Los elefantes
A mí me parecen tristes los elefantes.
Mueven la cola y las orejas, se espantan las moscas.
Buscan con la trompa algo y lo comen.
Esa trompa que es otro brazo, que es nariz y es boca.
A mí me dan tristeza los elefantes, en sus ojos me parece que lloran, que anhelan, que esperan.
No odio los circos, pero no me gustan.
Los elefantes no nacieron para andar jugando a la pelota.
Imagino que extrañan aventarse lodo, caminar largas distancias en manada.
Que deprimente debe ser venir de una familia grande, con vecinos animales y amanecer un día sólo en una jaula, amarrado de la pata.
Si pudiera abrazaría a un elefante y le mentiría a la orejota diciéndole que pronto regresará a su casa, que todos preguntan por él y que le han guardado las mejores ramas de un árbol.
Pero no puedo, así que sólo me pongo triste por ellos y pienso en sus ojos.