ese título le vendría como anillo al dedo a varios lugares del país, desde Zongolica en Veracruz a Los Cabos en Baja California Sur. Sitios bellísimos, asaz distintos, pero con puntos comunes sorprendentes.
Los Cabos se enfrenta al más angustioso reto de su joven existencia. Tiene playas maravillosas, paisajes semidesérticos de ensueño, habitantes originarios y rurales de extraordinaria calidad humana, pinturas rupestres, excepcional geología y opulencia paleontológica, ornitología magnífica, y un montón de cosas más como diría Atahualpa Yupanqui en “La milonga del peón de campo”. Los Cabos tiene también la más grande inversión federal para infraestructura de turismo en todo el Pacífico y Golfo de California y una riqueza ictiológica o marina que nos recordó el gran académico y jurista Rodrigo Serrano al presentar en la UABCS, el otro día, su imprescindible libro Apuntes de Derecho Marítimo y Pesquero en presencia de un Rector de lujo de la Universidad que al comentarlo invocó nada menos que a Fernando Pessoa, nuestro favorito, con su Oda Marítima y El Poema del Desasosiego, aunque la Tabaquería es inmortal. Se complementa con otro gran libro de la acuciosa Andrea Geiger y del gran investigador Alfredo Ortega Rubio “ La reglamentación de la Pesca Deportiva en México y en BCS”.
En fin, a pesar de que carece de drenaje, de manejo adecuado de la basura, de su escasez de agua potable y de su extrema pobreza que lo circunda, Los Cabos tiene todo, pero ahora tiene a Los Capos que han organizado actuaciones diarias de “la sonora matancera” y que ha llenado de luto y rojo cientos de hogares en los últimos meses. Estos Capos no se dan cuenta que están dañando muchísimo a la gente humilde de Los Cabos, que es la mayoría de los que allí viven. Perjudican muchísimo a los pobres porque obligan al gobierno federal, al del estado y al edilicio a que destine todos sus recursos y afanes en prevenir y combatir esa violencia brutal y homicida que ha llegado para quedarse.
Al tener que poner los escasos recursos económicos del erario, al servicio de las obras y acciones de seguridad pública, fallida por cierto y que resultan carísimas, con cámaras encaramadas en postes por doquier, patrullas y armamento moderno de marinos, soldados o policías, sueldos, viáticos, gasolinas, hoteles y alimentos, más sistemas computarizados dizque de la más avanzada tecnología, carísimos también, ese dinero, señores Capos di tutti Capi, es el que debería de usarse para llevar banquetas, pavimento, luminarias, agua potable, drenaje o escuelas para las colonias populares, que ustedes conocen y que cada día crecen y se multiplican con su paisaje triste y favelero en los suburbios cabeños de San Lucas y San José que, de santos, sólo tienen el nombre.
A ello agreguen, qué a quienes asesinan todos los días -ya llevamos más de 150 en lo que va del año-, son jóvenes humildes y que dejan luto en familias de BCS o de donde vengan, el hecho es que son muchachos modestos que ustedes mismos embarcan y luego esos mismos jóvenes pagan el pato de sus confrontaciones cupulares. A final de cuentas, desgraciadamente, ustedes, señores Capos di tutti capi, la tienen perdida, pues la mayoría acaba mal y dejando dolor en sus familias o en las ajenas, pero, por lo pronto, perjudicaron a los más pobres de ese municipio que ha brindado oportunidades de trabajo honrado, aunque mal pagado, a miles de mexicanos en hoteles con grandes costos de inversión y arrasamiento ambiental.
Sé qué es difícil para ustedes cambiar sus modus operandi, pero créanme, en su negocio, como en la política y en el Golf, qué son muy parecidos, gana el que menos golpes da. Piénsenle. Y ahora ya envalentonados, van y nos dejan a descuartizados en el fraccionamiento de lujo del Pedregal, no se miden, como dice Paquita la del barrio: “pero qué necesidad”.
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