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Los mini

Escrito por José Antonio Sequera Meza en Jueves, 04 Febrero 2016. Publicado en Cuento, Literatura, Opinión

Los mini[1]

 

Lo que publicó inicialmente, como una ironía, a Augusto Monterroso le costó mucho anímicamente.  Rufinelli, lo describe bien cuando:

“Un cuento breve, de una sola línea (“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”: “El dinosaurio”) le atrajo a Augusto Monterroso una celebridad que él ha acabado por resentir. Durante décadas se lo ha identificado, como con una etiqueta, con el “texto breve”, y como su estilo de escritura tiene como una de sus grandes virtudes la concisión, la percepción que se tiene de él es la de un escritor “condenado” breves, y tal vez incapaz de escribir textos extensos.” (Monterroso, un escritor para todas las estaciones)

            La literatura hispanoamericana se ha abocado al elogio de la llamada mini-ficción, minirelatos; también la crítica ha encontrado diversas formas de elogio para este tipo de expresión literaria. Sus argumentos son en principio ciertos y parecen relumbrar de verdad; sin embargo, cuando se toca el fondo de ellos se descubre que el cimiento de las premisas es falso.

            El primer principio es que no son producto de una reflexión ni filosófica, ni estética, ni religiosa. El Haikú se fundamenta en un orden religioso y filosófico, no es una ocurrencia de un día. Tal vez, el haikú sea el epitafio de un maestro budista. Silencio y palabra reunidos en una última expresión: toda una vida. Los poemínimos de Huerta guardaban una relación casi directa, sino con una filosofía, sí con un habitus mexicano: el humor.

            El segundo principio es el lector. No parte de nada en absoluto, se convierten en una forma de lectura tal vez por un lector que desea tener conocimiento “express”. Creo que esto es una mala terapia para los propios lectores de minificciones: el autor, y nadie más, está creando su propio monstruo, un lector a quien no le guste leer más de cinco líneas.  Por supuesto, los lectores dependen de épocas, de movimientos, cambian. De cultura también: yo apostaría que aparte de Carlos Fuentes no hay siquiera 100 mexicanos valientes que hayan leído completa Terra Nostra; tal vez, para darme esperanza, podría ser… Pero, lo que sí puedo apostar es que hay más de 1000 mil europeos que la han leído completa. Sobre todo, españoles. No por nada: Cervantes en el viejo mundo, en el nuevo mundo, en el otro mundo. Nuestros lectores latinos pierden en relación con el europeo, o los nuevos escritores orientales. Las páginas, en aquellos lados, se multiplican, mientras en estos lados, del lado de acá, pretendemos minimizar los efectos.

            Escribía que también son épocas. Pero el fondo con las llamadas minificiones es que pretenden proponerse en el ensayo, en la “novela”, en la poesía, en las formas inclusive rudimentarias de la narración: la crónica. El tercer principio es el razonamiento: las técnicas de construcción de personajes, circunstancias, factores sociales, han quedado fuera dentro del ámbito de la minificción, por más que los críticos han intentado argumentar. Pero lo más destructivo para los géneros es que no representan un canon, una estética, ni siquiera una pincelada con orden. El relato ya no sigue su propio cauce. Los personajes son vacuos, las circunstancias ambiguas, la temporalidad sesgada. Así definirían los mini al ensayo, parafrasenado a la RAE:

"escrito, generalmente mini, sin el aparato ni la extensión que requiere un tratado completo sobre la misma materia".

            Dejando de lado los prejuicios, conviene señalar la importancia de que un género como el ensayo caiga en manos de un escritor con poca tinta. Bien es cierto que aunque el ensayo no limita la extensión (aquí los aguerridos Montaigneses saltarán) existen ensayos de diversas extensiones: Paz regodea su palabra en seiscientas y tantas páginas de su ensayo Sor Juana Inés de La Cruz o las trampas de la fe[2]; o y poner un ejemplo mexicano: la brevedad de los ensayos de Julio Torri, quien también defiende la postura de cortedad.

“Es el ensayo corto la expresión cabal, aunque ligera, de una idea. Su carácter propio procede del don de evocación que comparte con las cosas esbozadas y sin desarrollo. Mientras menos acentuada sea la pauta que se impone a la corriente loca de nuestros pensamientos, más rica y de más vivos colores será la visión que urdan nuestras facultades imaginativas.” (Torri, pág 45)

            Aunque lo corto está limitado, en Torri, por dos razones: las argumentaciones superfluas y las ideas a tratar.  Lo que nos pone en otro tenor: no es que necesariamente sea todo minificción, como sostienen esos creadores, es que habría épocas, temáticas, lectores, circunstancias para la misma. Aún los defensores y retractores de Montaigne tendrían que reconocer que:

“Soledad: Un instante de plenitud.”

            Del mismo autor, NO es un ensayo (aunque él sea El Ensayista), sino una frase; en todo caso, un aforismo, es decir, producto de una experiencia; y no resultado de un intrincado proceso de construcción del pensamiento: ensayo. Por muy breve, pues, el ensayo, debe reflejar al pensador, no al escritor[3].

            Por último, un género, ya contaminado por la imaginería, con mucha presencia de lo mini es la poesía. Yo me quedo sin palabras cuando los poetas dicen expresiones como: “mi poema es de un solo verso”[4].  Pero ¿Existen poemas de un solo verso? David Huerta[5], en un excelente sermón, Aguas aéreas. Un solo verso, argumenta que sí; que los monósticos son posibles y plausibles; sin embargo, siempre, en toda su argumentación expone que “un poema de un solo verso contiene virtualmente otros versos, evocados y aun inventados”; creo que finalmente Huerta tiene la intención de acercarse a esos lectores jóvenes en donde se elaboran, sin ton ni son, esos versos. Lo que si valdría la pena rescatar es la propuesta borgiana de elaborar una historia de la literatura basada en los versos.

El tiempo es un factor que se argumenta para las llamadas minificciones: una literatura para aquellos que en el mundo contemporáneo no tienen tiempo para la lectura. Volvemos a lo mismo, ante ese argumento tan ordinario, yo diría que aquel que no tenga tiempo se lea El ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, en mini-párrafos, a ver si puede. Sólo es una propuesta, si es cuestión de tiempos. Espero que el tiempo sea implacable con estas blasfemias y no  acaben como  George Bernard Shaw escribió:

 

All great truths begin as blasphemies



[1] Del libro Blasfemias vacías.

[2] Casi alcanza la mítica versificación de novecientos setenta y cinco  del Primero Sueño de Sor Juana Inés de la Cruz.

[3] Por supuesto, el lector conocerá que está aseveración es fuerte para los oídos de los escritores (más para los que se consideran artistas) porque implicaría el cuestionamiento de muchas de sus creencias e instituciones.

[4] Supongo que el avispado lector se habrá quedado atónito.

[5] No quisiera retar a Huerta, pero qué sería de su propia producción literaria como Incurable en un solo verso. ¿Lo demás está sobrado?

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